Milei y los vestigios autoritarios de la libertad

La agenda económica del libertario es casi idéntica a la de Martínez de Hoz. Su admiración por Von Hayek y la inclusión de la Doctrina de la Seguridad Nacional en la plataforma de La Libertad Avanza. El rol del ex presidente Macri, que se erigió en su principal armador político tras las elecciones.

Milei, al referirse al posible resultado del balotaje, anticipó: "No lo podés aceptar".

“Aunque haya buenas razones para preferir un gobierno democrático limitado a un gobierno no democrático, debo confesar que prefiero un gobierno no democrático sometido a la ley, a un gobierno democrático sin limitaciones (y por tanto esencialmente arbitrario)”.


El extracto pertenece a una conferencia del economista austríaco Friedrich Von Hayek a fines de 1976 en el Institute of Public Affairs de Sidney. La ponencia pone en tela de juicio el valor de las mayorías democráticas como rectoras de los destinos de una nación, cuando estas empoderan a los gobernantes para intervenir en la economía, las relaciones sociales o la limitación de las libertades individuales.


El personaje de la cita es el objeto más preciado de la devoción de Javier Milei. El que inspira el núcleo de sus ideas en cuanto a la economía, la sociedad y el mundo, y el origen de la recurrente referencia a la “escuela austríaca”.


Buen comienzo para comprender la razón por la que Milei descree de esa misma democracia que lo tiene a estas horas como uno de los dos hombres señalados para conducir el país a partir del próximo 10 de diciembre.

Prócer. El economista austríaco Friedrich Von Hayek, venerado por Javier Milei.


Los libertarios sienten un profundo desprecio por el estado, en tanto es el único organismo vivo capaz de poner límites a la utopía del libre albedrío absoluto. El propio candidato se autodefine como militante del “anarco capitalismo”, lo que bien podría traducirse como “capitalismo salvaje con estado ausente”.


Pero si se observa en detalle en el trasfondo de los referentes, las citas, las relaciones políticas, y hasta en la propia plataforma electoral, lo que emerge es en realidad un estrecho vínculo entre “las ideas de la libertad” y la agenda que desplegaron las dictaduras latinoamericanas, y puntualmente la última dictadura cívico militar en Argentina.


No se trata de una teoría conspirativa ni de una asociación libre trazada a mano alzada.
El prócer económico de Milei, visitó asiduamente al dictador chileno Augusto Pinochet en los primeros años de su gobierno de facto. Junto a Milton Friedman, el padre de la escuela de Chicago, Von Hayek fue uno de los cultores de la política económica de la dictadura chilena, y uno de los ideólogos de la Constitución que el dictador impuso en 1980.

Existe un estrecho vínculo entre “las ideas de la libertad” y la agenda que desplegaron las dictaduras latinoamericanas, y puntualmente la última dictadura cívico militar en Argentina.


Vistas bajo el prisma de la inspiración que Von Hayek genera en el (ya no tan) despeinado candidato, sus simpatías por Benegas Lynch (hijo), sus estrechos vínculos con el hijo del genocida Antonio Bussi en Tucumán, o la explícita reivindicación de la dictadura de parte de su candidata a vice presidente Victoria Villaruel, ya no resultan tan extrañas.


Con ese mismo lente, tampoco sorprenden las precisas coincidencias entre el programa económico de Jorge Rafael Videla en Argentina, y la agenda que Milei repite como un mantra.


Las ideas de la “libertadura”



“La libertad de precios y la eliminación de los controles de precio. La libertad de las transacciones cambiarias y la eliminación de los controles de cambio. La libertad de comercio exterior. La libertad de exportación con la eliminación de los impuestos a la exportación. La libertad de importación, con la eliminación de las cuotas y un programa gradual de reducción arancelaria. Libertad de tasas de interés con una reforma financiera que abra el sector a la competencia interna y externa. Liberación de los alquileres, eliminado los controles para fomentar la construcción privada. Eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos. Eliminación de los subsidios y protecciones excesivas para ciertos sectores privilegiados. Libertad de contratación de los salarios, sobre la base de los mínimos establecidos por el Estado. Libertad para las inversiones extranjeras bajo reglas justas y sanas. Libertad para la transferencia de tecnología en base a los intereses nacionales”.


La lista bien podría ser un resumen de las propuestas de La Libertad Avanza en la campaña presidencial de 2023. Pero no.
Es un fragmento del discurso que José Alfredo Martínez de Hoz diera en 1979 como balance de las políticas implementadas por la dictadura desde 1976.


Las coincidencias son casi exactas. Milei sostiene y defiende todas y cada una de esas medidas como propias. Ese conjunto de políticas de desregulación extrema y apertura indiscriminada de mercados es lo que Milei define como “las ideas de la libertad”.


La secuencia lógica que establece el libertario en cada una de sus apariciones públicas, es sencilla. Los políticos demagogos buscan perpetuarse en el poder, y lo hacen utilizando los recursos del estado para implementar una agenda populista, incrementando el gasto, incurriendo en déficit fiscal recurrente, y emitiendo moneda indiscriminadamente para financiar el rojo de las cuentas públicas, lo que a larga genera inflación, corroe la eficiencia del aparato productivo y castiga a quienes deciden invertir y generar empleo. Hasta allí, ninguna novedad respecto al archiconocido libreto liberal.


El signo distintivo no obstante, radica en el trasfondo antidemocrático. Milei no solo sostiene la ajada agenda liberal que propone estado pequeño, empresas de servicios públicos privatizadas, relaciones laborales hiperflexibles y apertura indiscriminada para la entrada y salida de bienes y capitales desde el exterior. Si fuese solo eso, estaríamos en los albores de un político que únicamente reivindica el neoliberalismo de los años ‘90.


El candidato libertario sin embargo, pone el mojón del inicio de la debacle argentina en la Ley Saenz Peña. “Abandonaron el modelo de la libertad, por un modelo colectivista que arranca en 1916, con el primer populista que fue Hipolito Yrigoyen”, gritó enardecido Milei en uno de sus actos de campaña este año.


No es casual. La Ley Saenz Peña es el punto inicial de la democracia argentina tal como la conocemos hoy. La que más tarde dio lugar al voto universal, laico, femenino e igualitario.
Colocar el punto de inflexión en 1916 implica admitir que lo que molesta en realidad es la capacidad de las mayorías para decidir libremente.

No existe margen para eufemismos. Para Milei la verdadera raíz de nuestros males no es el populismo. Su problema real es con la democracia.


No por casualidad, desde 1916 en adelante, todos y cada uno de los gobiernos que pusieron en marcha “las ideas de la libertad”, fueron gobiernos de facto. La única excepción a la regla, es la década del ‘90 encabezada por Carlos Saúl Menem, al que más de una vez el libertario ha ponderado como el mejor presidente de la historia argentina.


Vale decirlo. Lejos está Milei de tomar el poder por la fuerza emulando aquellas experiencias militaristas. El mundo entero rechaza las dictaduras luego de la caída del muro de Berlín. Al igual que el caudillo riojano, Milei ha sido capaz de construir mayorías dentro del sistema democrático, respetando los tiempos, las instituciones, y los márgenes legales. Y sobre todo, ha enamorado a millones con su mensaje disruptivo.


No obstante, el propio Milei ha dejado claro una y otra vez que su rechazo no solo es hacia el populismo, sino principalmente hacia el “colectivismo” democrático.


A la derecha, la pared



“Zurdos hijos de puta, tiemblen…”, bramó Milei frente a sus fans en 2021. Por esos días, el diputado nacional aún “mostraba las cartas” de su verdadera matriz de pensamiento. Fue en ese mismo acto cuando habló de la “superioridad económica, moral y estética” de sus ideas, frente a las del “socialismo”.
Hasta ese momento la presidencia del libertario todavía parecía una quimera, y Milei resultaba simpático para algunos y un desquiciado marginal para otros.


Las cosas se ponen mucho más serias cuando existen chances reales de poder para alguien que denosta la convivencia institucional de ideas políticas, y descalifica al extremo de la violencia verbal a sus adversarios. Vaya si lo sabe su ahora aliada política, Patricia Bullrich.

La idea de un “enemigo interno” que debe ser exterminado, fue el eje rector de la época más sangrienta y oscura de la Argentina. El mismo concepto es “casualmente” introducido por Milei en su plataforma de 2023.


Basta con repasar la plataforma política que La Libertad Avanza presentó este año ante la Cámara Nacional Electoral, para comprender la profundidad del sesgo ideológico de Javier Milei. En el inciso 25 del apartado referido a “Seguridad nacional y reforma judicial”, el texto propone “Promover una doctrina de Seguridad Nacional y sus estrategias”.


Quienes han estudiado en detalle el periodo de posguerras en el Siglo XX, entienden a la perfección el alcance de la cita.


En épocas de guerra fría, con EEUU procurando asegurar su incidencia política, económica e ideológica sobre occidente, la “Doctrina de la Seguridad Nacional” concibió el nacimiento de los gobiernos militares latinoamericanos como la forma de contener el avance del comunismo al interior de los países.

Explícitamente, EEUU ofreció ayuda logística, militar, política y financiera para que esos gobiernos se hicieran con el poder mediante las armas.


“Durante los setenta, hubo una guerra. Y en esa guerra, las fuerzas del estado cometieron excesos”, dijo Milei en uno de los debates presidenciales previos a la elección general. Casi un calco del alegato que esgrimió en su defensa Emilio Massera durante el juicio a las juntas militares en 1985. “Lo único que yo sé, es que aquí hubo una guerra entre las fuerzas legales, donde si hubo excesos, fueron desbordes excepcionales”, justificó uno de los jefes de estado de la dictadura.


La idea de un “enemigo interno” que debe ser exterminado, fue el eje rector de la época más sangrienta y oscura de la Argentina. El mismo concepto es “casualmente” introducido por Milei en su plataforma de 2023.


Lejos de ser un insulto al pasar, aquel exabrupto de 2021 es más bien una cita trágica del pasado, proyectada en el tiempo al (muy posible) futuro inmediato.


La casta avanza



El vértigo de las horas posteriores a las elecciones de octubre no fue económico, fue político. El triunfo de Sergio Massa y el tercer lugar de Patricia Bullrich, derivaron en la implosión de la única oposición institucional y republicana que todavía existía.
El monje negro detrás del abrupto cambio de escenario, fue Mauricio Macri.


Despojado de su propia candidatura presidencial, el ex presidente se dedicó a potenciar a Bullrich de cara a las PASO de agosto, dejando fuera de carrera a quien lo desafió como jefe político: Horacio Rodriguez Larreta. Pero rumbo a las elecciones generales, Macri eligió a Milei. Lo hizo acercándole funcionarios, logística, recursos, y elogios públicos y privados.


Apenas consumada la derrota de Juntos por el Cambio, Macri se apresuró a convocar a Milei a su casa. El libertario acudió presuroso. En apenas un puñado de horas, Macri tenía sentados delante suyo al candidato de su preferencia y a la candidata derrotada de su propia fuerza. La secuencia posterior es conocida.

Veloz. El acuerdo entre el libertario y Patricia Bullrich demoró apenas un par de horas.


Quien hasta hace ocho días era señalado a los militantes de la libertad como parte de “la casta”, se convertía ahora en el alma mater del armado libertario de cara a noviembre.


La imagen de Milei nunca fue más cercana al “gatito mimoso del poder económico” que Myriam Bregman caratuló en el primer debate presidencial.
La de Macri, nunca más parecida a la de un patrón de estancia que convoca a la peonada para dar indicaciones.
La casta se terminó devorando al león. No hay retorno.


Aún si Milei logra superar con éxito el balotaje, acaba de capitular sus ínfulas de “anti sistema”, y de edulcorar su más célebre consigna de “anti casta”, hasta convertirla en apenas “anti kirchnerismo”. Siendo un poco más pretenciosos, a lo sumo en “anti peronismo”.



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