Deserción democrática
La Ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina y el distrito más rico del país, se prepara para elegir hoy legisladores locales. El comicio fue nacionalizado por las principales fuerzas políticas para medir fuerzas de cara a las legislativas nacionales de octubre y tiene desde el vamos un costado negativo: se espera una baja participación del electorado. No es un fenómeno aislado.
Las reciente elecciones provinciales en Santa Fe, Chaco, San Luis, Jujuy y Salta registraron una participación muy inferior a la de años anteriores. En Santa Fe, que elegía constituyentes, la concurrencia fue inferior al 56% del padrón, en Chaco pasó del 66% al 52%, en San Luis descendió del 77% al 65%, en Salta del 64% al 59%. Jujuy tuvo el nivel de concurrencia más elevado, 70,5%, aún así cinco puntos por debajo de una elección similar en 2021.
El Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICAD) señala que el porcentaje de participación en elecciones de todo tipo cae entre 5 y 10 puntos cada diez años desde el retorno democrático en 1983.
Agrega que, siguiendo esta tendencia histórica, será común ver elecciones que se definen con el 60/65% de concurrencia, si no hay cambios.
Esta masiva deserción de los ciudadanos a la hora de cumplir su deber cívico es más preocupante aún si se tiene en cuenta que votar es un acto obligatorio por ley, más allá de que, producto de la inflación, las multas y sanciones por no concurrir hayan perdido eficacia.
La mayoría de los expertos coincide en que existe una crisis de representación de los partidos políticos en todo el mundo democrático, producto de las promesas incumplidas de los sistemas para garantizar el bienestar de las poblaciones.
De allí que instrumentos como la encuesta anual del Latinobarómetro registren que, si bien en América Latina se valora la democracia (52% de apoyo) hay tres elementos claves del sistema señalados como “innecesarios”: los partidos políticos (42%), el parlamento o Congreso (39%) y las oposiciones (37%), dejando un importante espacio para el surgimiento de autoritarismos.
En nuestro país, un sondeo de la consultora Trepuntozero ilustra sobre algunas facetas de esta desilusión con las instituciones. Si bien la mayoría valora positivamente que desde 1983 mejorara el respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales, también se siente defraudada por la persistente desigualdad en la distribución de la riqueza, el magro crecimiento económico y el funcionamiento de servicios públicos como la salud, la educación y la Justicia.
En cada ciclo de “ilusión y desencanto” como señala el historiador económico Pablo Gerchunoff, crece la desafección política y los distintos partidos, tanto los históricos como los nuevos, van perdiendo capacidad de movilizar a una ciudadanía cada vez más escéptica.
El comportamiento de los políticos en este turno electoral no contribuyó al entusiasmo, como ilustra el caso de CABA. Una elección que define representantes para resolver temas municipales fue capturada por la dirigencia nacional para definir espacios de poder y dirimir liderazgos para octubre.
Muchas de las diferencias que dividieron en 17 fuerzas la oferta electoral no tienen que ver con ideologías o programas sino con egos y disputas personales.
La legislación electoral tampoco incentiva un buen funcionamiento de los partidos. La facilidad para crear y mantener estructuras, incluso careciendo de representación real, permite crear verdaderos “sellos de goma” que en cada ciclo se compran, venden y usan para satisfacer apetencias personales de muchos dirigentes que saltan de una tienda a otra sin pudor.
En el medio, la ciudadanía espera recibir respuestas a problemas cotidianos: estabilidad económica, empleo, rutas y caminos transitables, incentivos para producir, servicios públicos eficaces y seguridad, entre otros.
La democracia necesita partidos políticos fuertes y participación, pero para ello su dirigencia debería enfocarse en idear propuestas movilizadoras, en tener un diálogo efectivo con sus bases y aplicar soluciones concretas a los problemas. De otro modo será imposible frenar esta deserción democrática de negativas consecuencias.
Comentarios