Argentina ante el reseteo global
En una semana caótica para los mercados globales, el presidente estadounidense Donald Trump abandonó el proteccionismo moderado y se embarcó intempestivamente en una guerra comercial con medio mundo, para luego dar marcha atrás ante los negativos resultados que se produjeron no sólo en las bolsas sino también el desplome de los bonos de deuda estadunidense.
La retirada, sin embargo, fue sólo parcial ya que mantuvo la ofensiva arancelaria sobre China, que respondió con sus propias subas de impuestos a las importaciones de Washington. En ambos casos, las tarifas quedaron por encima del 100% para sus respectivos productos. La tregua de 90 días que anunció Trump no terminó de apaciguar a los mercados. Sucede que el intercambio entre ambas superpotencias supone en 43% de la economía global y todos temen que esta pulseada de aranceles termine generando una larga recesión y aumentos de precios en todo el mundo.
El objetivo del presidente estadounidense es “reindustrializar Estados Unidos”, bajo las nuevas tecnologías como la IA y recuperar la supremacía de su país en este rubro, en el que había quedado rezagado respecto a su principal competidor global. Su estrategia incluye bajar o eliminar el gigantesco déficit comercial y recuperar industrias y empleos, usando los aranceles como “arma multiuso” para sus objetivos geopolíticos. Sin embargo, la mayoría de los expertos creen que su errática estrategia podría tener los efectos opuestos.
Una pérdida de confianza en el liderazgo estadounidense y ruptura de alianzas políticas que dieron estabilidad al mundo de la pos Guerra Fría, alienando a numerosos aliados que podrían optar por la autonomía o acercarse a China. Las tarifas podrían encarcer los costos de producción y entorpecer la llegada de insumos claves, generando además una inflación que afectará a los consumidores. A eso se añadiría la pérdida de mercados, por las represalias no solo de China sino de otros socios.
China busca dar una imagen de fortaleza y su líder Xi Jinping se mostró dispuesto a resitir “hasta el final” la pulseada arancelaria, pero tampoco saldría indemne de una espiral de sanciones comerciales. Estados Unidos es el principal mercado consumidor del mundo, y si se cierra no podría sustituirlo por otros, de menor tamaño y poder adquisitivo. Además, depende de materias primas y tecnología clave cuyo principal proveedor es la superpotencia americana.
Esta mutua interdependencia hace que se pronostique que, tarde o temprano, ambos gigantes se sentarán a negociar no sólo el comercio sino también aspectos estratégicos y de seguridad. El problema es que, en el intertanto, la volatilidad y la incertidumbre podrían ser la nueva normalidad.
El prestigioso instituto Elcano, de Madrid, publicó recientemente un documento donde, mediante la información disponible y la teoría de juegos, considera que en este “reseteo global” (donde China desafía la primacía de Estados Unidos y el América First de Trump cambia las reglas de juego) el mundo se dividirá en cinco bloques: Estados Unidos, los aliados de EE.UU., China, sus aliados y los “neutrales”. EE.UU. y China pueden elegir entre colaborar, replegarse o la confrontación abierta. Cada opción tiene efectos distintos sobre su proyección e influencia global.
Y el resto de los países afrontan tres alternativas: mantener su alineamiento con Washington, alinearse con Beijing “u optar por una autonomía estratégica que no implique aislamiento, sino diversificación de relaciones comerciales y geopolíticas, reforzando vínculos con países neutrales y emergentes”.
Los países neutrales, por su parte, “tienen la capacidad de jugar con ambos bloques, lo que podría alterar de manera significativa el equilibrio de poder internacional” agrega.
Por ahora, se está imponiendo una dinámica no cooperativa entre los principales actores, lo que “amenaza con generar un sistema inestable, con consecuencias profundas para la economía, la democracia y los valores compartidos a nivel mundial”, señala el informe.
A este marco exterior desafiante, Argentina suma debilidades propias. Una economía frágil y dependencia tanto de Washington como de Beijing para su estabilidad financiera y comercial, sumadas a una diplomacia ideologizada, errática y amateur que le ha valido varios traspiés. En el marco de incertidumbre actual, abandonar la grandilocuencia y buscar consensos políticos para elaborar una política exterior profesional, ágil, pragmática y de Estado parecieran ser la mejor opción ante el complejo panorama global.
En una semana caótica para los mercados globales, el presidente estadounidense Donald Trump abandonó el proteccionismo moderado y se embarcó intempestivamente en una guerra comercial con medio mundo, para luego dar marcha atrás ante los negativos resultados que se produjeron no sólo en las bolsas sino también el desplome de los bonos de deuda estadunidense.
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