Poesía con espejo
Una clínica en Rosario “cambia todo el tiempo”, dice su creador, el arquitecto Rafael Iglesias.
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FOTOS: Gustavo Frittegotto TEXTO: Cortesía estudio Rafael Iglesias
La fachada de la clínica Proar, en Rosario, permite que se desfiguren las imágenes y en algunos casos -según la posición- deforma la silueta y la imagen parece embarazarse. “Le comenté a una amiga que cuando pase lo haga con cuidado porque embaraza y no discrimina ni siquiera por los sexos. Ella me comentó que ya había cerrado la fábrica y que ahora puso en su lugar un parque de diversiones. En este trabajo me interesa hablar sobre el contacto de lo privado con lo urbano”, comenta el arquitecto Rafael Iglesias, el creador de esta obra que impacta en la avenida Italia. El ingreso surge cuando un módulo del frente se empuja hacia atrás para abrir un espacio que permite entrar o salir. Se imponen “los verbos entrar, salir, cerrar, abrir… y no el sustantivo puerta. En todos mis proyectos me interesa ese espacio que une lo privado con lo público”, acota el profesional. “Entro al proyecto con metáforas quizás porque fue la primera manera que el primitivo se comunicó con el medio, cuando derriba el corral animal y su pensamiento comienza a ser simbólico. Esto que no se bien que cosa es, esconde detrás una clínica de reproducción asistida. Reproducción. Donde tiene más valor la idea que el contenido, el significado como principio constructivo. El reflejo como metáfora de la reproducción. Borges los odiaba; decía que “los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan”, comenta Iglesias. ¿Qué cosa es esto? ¿Es arquitectura? ¿Qué cosa es hoy eso que llamamos arquitectura? ¿Se sigue definiendo igual? Piensa Iglesias: “¿Una arquitectura incapaz de dejar una huella para poder reconstruir un pasado es arquitectura? No, es una obra que no tiene forma, que no se preocupa por la distribución de los pesos ni de los recorridos, ni de la sombra, solo se dedica asombrar, a ignorar la gravedad. Su imagen se muestra inhabitable, un imposible espacio de reflejos. Y aunque refleja, no es un espejo, aunque mira y es mirada, no reproduce: interpreta. Inmaterial, se comporta como los líquidos que reflejan imágenes imperfectas, una arquitectura líquida. Sólo una ilusión, como la que tienen los que acuden a este lugar: una clínica de fertilidad asistida. Nada hace suponer que es habitable, no hay puertas, ventanas, cornisas… todo eso que diferencia a la arquitectura de una escultura o un monumento. Éstos (los monumentos) apelan al recuerdo, la conmemoración; el espejo no tiene memoria, su imagen cambia constantemente. Es incapaz de retener un recuerdo. Inquieta la mitad de la cuadra, no ampara, sorprende. Es contextual en cualquier medio, desprecia concepto de lugar, aunque vive de éste, lo consume, podría estar en cualquier parte, en Venecia, en La Pampa, en NYC, en una favela y siempre estará narrando de otra manera lo que sucede alrededor para decir otra cosa, no ya quién es y qué sucede en su interior, ni su historia, es decir de dónde viene. La arquitectura dice siempre en su lenguaje quién es: soy una casa, un edificio, una cárcel, una escuela… Esto trata de interpretar lo que sucede a su alrededor de otra manera y ver cómo este la transforma… No copia la realidad, la perturba, la burla. Así como la arquitectura es el reflejo de la sociedad que cobija, de su pasado, ésta (la fachada) actúa de manera inversa, es el reflejo de lo que sucede a su alrededor y siempre en presente. No es un sustantivo es verbal. No esta ni en el tiempo ni en el espacio que prolonga en vano una realidad incierta. La imagen que en ella aparece es la realidad de un mundo irreal, contradictorio. No se busca, se encuentra, como ese espermatozoide que se forma por el reflejo de la luz de la calle, una casualidad. Está materializada no con la perfección del acero usado en el Primer Mundo. Busca la imperfección, imágenes en distorsión, movimiento imperfecta, como los humanos, que pretende engendrar”. El equipo de trabajo lo constituyeron los arquitectos Rafael Iglesia, Pedro Aybar, Pablo Temporini, Guillermina Iglesia y Franco Comba.
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