Se agrava la crisis sanitaria

La situación de la salud en Río Negro y Neuquén volvió a ser noticia, debido a la creciente fuga de profesionales médicos de la órbita de las obras sociales, debido a las demoras y falta de actualización de los pagos, lo que redunda en una baja en la cobertura y la calidad de atención, un costo económico creciente para los pacientes y en una mayor presión sobre un sistema público que ya estaba en franco deterioro.

La principal razón de la crisis actual tiene es la aceleración inflacionaria en el país, donde los valores que acuerdan obras sociales y prepagas con los prestadores de salud quedan rápidamente desactualizados, sumado a los extensos plazos de pago (30, 60, 90 días) que en un contexto de suba de precios promedio del orden del 7% mensual implica una rebaja en lo que reciben los prestadores. A esto se suman las periódicas corridas cambiarias, que en un sector donde insumos, aparatos y medicamentos tienen sus precios dolarizados, agrava las distorsiones entre costos y financiamiento.

De esta manera el pago de “coseguros”, “plus” o la atención de manera particular, con una incierta promesa de “reintegro” en un futuro impreciso se ha ido transformando en la norma del sistema, perjudicando más a los usuarios de menores ingresos. Cada vez más profesionales deciden salir de los sistemas y atender de forma particular, lo que lleva a privatización de hecho de la salud, porque los pacientes siguen teniendo descuentos de su obra social o prepaga, pero de todos modos deben abonar un extra o toda la atención. Por otro lado, como forma de respuesta, varias entidades de salud pasaron de los convenios con colegios profesionales a la contratación directa de médicos, reduciendo la oferta y muchas veces sobreexplotando el recurso humano. La calidad de atención de los pacientes se ha visto reducida, con turnos de 15 minutos, sobreturnos, largas esperas en las recepciones y la reducción o eliminación de guardias y atención de urgencia en las principales clínicas privadas de la región.

Por otra parte, el encarecimiento de la atención en el sector privado ha generado una migración de pacientes hacia hospitales y salas de atención primaria, incrementando la presión sobre un sector público que ya se encontraba saturado y con serios problemas de falta de profesionales y de infraestructura suficiente, incluso antes de la pandemia.

No es un problema exclusivo de Río Negro y Neuquén. Entidades médicas, obras sociales e incluso privados de todo el país han alertado sobre la crisis del sistema sanitario. Al desajuste inflacionario, se agregan condiciones estructurales, como la falta de profesionales y de residentes médicos en especialidades críticas como pediatría, medicina general, clínica médica, terapia intensiva, ginecología, obstetricia y cirugía. La extensión de las carreras (hasta 12 años de formación) malas condiciones laborales (extensas guardias de 24 horas, pluriempleo, deficiencias edilicias, agresiones y maltratos) bajos salarios y la opción por especialidades más rentables y con mejores condiciones para un proyecto de vida han disminuido la oferta de profesionales para estas áreas críticas y también la disponibilidad de residentes, a menudo la cara más visible de las instituciones médicas. Incluso provincias pobladas y de mejores ingresos como CABA, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba no logran cubrir cargos. La situación también alienta a fuga de profesionales al exterior, donde mejores condiciones económicas y laborales tientan a muchos.

Pese a que el problema es dramático y afecta a casi toda la población, ocupa un lugar marginal en la agenda de los políticos, sin distinciones. Hay varias propuestas de reformar el sistema: hacia un seguro nacional público de salud, otras con mayor incidencia del sector privado, de mejorar la transparencia e integración de la gestión y el financiamiento, de reformular las carreras universitarias, pero todas han quedado cajoneadas en un Congreso inactivo. Y mientras la clase política debate listas y candidaturas, la población sufre el colapso de un sistema que tendrá consecuencias irreversibles en el futuro de nuestra población, sobre todo en los más vulnerables.


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