Responsabilidad ante la crisis
Fiel a su costumbre, el verborrágico Aníbal Fernández desató una fuerte polémica con la oposición al realizar un lúgubre pronóstico: el ministro de Seguridad anticipó que si la oposición gana las próximas elecciones habrá “calles regadas de sangre y muertos” debido a una inevitable represión que acompañaría un brutal ajuste económico.
La sentencia fue una respuesta a otra frase que hizo mucho ruido. El expresidente Mauricio Macri señaló ante empresarios que comienza una campaña compleja donde “día a día hay más gente que se enoja y que cree que hay que romper todo”, por lo cual anticipó que quien llegue al gobierno deberá “dinamitar, bueno, semi-dinamitar todo, no absolutamente todo”.
El marco de ambas frases tiene mucho que ver con la lectura de las últimas encuestas en las dos principales coaliciones políticas y un denominador común: el crecimiento del candidato ultralibertario Javier Milei, que amenaza con colarse en un balotaje y dejar afuera a una de las dos corrientes mayoritarias. Por eso, mientras desde Juntos por el Cambio tanto Macri como Patricia Bullrich endurecen el discurso buscando enviar guiños a ese electorado hastiado de la política tradicional y fuertemente conservador, desde el sector del Frente de Todos que responde al presidente Alberto Fernández habría comenzado una estrategia de generar temor en el votante moderado y polarizar con el sector más “duro” de la oposición de JxC para igualarlo con Milei.
No es la primera vez que Aníbal Fernández se despacha con frases altisonantes y escandalosas. De hecho, cuando el presidente lo incorpora al Gabinete luego de su estrepitosa derrota en las PASO para las legislativas de 2021, más que sus dotes como funcionario “multipropósito” en varias administraciones peronistas, pesó su fama de “espadachín mediático”. Actualmente es el principal (y casi solitario) defensor de la reelección del presidente, ante el embate y las críticas del kirchnerismo cercano a Cristina Fernández, enzarzándose en varias polémicas no sólo con la oposición sino también con referentes de La Cámpora.
Algunos de sus dichos son bautizados con el mote de “anibaladas”, por lo chocantes. Entre las más famosas figuran “La doctora Carrió no tiene los patitos en fila”, “La inseguridad es una sensación”, que Argentina tenía menos pobreza que Alemania “aunque no te guste y te cueste aceptar”, que antes de dejarles sus hijos a María Eugenia Vidal “se los dejo a Barreda”, o que Alberto Fernández no podía, a su pareja Fabiola Yáñez, “llevarla a la habitación y pegarle dos piñas porque cometió un error” por el festejo de su cumpleaños en pandemia, entre otras.
Lo preocupante es que sus últimas frases no sólo no fueron repudiadas sino reforzadas más tarde por el Jefe de Gabinete Agustín Rossi, quien alertó que “la inflación se espiralizará” si la oposición gana y unificó a Macri, Bullrich y Milei con una “cultura fascista” que convive “con la familia demócrata, liberal y antiperonista”. Se sumó el titular del PJ bonaerense Máximo Kirchner, anticipando un escenario similar al 2001 si vuelven los dirigentes “del que se vayan todos” en alusión a la crisis que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa.
Quizás esta apuesta por la polarización extrema sería más comprensible en la recta final de una reñida campaña presidencial, pero se escenifica a cuatro meses de las primarias y a seis de las generales, ante una población que sufre la aceleración inflacionaria más importante de los últimos 21 años, con niveles de pobreza superiores al 40%, angustiada por la inseguridad y en un estado de frustración y hartazgo ante una clase dirigente ensimismada en internas y ambiciones de corto plazo.
En este contexto, sería ingenuo pedir consensos al estilo Pacto de la Moncloa español, pero la grave crisis demanda al menos políticos responsables que piensen en un mínimo acercamiento para buscar soluciones inmediatas a problemas urgentes, y no exponer las diferencias mediante discursos apocalípticos y metáforas bélicas, que no hacen sino agregar combustible al descontento social.
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