Los dos modelos económicos detrás de la renuncia de Macri

Mauricio Macri decidió bajar su candidatura presidencial y cambió por completo el escenario electoral. En cabeza de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, el rearmado de Juntos por el Cambio muestra perfiles muy diferentes en relación a la política económica.

La confirmación de que Mauricio Macri no será candidato a Presidente de la Nación acaba de modificar drásticamente el escenario electoral de 2023. El anuncio obliga a todos los jugadores a recalcular sus estrategias. Hacia el seno de Juntos por el Cambio en particular, significa que la puja por la candidatura presidencial recaerá principalmente en Horacio Rodríguez Larreta y en Patricia Bullrich.


Las implicancias de la decisión del expresidente van mucho más allá de la política. Lejos de las coincidencias y los puntos en común, lo que representan las dos figuras que pugnarán por la candidatura del principal espacio opositor del país es diametralmente opuesto en temas como seguridad, asistencia social, trabajo, y especialmente en relación a la economía.


La no candidatura presidencial de Mauricio Macri pone en primer plano y a la vista del electorado las diferencias ideológicas que siempre existieron dentro de la coalición de centro derecha, donde conviven sectores moderados y progresistas con facciones ortodoxas y liberales, y en la que la figura de Mauricio Macri siempre operó como el catalizador de las diferencias y la voz rectora que señaló el rumbo.


Naturalmente existe en toda coalición un marco común de consensos mínimos sobre el cual se construye el andamiaje de una propuesta electoral. Un paraguas discursivo que permite presentar en sociedad una alternativa conjunta en la que confluyen miradas súmamente diversas.

Larreta y Bullrich coinciden en la necesidad de reducir el déficit fiscal. Pero puede que no acuerden en los caminos necesarios para alcanzar tal objetivo.


El dispositivo suele ser más que efectivo a los fines de ganar una elección. Pero suele tropezar al momento de llevar adelante una gestión de gobierno. Vaya si lo sabe y lo experimenta en carne propia el actual Presidente Alberto Fernández, que desde hace tres años ha dedicado ingentes esfuerzos por contener el fuego amigo al que fue sometido desde el inicio de su mandato.


Lo padeció el Presidente Fernando De La Rúa, encabezando una alianza que incluía en su seno a una enorme porción del peronismo progresista y no menemista de los años ‘90, a una parte del socialismo, y al radicalismo desde su expresión más progresista hasta su versión más ortodoxa. El final no fue para nada feliz.


Una dinámica similar tuvo lugar con la reciente experiencia de Cambiemos en el poder durante el periodo 2015-2019. En aquel entonces la disputa interna que hoy se representa con el eufemismo “halcones versus palomas” se expresaba en la práctica de la gestión económica con la dicotomía interna entre shock o gradualismo. El final tampoco fue el esperado.

La disputa ideológica se jugará esta vez en las elecciones primarias, y el espacio opositor mayoritario tendrá claramente definido su perfil previo a las elecciones generales.


En cada una de los citados ensayos de alianza, el votante llegó a la elección presidencial sin saber a ciencia cierta cuál sería la orientación real de la coalición. ¿Cuál era el perfil del Frente de Todos? ¿La moderación de Alberto Fernández o la crispación kirchnerista? ¿Cuál sería el tono de la política económica de Mauricio Macri en 2016? ¿La restauración neoliberal o el socialismo de derecha europeo?


La novedad en 2023 de cara a la disputa interna de uno de los espacios con más chances de llegar al poder, es que esta vez será la propia elección PASO la que determine de antemano el perfil del candidato. La disputa ideológica se jugará en las elecciones primarias, y el espacio opositor mayoritario tendrá claramente definido su perfil previo a las elecciones generales.


En el juego de las diferencias y las similitudes, la comparación entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich ofrece marcados contrastes, y anticipa una disputa que no solo se circunscribe a una candidatura, sino que tiene como eje diferentes modelos de país.

El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires representa el ala moderada de Juntos por el Cambio. Se pretende a sí mismo como la expresión de un mandatario moderno, urbano, progresista, y adepto a la socialdemocracia europea, con un estado grande pero presente, que ofrece servicios de calidad a los contribuyentes.


Bullrich en tanto se presenta como referente de la nueva ultra derecha, que en el mundo encuentra sus principales figuras en Donald Trump o Jair Bolsonaro, y pretende capitalizar en la antipolítica el hastío y el desencanto que sufre una enorme porción de la sociedad argentina, detrás de la corriente neoconservadora que atraviesa gran parte del continente y del mundo.

Rodríguez Larreta pretende encarnar un perfil urbano y de social democracia europea. Bullrich en cambio es referente de las nuevas ultra derechas que buscan la restauración neo conservadora.


Existe entre ambos una primera diferencia sustancial. Horacio Rodríguez Larreta administra desde hace siete años y medio el distrito más rico del país y el más densamente poblado. El que cuenta con los enclaves de negocio y capital más importantes del país, y el centro de la política, el comercio exterior y la economía.


Bullrich en cambio, nunca ocupó una posición ejecutiva. Fue por muchos años diputada, y ocupó las carteras de Trabajo y de Seguridad Social en la presidencia de Fernando De La Rúa, y de Seguridad en la presidencia de Mauricio Macri.


A priori Larreta saca ventaja en relación al recorrido en la gestión. Una ventaja valiosa en caso de llegar al poder, pero que por diferentes motivos puede resultar nimia de cara a los electores.
No obstante al repasar las prioridades económicas que ambos candidatos podrían esbozar como plataforma, existe un núcleo básico de coincidencias que los hace confluir (al menos hasta ahora) bajo el mismo sello político.


Atado al tamaño del déficit, el punto neurálgico de la agenda política y económica es la inflación. Hace apenas una semana y vestido definitivamente con el traje de candidato presidencial Larreta se aventuró: “Lo garantizo, voy a bajar la inflación”. Agrego que “la Argentina no puede seguir gastando más de lo que tiene y emitir con la maquinita, tenemos que cortar con eso”. A decir verdad ambos, Larreta y Bullrich, coinciden en que es necesario reducir el déficit fiscal.


El punto es que probablemente no coincidan acerca de los caminos más adecuados para alcanzar tal objetivo. Larreta y el sector que representa dentro de la coalición opositora, es mucho más afín a las políticas gradualistas aplicadas entre 2016 y 2019. Bullrich en cambio representa el ala dura del PRO que siempre le reclamó a Macri por las políticas de shock que nunca llegaron.

Parecidos pero diferentes. Los modelos que representan Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.


Ambos candidatos refieren a la necesidad de reducir impuestos. Pero resulta ser que el déficit es el resultado de una ecuación de suma cero. Si se reduce el gasto pero al mismo tiempo se reducen también los ingresos, el déficit puede resistirse a bajar.


Los más románticos acudirán al artilugio de la “curva de Laffer” para explicar que menos impuestos puede significar más recaudación. Si tal modelo no llegase a verificarse en la realidad, una reducción de impuestos combinada con una reducción del déficit, solo puede ser posible con una reducción del gasto mucho más drástica.

A la vez, una reducción de tal tenor en el gasto, requiere inexorablemente reducir fuerte la planta de empleados públicos. “Haría lo mismo pero más rápido”, le confesó alguna vez Mauricio Macri a Vargas Llosa. El ex presidente ya no podrá llevar a cabo el experimento de aplicar la fallida receta que implementó entre 2016 y 2019 a una velocidad mayor. ¿Serán sus laderos los encargados de ir más rápido?


Si a empleados públicos se refiere, existían en Argentina 3,12 millones de personas trabajando en el Estado cuando Mauricio Macri asumió en 2015. Al momento de retirarse del poder, la suma era de 3,24 millones. Más de 120.000 empleados públicos nuevos en 4 años. Reducir la planta de empleados públicos no parece tan sencillo en la gestión como en la campaña. Al menos no sin asumir un enorme costo social y político.

Bullrich propone “detonar” el esquema cambiario kirchnerista. Larreta en cambio propone una apertura gradual a medida que se “genere confianza”.


Por supuesto, ambos candidatos coinciden en la necesidad de reducir subsidios a las empresas prestadoras de servicios. Línea delgada. Los economistas de Juntos por el Cambio refieren que los subsidios económicos representan al menos 2 puntos del PBI. Hacer un recorte semejante implica inevitablemente un fuerte aumento de tarifas. Un aumento que se montará sobre una inflación que ya avanza a una velocidad de tres dígitos.


Pero el tamaño del Estado no solo es empleo o subsidios. ¿Qué podría suceder por ejemplo con las empresas públicas en una presidencia de Larreta o en una gestión de Bullrich?


Cuando a fines de 2022 la ex ministra de seguridad macrista se subió al estrado del Latam Economic Forum frente a lo más encumbrado del empresariado y del poder diplomático, refirió a las empresas públicas sentenciando que “para ser empresas se tienen que autofinanciar”. Agregó en referencia a la aerolínea de bandera que “es un gasto que usa una cantidad minoritaria de argentinos. Aerolíneas Argentinas va a tener que lograr en un plazo de un año déficit cero y si no se la tendrá que arreglar”. No hizo falta explicación alguna para entender el eufemismo: “arreglar” es sinónimo de “privatizar”. El auditorio aplaudió enfervorizado.


¿Se animará a tanto Larreta? La mejor forma de averiguarlo es repasar sus ocho años al frente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En tal período no parece haber emprendido una cruzada privatista ni nada parecido respecto al conjunto de empresas que dependen de la ciudad. A pesar de ello, cerca de Larreta hablan de sobre empleo en Aerolíneas y en Trenes Argentinos. Estiman que entre ambas empresas existe un excedente de al menos 30.000 empleados.


Pero hay dos elementos más que son claves en el “plan integral” que tanto Larreta como Bullrich dicen tener entre manos. Uno es el trabajo y el otro la apertura económica.


En relación al mercado laboral, Bullrich se abstiene de las metáforas. En un encuentro con empresarios la semana pasada habló lisa y llanamente de una “reforma laboral y una reforma previsional”. Es un campo en el que la representante de los halcones ya tiene experiencia. Fue una de las impulsoras de la flexibilización laboral durante el gobierno de la Alianza, y la encargada de anunciar un recorte del 13% a las jubilaciones mínimas a mediados de 2001.


Es un punto en el que Larreta coincide. “Hay que actualizar la legislación laboral, no sigamos atados a lo políticamente correcto, hay que terminar con la industria de los juicios” indicó el Jefe de Gobierno de CABA en la última conferencia anual de la UIA.


La apertura económica es no obstante el ítem más delicado. Ni bien puso un pie en la Casa Rosada en el año 2015, la administración Macri desmanteló cada uno de los controles de capital y de cambio que existían hasta ese entonces. Lo hizo junto al levantamiento del cepo cambiario. No parecen estar dadas las condiciones en este aspecto para que los guardianes del legado macrista avancen más rápido que su mentor político. El nivel de endeudamiento es mayor, las reservas son mucho más escasas, y la nominalidad de la economía es altísima.


Sin embargo, al ser consultada por su plan económico, Bullrich respondió esta semana que espera implementar una “desregulación y una descontaminación legal”, al tiempo que anticipó una “apertura inteligente del comercio”.


Larreta también incluye en su discurso el concepto de “apertura”, pero fiel a su estilo, pregona un sendero gradual, a medida que se logre el equilibrio fiscal y se genere confianza. En ese sentido, señala que la apertura requiere levantar el cepo de forma gradual. Se deduce que ello traerá consigo una devaluación del tipo de cambio oficial.


En relación al dólar, Bullrich es en cambio mucho más osada. Hace dos días en un evento ante empresarios en Córdoba, indicó que “No hay cambio de régimen económico sin antes dinamitar el régimen cambiario del kirchnerismo. Hay que animarse a desmantelar los controles de cambio”. El “teorema de Baglini” parece la mejor forma de comprender una afirmación semejante.

Dato

2%
Lo que representan los subsidios económicos en relación al PBI.

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