El carisma del caudillo

Por James Neilson

Si bien parecería que menos de la mitad de la población se siente demasiado impresionada por el desempeño del gobierno nacional, no cabe duda alguna de que el presidente Néstor Kirchner sigue siendo el político más admirado del país por un margen muy amplio. Como ha ocurrido con cierta frecuencia tanto aquí como en otras latitudes, la mayoría propende a achacar los errores y fracasos oficiales no al jefe, sino a sus colaboradores. Incluso los que entienden muy bien que pensar así no es exactamente racional, se permiten llevar por la convicción íntima de que si ayudan con sus plegarias a su político favorito sus posibilidades de tener éxito se verán aumentadas. Se trata de una forma de magia que se asemeja a la practicada por los simpatizantes de un equipo de fútbol, pero sucede que sin una buena dosis de irracionalidad, pocos sistemas políticos lograrían mantenerse a flote.

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