Estrategias de opacidad

La libertad de expresión, paradójicamente en el mundo de la digitalización que prometió expandir las voces, está en riesgo. Por más que a algunos les parezca exagerado hoy plantear ese escenario solo por los exabruptos verbales al periodismo por parte del presidente Javier Milei. Es probable que eso solo es el decorado -por supuesto condenable- de una táctica corrosiva del poder político para teñir de oscuridad todos sus actos: la quita de la pauta pública -solo para los críticos- y las limitaciones incorporadas por decreto a la Ley 27.275 de acceso a la información pública, dan cuenta del plan en marcha.

Los medios de comunicación conocemos desde hace años sondeos, como el que cada año realizan Reuters y Oxford, que revelan una creciente evitación de las noticias por parte de las audiencias y que los públicos jóvenes son reticentes a consumir contenidos informativos en las plataformas tradicionales. Ese viene siendo uno, pero no el único, de los grandes desafíos que enfrentan las empresas periodísticas y el periodismo como oficio para seguir preguntando e indagando sobre los actos de gobierno que impactan en la vida de las sociedades.

El periodismo sin dudas tendrá nuevos formatos y estos evolucionan a velocidades inimaginables. Es quizá esta industria una de las que más tuvo que dinamizarse en las últimas dos décadas. Y hacia adelante las pocas señales claras solo son de mayor celeridad. Sin embargo, el rol del periodismo en la sociedad no cambia su esencia y seguirá existiendo a pesar de lo que los poderes entienden la coyuntura como una oportunidad para sacarse de encima al principal control al que debieron exponerse siempre.

Recientemente el editor del prestigioso New York Times, A.G. Sulzberger, publicó una resonante nota de opinión en uno de sus competidores (The Washington Post) donde alerta la amenaza que comienza vivir la libertad de expresión en el mundo y particularmente Estados Unidos, el país de las libertades individuales, con el posible retorno al poder de Donald Trump.

Platea que al tratarse de una democracia el poder “no puede clausurar simplemente los diarios y meter presos a los periodistas. En cambio, se propone socavar a las empresas de noticias independientes de maneras más sutiles, con herramientas burocráticas, como las leyes impositivas, el otorgamiento de licencias de transmisión, o contrataciones del Estado”. Y agrega que en paralelo “recompensa a medios de prensa adictos con pauta oficial, exenciones impositivas y otros subsidios del Estado, y ayuda al empresariado amigo a adquirir otros medios de comunicación debilitados, a precio de remate, para que los conviertan en órganos difusores de su gobierno”.

La estrategia para cercenar la libertad de prensa


Sulzberger describe que la estrategia, documentada en el mundo con casos como el de Hungría, tiene cinco pasos y que son formas -por supuesto más sutiles que las de China y Rusia- donde las medidas de represión a la prensa se vuelven más efectivas por ser menos dramáticas.

Anota entre los pasos: 1) sembrar desconfianza en la opinión pública sobre el periodismo independiente y normalizando el acoso a los periodistas; 2) manipular el sistema legal y regulatorio para castigar a periodistas y organizaciones de noticias; 3) hacer una explotación de la Justicia, en general a través de causas civiles, para imponer sanciones logísticas y financieras adicionales al periodismo caído en desgracia, incluso con denuncias sin sustento legal; 4) escalar los ataques contra los periodistas y sus empleadores; 5) utilizar los resortes del poder, no solo para castigar a los periodistas independientes, sino también para recompensar a quienes demuestran lealtad y sumisión.

Resultan asombrosas las similitudes con el accionar del gobierno libertario. La semana pasada organizaciones civiles reclamaron contra las limitaciones en la ley de acceso a la información pública y aseguraron que solo amplía el secreto y suma discrecionalidad. El periodismo libre tiene un rol en la democracia y es irrenunciable. No para sí, sino para la sociedad al aportar información confiable para que el país sea libre, próspero y seguro para sus habitantes.


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