El año que podría repetirse
Un gabinete provincial que, en su mayoría, ofició de espectador de lujo desde el home office de cómo el gobernador quedaba en el ojo la tormenta.
El 2020 será recordado como un pésimo año. La pandemia sirvió para dejar al desnudo lo bueno y lo malo de las sociedades, pero por sobre todo para exponer las miserias de la política nacional y provincial. Claro que también hubo un 2019 y habrá un 2021. El primero fue el tobogán que bajó a Neuquén de los cielos de las “mejores provincias” a un terreno que tiene un poco más que ver con su realidad. Sin embargo, el que llegará en algunas semanas guarda una pretenciosa singularidad: puede ser el año del cambio pero también puede ser una bomba de tiempo que explote para repetir los entuertos del presente.
El partido de gobierno, el MPN, cierra los últimos días del año con algo más de oxígeno, pero astillado. Más que nunca en los últimos años su principal amenaza fue interna. Esa será la principal variable a despejar si es que no quiere repetir los entre telones que lo expusieron.
Parece lejos ya la crisis sanitaria y económica que debilitó y dañó fuertemente la imagen de Omar Gutiérrez. Sin respuestas a una explosión de casos de coronavirus, con las arcas casi secas por la dependencia de una industria petrolera frenada y con un gabinete que, en su mayoría, ofició de espectador de lujo desde el home office, el gobernador quedó en el ojo de la tormenta.
Debilitado políticamente y sin caja, como se dice en la política, se le animaron. Primero fue la rebelión de los intendentes y después la interna partidaria que contó con algunos más activos que otros, pero todos pusieron -y ponen- su cuota al día.
En los pasillos políticos lo justificaron por la falta de iniciativa del también presidente del MPN. Una suerte de toque de reanimación. Lo que pasó en realidad fue que no dejaron pasar el momento de debilidad para poner su cuña porque, en el oficialismo, las elecciones siempre están a la vuelta de la esquina y, quizá, confiados de la máxima peronista -de donde en definitiva viene el Movimiento- que dice: “Se dobla pero no se rompe”.
Pero hay, al menos, dos datos que cambiaron. El desplome de la curva de casos por gracia y obra del cambio de estación y las mejores temperaturas que permitieron más actividades al aire libre, lo que reduce el riesgo de transmisión, y la renegociación de la deuda externa.
Gutiérrez arrancará el 2021 con oxígeno por la renegociación de la deuda, pero arrastrando la presión gremial y la interna de su partido.
El ministro de Economía, Guillermo Pons, consiguió cerrar el acuerdo con los bonistas extranjeros. Una renegociación que será bastante costosa a futuro para la Provincia. Gutiérrez despejó 270 millones de dólares en vencimientos hasta el fin de su gestión y trasladó esa mochila de plomo al próximo gobierno que, en caso de que el MPN siga en el poder, no está claro si el mandatario provincial insistirá en promover a alguien de su entorno, como insinuaba, alguien de su familia.
La deuda sin dudas será un bálsamo, pero no todo. Vaca Muerta solo tiene el cartel de abierto, en los hechos la reactivación va más lento de lo esperado y Guillermo Pereyra va camino a cumplir un año sin conseguir respuestas a miles de petroleros suspendidos.
Sin embargo, las finanzas sí consiguieron algo de alivio real. El ajuste salarial, justificado por los efectos de la pandemia, no solo se aplicó este año, sino que se trasladó al próximo. Esta maniobra de tijeras afiladas solo fue posible por la inédita paciencia concedida, principalmente, por el gremio estatal mayoritario ATE. Pasividad que le costó a la organización una fractura interna, no blanqueada, pero que es conocida por todos.
La pelota del partido para no repetir el 2020 vuelve a Gutiérrez. Habrá que ver cómo mueve. Porque los gremios podrían reprocharle que mientras congela salarios mantiene una sobredimensionada y pálida estructura ministerial que, a la luz de las respuestas otorgadas, responde más a la devolución de favores electorales que a necesidades de administración y gobernabilidad.
El gobernador tiene la jugada en sus pies. Seguramente deba descartarse que, como respuestas a las presiones sufridas, amenace con mantenerse al margen de las urgencias proselitistas de su partido. Nadie en el MPN quiere ser el que haga traspaso de mando a otro signo político. Lo que ya reconocen algunos es que la idea del exgobernador Jorge Sapag del recambio generacional llegó a su fecha de vencimiento.
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