La democracia representativa y las cosas como son

Desde hace ya bastante tiempo, la elección legislativa de este año se está disputando en una mesa de arena donde esencialmente prima la desconfianza. El presidente Javier Milei ha dicho que con Mauricio Macri “deberíamos ir juntos en todo el país para barrer al kirchnerismo”, una expresión política que para el PRO podría esconder una maniobra de abducción por parte del oficialismo. De allí, que en la eventual convergencia electoral de la centro-derecha todos patean la pelota para adelante.

La actual hojarasca está en realidad bastante alejada de lo que debería arrojar el resultado de octubre, ya que lo que hay por delante no es ni más ni menos que un proceso de reacomodamiento legislativo que debería ser algo así como la conformación de una coalición de gobierno al estilo europeo. Esta modalidad resulta ser un juego más que habitual en los regímenes parlamentarios allí imperantes, donde para formar gobierno o conseguir la aprobación de las leyes finalmente juegan más las bancas conseguidas que los votos cosechados en las urnas. El resultado práctico recién se establece cuando se registran las voluntades en el recinto.

La idea que está metida en la cabeza de la sociedad es que la elección será ganada por el partido que reciba más votos. Entonces, se afirma que si La Libertad Avanza (LLA) y el PRO van en boletas separadas podrían “perder” frente al kirchnerismo de Unión por la Patria (UxP). Por más que el resultado pueda ser leído en primera instancia como un traspié de los dos primeros, esto no será necesariamente así y la elección legislativa de 2023 es suficientemente clarificadora al respecto.

Aquellos resultados quedaron inamovibles y le dieron la actual fisonomía a las dos cámaras del Congreso. Más allá del caso del Senado, donde jugaron factores adicionales, como que la cuasi mayoría kirchnerista era muy difícil de vulnerar (33 bancas, a cuatro del quórum propio), que las elecciones de la Cámara Alta involucran solamente a ocho provincias por vez o que siempre está presente el juego directo de los gobernadores, los números obtenidos en Diputados son muy elocuentes sobre cómo se establecen las mayorías.

Para demostrar que la situación de ir por separado no sería para nada grave, vale recordar los números que se dieron entonces para la Cámara Baja: Unión por la Patria consiguió 9,3 millones de votos (55 diputados); La Libertad Avanza, 6,8 millones (35 diputados) y Juntos por el Cambio, 6,4 millones (31 diputados).

La conclusión lineal es que numéricamente y en bancas, el kirchnerismo fue quien se llevó la victoria, pero se debe reparar en que los votos sumados de la entonces oposición (13,2 millones) y sobre todos los escaños conseguidos (66 a 55) en la práctica la dejaron a ésta en posición ganadora, por más que hayan ido por separado y que el primer golpe de vista haya marcado otra cosa.

A ese resultado de la Cámara Baja, se le sumó luego el remanente de diputados que habrá que renovar este año. El bloque de UxP, el partido que ganó aquellas elecciones, a la fecha dispone de 98 legisladores como primera minoría, pero está a 21 votos de tener quórum propio.

Igualmente, y con sensibles minorías en las dos cámaras, sobre todo en el Senado y pese a no tener a priori una aceitada muñeca política, bastante bien se las ha arreglado el oficialismo durante este tiempo para mandar para atrás algunas iniciativas que lo desacomodaban o para aprobar ciertas leyes que necesitaba. Si desde el costado práctico, los libertarios y el resto de los opositores al kirchnerismo se hubiesen dedicado a potenciar la alianza que nunca arrancó, la realidad de las bancas –más allá de las instancias de mayorías calificadas (2/3 de los votos)- finalmente, se habría impuesto 100% al espejismo que surge de la suma de las papeletas.

Claro está que si se da la circunstancia de un resultado numérico que parezca que ganó un opositor eso será en primera instancia un golpe psicológico para el Gobierno lo que, a su vez, lo obligará a pensar en frío y a sentarse a negociar con los más afines para desactivar dicha sensación. Así, es el juego de la división de poderes en la democracia representativa.


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