Una empresa convierte el descarte de lana de oveja en aislantes térmicos

Con raíces en La Toma, San Luis, la firma Aislana busca combinar impacto regional, compromiso ambiental y desarrollo social.

Ubicada en La Toma, San Luis, Aislana se plantea renovar la mirada sobre la lana de oveja en Argentina al convertir lo que se consideraba un descarte en aislantes térmicos ecológicos. Fundada por Javier y Fernanda, un matrimonio que dio un giro de 180 grados a su vida urbana en Santa Fe para radicarse en un entorno rural, la empresa es un testimonio de reinvención e innovación.

“La motivación fue desde una necesidad. De resolver necesidad concreta” así lo afirma Javier Dupuy, cofundador de Aislana. “Teníamos lana después de esquilar nuestras ovejas y pensamos: ¿y si la usamos como aislante?”, cuenta Fernanda Oriolani. Esta idea, impulsó la búsqueda de investigaciones existentes en el país y en el mundo, cuando dieron con los trabajos del INTA, INTI y la UNCo en distintas localidades de la Patagonia. Esto permitió desarrollar su planta en La Toma, una instalación semi-industrial que combina energía renovable y procesos adaptados a pequeña escala.

Desde 2020, Aislana ha escalado de un proyecto doméstico a una planta con capacidad de procesamiento creciente, aún lejos de los 40.000 kilos estimados para un procesamiento óptimo. La ubicación en La Toma no es casual. “Queremos generar desarrollo local desde el territorio, sin depender de grandes urbes”, dice Fernanda.

«Teníamos lana después de esquilar nuestras ovejas y pensamos: ¿y si la usamos como aislante?»

Fernanda Oriolani, cofundadora de Aislana.

La motivación inicial fue construir una casa eficiente en el campo, utilizando lana como aislante. Desde entonces, Aislana ha recibido financiamiento de programas como la Ley Ovina y el apoyo de expertos locales e instituciones como el INTA y el INTI. Con estas asistencias técnicas, la empresa desarrolló procesos únicos, incluyendo el uso de lavadoras automatizadas y tecnologías de bajo impacto ambiental.

Aislana procesa alrededor de 12.000 kilos de lana anuales, una cifra que podría duplicarse con nuevas inversiones. Además, el 50% de la fibra de lana es carbono, lo que convierte su uso en una solución ambientalmente responsable para fijar dióxido de carbono. “Por cada kilo de lana procesada, se fijan 1,8 kilos de dióxido de carbono”, señala Javier.

Los emprendedores iniciaron con la búsqueda de investigaciones en el país y en el mundo, cuando dieron con los trabajos del INTA, INTI y la UNCo en distintas localidades de la Patagonia.

Aislana no solo apuesta por la sustentabilidad, sino también por fortalecer la economía regional. “Queremos pagar un precio justo por la lana para que los productores vean un beneficio real”, explica Fernanda. Sin embargo, los desafíos son muchos: desde la falta de maquinaria adecuada hasta el alto costo de transporte.

A futuro, Aislana busca automatizar sus procesos, ampliar sus líneas de trabajo y ofrecer capacitación en bioconstrucción. Su visión es clara: consolidarse como una empresa comprometida con el medio ambiente, el desarrollo local y la innovación tecnológica, sin perder el equilibrio de su vida rural.

Empresas como estas evidencian que incluso el material más humilde puede ser la base de una industria sustentable, replicable y con impacto global. Como concluye Javier: “La clave para nosotros es generar desarrollo sin alterar el equilibrio la vida local”.

(*) Nota realizada por Conrado Gigena..


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