Emergencia y previsión
Una vez más, las intensas lluvias de otoño en la región, ocurridas tras más de una década de sequía y acentuadas por el fenómeno de El Niño, nos trae imágenes de ríos desbordados, infraestructura dañada y pobladores evacuados, revelando fallas en la planificación urbana y en el manejo hídrico en tiempos en que el cambio climático hará cada vez más comunes eventos meteorológicos extremos.
Como reflejó este diario, el temporal que azotó al norte de la Patagonia, especialmente en la zona cordillerana, dejó a cientos de aislados, evacuados, autoevacuados y quienes decidieron permanecer en sus casas aún bajo agua, por temor a los robos. Los peores escenarios se vivieron en el norte Neuquino, donde la crecida de arroyos destruyó puentes y caminos y los poblados de Pichi Neuquén, aislado por el derrumbe de su pasarela, y de Sauzal Bonito, donde las casas quedaron parcialmente bajo el agua. Aguas abajo del río Neuquén, las zonas ribereñas de Vista Alegre, Centenario, y en Río Negro en Cinco Saltos, Cipolletti y Allen sufrieron anegamientos que obligaron decenas de familias a dejar sus viviendas o a permanecer en precarias condiciones. El problema es que, según los especialistas, los caudales en la zona de la Confluencia neuquina y el Alto Valle rionegrino seguirán altos durante al menos dos semanas. Y nuevas precipitaciones en los próximos días agregarían complejidad a la situación.
En el corto plazo, los esfuerzos combinados de la Autoridad de Cuencas, Defensa Civil, Vialidad, Bomberos y fuerzas de seguridad en los niveles provinciales y municipales han logrado sortear la emergencia, proveyendo soluciones a los afectados. Sin embargo, que se haya producido esta emergencia con caudales que no son los máximos de otras épocas, demuestra un preocupante problema de planificación ante situaciones que, según los expertos, serán cada vez comunes en el futuro.
Nuestras ciudades se han desarrollado en una cuenca que históricamente fue inundable. Las crecidas extraordinarias por tormentas de otoño o deshielo en primavera fueron constantes desde la formación del valle, y los cañadones que permanecen secos buena parte del año y se desbordan en épocas de lluvia también. No por nada el nombre que dieron los pueblos originarios a General Roca fue Fiske Menuco, “pantano pequeño” o “que se hunde”. La construcción del sistema de represas sobre el río Limay, y en menor medida sobre el Neuquén y el Colorado, han logrado atenuar el fenómeno (de hecho el desvío de agua hacia el dique Ballester y el canal Principal de Riego ha evitado males mayores) hasta hacerlo “manejable” en ciertos parámetros. Sin embargo, aunque las autoridades neuquinas insisten en que obras de infraestructura hídrica como Chihuidos podrían mejorar mucho la situación, también es cierto que el desarrollo de nuestras ciudades a menudo no ha contemplado esta compleja relación con los ríos.
Construcciones bloqueando zonas de escorrentía, urbanizaciones en zonas de chacra, el relleno y edificado sobre humedales naturales, la deforestación, la ocupación caótica de zonas ribereñas por asentamientos irregulares o desarrollos urbanísticos sin estudios de impacto ambiental, han contribuido a complicar la situación. Un estudio de la AIC ya señalaba años atrás que sólo en Neuquén hay 7 barrios que se verían comprometidos si el nivel del Limay supera los 1.200 m3 por segundo, y 10 si la crecida superara los 1.900 m3 por segundo, algo que sería extraordinario, pero no imposible. Allen y Cipolletti admitieron que decenas de familias en la última década han construido por debajo del nivel del río Negro o dentro de líneas de ribera y evacuación.
En momentos en que por efectos del calentamiento global estamos expuestos a eventos extremos, las provincias y ciudades deberían comprometerse en un esfuerzo conjunto para realizar una planificación urbana que contemple la dinámica de los ríos, establezca no sólo sistemas de alerta temprana sino también mapas actualizados con zonas de riesgo, desaliente asentamientos en zonas inundables, cuide los humedales y promueva forestaciones, ambos filtros naturales de lluvias intensas, y gestione obras de infraestructura que permitan proteger a las poblaciones más vulnerables.
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