El ambientalista que genera polémica y apoya la energía nuclear

El antropólogo estadounidense Michael Shellemberger viaja por el mundo para difundir su singular premisa: “La mejor forma de enfrentar el cambio climático es con la energía nuclear".

El antropólogo estadounidense Michael Shellemberger, desembarcó en Bariloche. Foto: Chino Leiva

El antropólogo estadounidense Michael Shellemberger, desembarcó en Bariloche. Foto: Chino Leiva

“La mejor forma de enfrentar el cambio climático es con la energía nuclear, y vencer el rechazo que genera es una cuestión de tiempo”. La afirmación fue expuesta, justificada y defendida en esta ciudad por el antropólogo estadounidense Michael Shellemberger, quien investiga el tema desde hace años y viaja por el mundo para difundir su singular premisa.

Shellemberger es activista en cuestiones ambientales desde su juventud, compartió durante largo tiempo la desconfianza que genera la actividad nuclear y dijo haber cambiado sus posturas cuando profundizó la búsqueda sobre “cómo armonizar la tecnología con la naturaleza”.

El especialista comenzó a militar a los 15 años en defensa de los bosques, vivió en varios países latinoamericanos y hoy preside la organización Enviromental Progress, que se propone como meta central “sacar a todos los humanos de la pobreza y salvar al medio ambiente natural”.

Estuvo en Bariloche para brindar una charla el último viernes en la UNC y recibió a este diario en la sede de Invap, donde subrayó que uno de los malentendidos en torno a la energía nuclear parte de identificarla con las armas atómicas.

Dijo que varios países en el hemisferio norte, al ver que no se podían desactivar los arsenales nucleares, decidieron prohibir las centrales como un aporte en ese sentido, “aunque no tiene nada que ver”.

Consideró que “el equívoco es presentar a las plantas como bombas y a los accidentes como explosivos”.

Aseguró que la energía solar “es dos veces más cara” que la nuclear y, al igual que la eólica, necesitan “600 veces más superficie de tierra” para producir lo mismo que una central atómica.

También puso en entredicho el concepto mismo de “energías limpias” y dijo que las variantes que producen electricidad con el sol y el viento son renovables a medias, porque si bien la fuente no se agota, si son limitados los materiales para construir los molinos y las células fotovoltaicas.

Dijo que su organización trabajó en Estados Unidos con el gobierno de Barack Obama y logró que se aplique un programa de 150 mil millones de dólares para el desarrollo de energías limpias.

Según Shellemberger, la diferencia de la energía nuclear con otras como la eólica, la solar o la que aportan los combustibles fósiles es “la densidad”. Sirvió una copa de agua y explicó: “lo difícil de entender es que una cantidad de uranio como ésta puede aportar la energía que yo consumo en toda mi vida, incluidos mis vuelos en avión. Y viajo bastante”.

Para producir la misma energía por otros medios, subrayó, se necesitan infraestructuras mucho mayores.

En ambientalista que defiende la actividad nuclear. Foto: Chino Leiva

También dijo que “después de mucho investigar” los accidentes nucleares de Chernobyl y Fukuyima, le pareció “sorprendente” la escasa cantidad de víctimas. Aseguró que en Chernobyl, cuando colapsó la central, murieron “sólo 28 bomberos y los expertos aseguran que morirán otras 200 personas en 75 años, mientras que 4 millones al año mueren por contaminación con combustibles fósiles y otros 3 millones por enfermedades derivadas de quemar madera”.

De todos modos se mostró comprensivo con los temores que suele tener la gente frente a la tecnología nuclear y dijo que son de raíz psicológica. “Toda la cuestión técnica se puede estudiar, pero saber por qué la gente está en contra es lo más difícil -observó-. Hay razones oscuras y subconscientes. Pero yo creo que eso va a ir cambiando. El temor al a guerra nuclear existe, pero ya no es tan fuerte”.

Shellemberger despliega sus argumentos con convicción, pero admite de algún modo que su relación con las ongs ambientalistas contrarias a la energía nuclear (con las que coincidió hasta hace un tiempo) es por lo menos traumática.

“Yo repensé mis ideas luego de leer mucho sobre Chernobyl e investigar a fondo sobre fuentes de energía -señaló-. Los que fuimos socialistas y radicales, los que venimos de la izquierda y vimos todas las cosas que cambiaron en el mundo empezamos a necesitar otro paradigma. Y una de las luchas nuevas es por el cambio climático”.

Dijo que organizaciones como Greenpeace “urante mucho tiempo afirmaron que la energía nuclerar era emisora de altas dosis de carbono, pero está demostrado que no”.

A su juicio, “la contradicción es ser ambientalista y estar a favor de las llamadas fuentes ´renovables´. Hoy los pronucleares son los únicos verdaderos ambientalistas. Es solo cuestión de tiempo que todos se den cuenta”.

El experto polemizó también con el concepto de sociedad que está detrás de cada uno de los planteos. Dijo que los ambientalistas tradicionales, a los que llamó “románticos”, defienden un modelo que baje drásticamente los niveles de consumo y que sólo cierra “sin comer carne, con todos vegetarianos”.

Pero la energía nuclear, subrayó, no demanda esa clase de transformaciones y puede combatir de inmediato el calentamiento del planeta sin cambiar el estilo de vida.

Sobre los residuos, también dijo que son menos peligrosos de lo que comúnmente se piensa. “Yo creía como muchos que el residuo nuclear era una cosa líquida y verdosa, porque crecí viendo Los Simpsons. Pero en realidad el residuo es sólido y gris, y es totalmente controlable. También se puede reutilizar”, afirmó.

Señaló que cambiar la fama de la energía nuclear será un trabajo arduo y consideró lógico que nadie quiera una planta cerca porque “hay un miedo comprensible a las tecnologías que producen energía sin fuego. El hombre arrastra 300 años de historia de energía a partir del fuego y no puede concebir algo distinto”.


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