Transiciones complejas

Río Negro y Neuquén comenzaron extensos procesos de transiciones políticas, dado que el adelantamiento de las elecciones provinciales hizo que deban convivir durante más de 8 meses gobernadores electos con mandatarios salientes, en un contexto de crisis económica acelerada, malestar social y una campaña nacional que recién se inicia. A esto se sumó el anuncio de que el presidente Alberto Fernández no irá por su reelección, lo que implica reacomodamientos en el poder central que obligarán a los actores a un ejercicio de responsabilidad política.

Llamativamente, fue la provincia donde triunfó el candidato opositor donde se dieron los primeros pasos para despejar incertidumbres, ya que el ganador Rolando Figueroa fue recibido por el gobernador en funciones, Omar Gutiérrez, tras la histórica derrota del MPN. La buena relación personal (Figueroa fue su vice por cuatro años) y la necesidad de dar certidumbres al sector productivo tras el sacudón político hizo que la cordialidad y la promesa de coordinar acciones dominaran el encuentro. Como se dijo en este diario, aunque Figueroa se diferencie de la Lista Azul en su visión sobre el destino de la renta petrolera y el manejo del Estado, no deja de ser un hombre del movimiento y probablemente su gestión busque realizar los cambios propuestos sin rupturas dramáticas. La elección de un mecanismo formal de consultas, los gestos de respeto mutuo y predisposición al diálogo fueron un buen inicio. Habrá que ver si el clima cordial se mantiene al abordar temas espinosos de gestión que tendrán consecuencias futuras, como la agenda petrolera, la negociación con gremios estatales o los problemas en salud, educación y la Justicia.

En el caso rionegrino, aunque un gobierno del mismo signo debiera facilitar las cosas, la desconfianza mutua afecta el trato entre mandatario saliente y entrante. La gobernadora Carreras minimizó un encuentro directo ni apura equipos de transición. Aquí las negociaciones salariales, los pases a planta permanente y la gestión de la deuda del Plan Castello podrían generar fricciones que compliquen la gobernabilidad.

Las características de la elección suman condimentos a las transiciones. Si bien los resultados provinciales no son extrapolables al plano nacional, evidenció una importante fragmentación política, el peso cada vez menor de los partidos tradicionales y un descontento profundo de la ciudadanía, que en el caso rionegrino se tradujo en alta abstención. La fórmula de colectoras y coaliciones amplias para sumar voluntades se traducirá en legislaturas más complejas y horizontales, que demandarán pragmatismo y mayor esfuerzo de negociación.

En el plano nacional destacó la renuncia del presidente Alberto Fernández a ir por la reelección, una decisión previsible. Su pésima imagen y liderazgo debilitado por la crisis económica agudizada por una aceleración inflacionaria y tensión cambiaria, sumada a la ofensiva del ala cristinista del FdT, hicieron inviable su postulación. Si bien su salida despeja dudas en el peronismo, deja interrogantes sobre su rol y credibilidad en los meses que quedan de mandato, dada la licuación de su poder personal, a pesar de que conserva la “lapicera” para la gestión cotidiana. Algunos analistas dudan en que, por su personalidad, se resigne a ser un “presidente protocolar”. Gobernadores, sindicalistas y otros aspirantes ya comenzaron a reclamar más espacios de decisión.

El problema de las transiciones en el marco de crisis económicas como la actual es si los actores están dispuestos a compartir costos políticos de medidas que seguramente serán impopulares.

Un dato alentador de los comicios fue que todos los ganadores prometieron diálogo, se alejaron de la grieta y ninguno habló de refundar ni dinamitar nada. Una dosis de realismo que debiera trasladarse al plano nacional: mostrar a una ciudadanía escéptica y angustiada que los problemas se arreglan consensuando medidas concretas y sustentables, no montándose en la crisis y prometiendo soluciones mágicas en busca de réditos políticos inmediatos.