Transparencia electoral

La sorpresa ante los resultados de la primera vuelta electoral y los movimientos políticos que ocurrieron a continuación opacaron un aspecto que no debiera ser despreciado: la tranquilidad de la jornada de votación y la transparencia y celeridad en la transmisión de los resultados, que habla muy bien de la fortaleza del sistema electoral y la conciencia cívica de los argentinos.

Uno de los más importantes teóricos de la democracia liberal moderna, el politólogo polaco-estadounidense Adam Przeworski, señala que una de las características del sistema es que la insatisfacción con sus resultados es estructural. Después de cada votación, “casi el 50% de los electores está en el lado perdedor, entonces está decepcionado. Luego, una parte de los que votaron por el candidato ganador se decepcionan con su actuación. Entonces, una mayoría está siempre decepcionada” señala. Pero, al mismo tiempo, está la esperanza de que en futuras votaciones otro candidato no lo haga, en oscilación permanente entre desencanto e ilusión.

En nuestro país, como en otros, se agrega además un descontento generalizado por los pobres resultados de algunas gestiones democráticas, que han producido estancamiento económico, inflación, aumento de la pobreza, mayor desigualdad y una sensación de que el Estado no provee servicios de calidad para las mayorías, mientras ciertas elites políticas y económicas sí mejoran su nivel de vida. Pero, como señala el también politólogo Andrés Malamud, hasta ahora eso se traduce en un “malestar en democracia” y no contra ella: “la gente sale a la calle, protesta y vota” premiando y, más a menudo, castigando gestiones. A 40 años de la recuperación de la democracia, y a pesar de haber transitado amenazas y severas crisis económicas y políticas, los argentinos han encontrado la manera de resolverlas en el marco de las instituciones y mediante las urnas.

Uno de las mayores fortalezas es el sistema electoral, que más allá de cuestionamientos puntuales volvió a demostrar eficacia, transparencia y celeridad tanto en la votación como en la comunicación de los resultados. Los conflictos durante la emisión del voto fueron escasos y la diferencia entre el recuento provisorio y definitivo mínimo, sin incidir en el resultado. Se ha consolidado un sistema de controles cruzados entre el Ejecutivo, la Justicia Electoral, los partidos y los ciudadanos en cada paso del proceso que hace muy difícil alterar los resultados.

Por ello resulta preocupante la proliferación, sobre todo en redes, de información falsa sobre un presunto “microfraude”, “descubierto” en distintas jurisdicciones, argumentando que en varios telegramas figuran “0 votos” para una fuerza. Como bien destaca un informe hecho esta semana por el Centro de Investigación para la Calidad Democrática (Cicad) se trata de una anomalía que afectó a todas las fuerzas políticas por igual (1.669 telegramas de LLA, 1.652 de UP y 1.675 de JxC) y se ha dado en otras elecciones sin alterar resultados, que se hacen no en base a esos telegramas sino de las actas finales oficiales del escrutinio, supervisadas por presidentes de mesa, fiscales y validadas por autoridades de la Justicia electoral antes de cargarse en el sistema. Y que son la única base para proclamar ganadores y adjudicar bancas legislativas. Los reclamos en votaciones ajustadas, como en La Plata, se resolvieron revisando actas e incluso reabriendo urnas.

Sin dudas nuestro sistema electoral tiene debilidades: una laxitud de la legislación para crear partidos políticos, que permite la proliferación de fuerzas de escasa representatividad. También el financiamiento de campañas, que habilitó graves hechos de corrupción. Hay quienes promueven el sistema de boleta única por sobre las partidarias, aplicado en varias provincias con muy buenos resultados, que evita maniobras clientelares y el robo de papeletas.

Más allá de críticas válidas, es necesario el compromiso de todas las fuerzas en evitar las suspicacias mezquinas y defender de la desinformación al sistema electoral, que es sin dudas uno de los pilares del consenso y la consolidación de nuestra democracia en estas cuatro décadas.


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