Rutas trágicas

Una nueva tragedia en la Ruta 22 reavivó los reclamos para que se acelere de una vez por todas con la modernización del sistema vial en Río Negro y Neuquén, colapsado desde hace décadas debido al fuerte aumento del parque automotor privado y la incorporación de nuevas actividades productivas con uso intensivo del camión, que conviven con la exasperante lentitud de los distintos gobiernos nacionales y provinciales para modernizar la infraestructura.

Dos personas perdieron la vida el martes a la noche, cuando su auto impactó contra la barrera de hormigón de uno de los sectores todavía en obras sobre la Ruta Nacional 22. El hecho ocurrió a la altura de Fernández Oro, uno de los tramos de la ruta que se intenta modernizar desde hace más de 20 años, bajo cuatro administraciones nacionales distintas, sin éxito. Tachos abollados mal señalizados, obras a medio terminar y desvíos de ripio que se vuelven trampas cuando llueve, acompañan a quien debe transitar por el Alto Valle. La falta de fondos, el clima, incumplimientos empresarios, desacuerdos entre Nación, provincias y municipios sobre el diseño y la desactualización de montos por la inflación, han sido parte del repertorio de excusas para seguir demorando la culminación de la vía de comunicación más importante de la región del Comahue.

El caso de la 22 es el más evidente, pero no el único. Críticas similares pueden hacerse sobre la Ruta 23, cuyo “último tramo” lleva tres años de demora; la Ruta 151, cada vez más destrozada y sin obras, a la que se añaden los daños en el puente ferrocarretero que afecta la alternativa del viaje en tren entre Cipolletti y Neuquén; y más de diez rutas provinciales en ambas jurisdicciones siguen esperando prometidas ampliaciones o arreglos que jamás llegan, o se hacen a medias y todos saben durarán poco. Por la zona del Alto Valle de la Ruta 22 circulan a diario más de 18.000 vehículos y 5.000 camiones, mientras que la alternativa Ruta Provincial 65, la “ruta chica” tiene un tránsito de unos 5.000 vehículos y 550 camiones en pocas horas, según el gobierno rionegrino. Al tránsito habitual de automóviles, colectivos y camiones propios de la actividad frutícola y el comercio de la “ciudad lineal” entre Chichinales y Senillosa se agregó el boom de Vaca Muerta, que ha sobrecargado el uso de todas las vías de comunicación.

Dos décadas después, aún se debate si la Ruta 22 debe ir por la actual traza o por la zona norte de bardas, si debe ser autopista con pasos elevados o autovía en zonas urbanas, si se debe financiar sólo con aporte estatal o con un sistema público-privado y mediante el sistema de peajes. Entre la crisis económica que afectó al gobierno de Alberto Fernández y el recorte presupuestario que fijó la nueva gestión de Javier Milei, se acumulan dos años de inacción.

La nueva propuesta de los gobiernos de Rolando Figueroa y Alberto Weretilneck, de traspasar al ámbito provincial tramos de las rutas nacionales en Río Negro y Neuquén para financiar después su mejora y mantenimiento mediante peajes, no está exenta de polémica. Las cámaras empresarias alertan sobre los sobrecostos del esquema para el sector productivo, ya complicado por la recesión, la suba de tarifas de energía, el aumento en los combustibles y un costo laboral más elevado que el resto del país. Las cámaras empresarias argumentaron además que el gravamen podría ser inconstitucional, ya que habitualmente los peajes se imponen sobre autopistas nuevas terminadas, que cuentan con alternativas gratuitas de menor calidad. No sería el caso de la región, donde se cobraría a transportistas y turistas para circular sobre vías ya construidas y sin alternativas. Tampoco se presentó un estudio que justifique los montos a cobrar, entre los más altos del país, ni un plan detallado de las obras de mejora y ampliación que se realizarán.

Dada la historia reciente, son legítimas las dudas sobre si el esquema permitirá finalmente modernizar y mejorar la seguridad del sistema vial de la región, o sufrirá la misma suerte del famoso impuesto a los combustibles, cuya finalidad era construir y mejorar rutas y que terminó en la nebulosa de los gastos generales de Estado.


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