¿Volvieron los noventa?

La cercanía del fin de año crea una carga emocional adicional a las fechas que se conmemoran. Una especie de retrospectiva sobre un pasado que no podremos recuperar. Pero no todo lo pasado es pisado. En pocos días se cumplirá un año desde que Javier Milei llegó al poder del Gobierno nacional en lo que fue un hecho inédito para el país y que aún a la política tradicional y a una parte de la sociedad le cuesta digerirlo. También, con mucha más historia detrás, el 30 diciembre se conmemorarán 20 años de la tragedia de Cromañón.

La muerte de 194 jóvenes en un recital de rock, parte de una generación que hoy ocupa o se acerca a los lugares de poder o conducción, fue uno de los más lamentables síntomas de fin de los noventa. Un hecho sacó a la luz la pus noventista y que reveló un entramado de corrupción, falta de controles estatales y una cultura que buscaba sobreponerse -bajo el sello del aguante- a todas las heridas de la Argentina neoliberal de Carlos Menem.

La referencia al pasado es muy importante, pero si se la analiza y se la trata de interpretar. Hay especialistas que ven en el presente económico del país similitudes con las épocas de bonanzas de los noventa argentinos. Por supuesto que esa década tuvo años donde varios sectores de la sociedad argentina pudieron disfrutar del impacto positivo de una economía desregulada. Incluso, vale recordar, que no fueron pocos años y que aun cuando rápidamente las primeras voces críticas se empezaron a escuchar, el fallecido expresidente consiguió la reelección.

Basta con consultar a cualquiera, que con honestidad quiera responder, para que diga sí era perceptible el desenlace que tuvo un presente, para algunos, dorado. Muy poca gente dirá que lo vio venir. Porque por más que se intenten retorcer las interpretaciones de lo que ocurrió en diciembre de 2001, las causas de la caída de un gobierno por la presión popular no son otras que ese caldo de exclusión cultivado en la década que se dejaba atrás.

El Gobierno de Milei atraviesa, a casi un año de gestión, uno de sus mejores momentos de popularidad y, además, los indicadores que le interesan al presidente están en bonanza. Y si bien es el propio mandatario quien elogia toda la nomenclatura noventista, seguramente la suma de todo no es suficiente para asegurar que la historia se vuelva a repetir.

En base a los datos, más financieros que económicos, el Ejecutivo entiende que la recesión fue dejada atrás. Pero si se miran las inversiones y la puesta en marcha de los proyectos productivos, por ejemplo los relacionados a Vaca Muerta, que tiene cinco de las seis propuestas que se inscribieron bajo los lineamientos del RIGI, podrá verse que los desembolsos no están proyectados antes del 2027.

Para alcanzar esa fecha, año de una posible reelección para La Libertad Avanza, el gobierno tiene en el medio mucha agua que cruzar. La primera prueba clave que el oficialismo intentará aprobar será el año que viene donde, junto con la eliminación del cepo cambiario, una ratificación política es lo que miran los inversores para traer los dólares al país. En los últimos días los movimientos en espejo con el kirchnerismo le trajeron al Gobierno el reproche de su principal aliado y quien le prestó base electoral para llegar a la victoria: el PRO de Mauricio Macri.

Milei está dispuesto a llevar los límites del pragmatismo hasta fronteras que por ahora la política nacional pocas veces vio. Quizás sea su principal capital político para que su versión de los noventa intente el éxito. De todos modos, vale aclarar, tampoco es una novedad, pero sí lo son los modos con los que ensaya: no lo discursivo, sino sus acciones políticas.

Por ahora no se ve línea alguna de contención social para los impactos negativos de un proyecto económico más anarcocapitalista que liberal. Esa falta de tacto es la que puede llegar a tocar fibras que, también por el fin de año, suelen sensibilizarse. Es muy pronto para asegurar que “volvieron los noventa”, pero es muy probable que las generaciones que los vivieron tengan desarrollado algún tipo de antídoto para no querer repetir tragedias.


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