Las disyuntivas a las que se enfrenta el plan Caputo

La necesidad de atender varios frentes en simultáneo deja a Luis Caputo y su programa de emergencia ante trade off muy marcados.

Cuando tomamos una decisión, renunciamos a algo. Siempre. El costo de oportunidad es uno de esos conceptos económicos que aplican a todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, lo que nos atañe aquí y ahora es la economía. O la política económica, más particularmente.

Los gobiernos se enfrentan a disyuntivas (trade off) cuando deciden adoptar un programa económico o tomar medidas. En el criterio de los hacedores de política económica ponderan diversos factores: sesgos ideológicos, demandas sociales, modelos analíticos, marcos teóricos y conceptuales, etc.

Esas disyuntivas son más fuertes cuando se trata de gestionar la economía de un país que viene atravesando largos períodos de deterioro e inestabilidad. Para la economía argentina, las necesidades crecen a la par de los riesgos. Hay medidas que son cada vez más imperiosas, pero simultáneamente más peligrosas.

Proponemos repasar algunos de los trade off que enfrenta el plan de emergencia y transición de Caputo. La conjunción sistémica de varios frentes (fiscal, externo, cambiario, monetario, social, etc) en una economía frágil hace que la toma de decisiones requiera de precisión quirúrgica. Nada en la economía es gratis, y toda medida debe ser sopesada. 


Cepo e impuesto PAIS


En la plataforma electoral de La Libertad Avanza, Javier Milei prometía “liberar inmediatamente todos los cepos cambiarios”. Han pasado 175 días desde su asunción como presidente de la Nación, y los controles de cambios siguen sin cambios (valga la redundancia).

Es posible que el equipo económico, por la escasez de dólares y la abundancia de pesos (presentes y futuros), haya encontrado riesgoso desarmar el cepo tan rápidamente como se prometió. Sin embargo, con el correr de las semanas otro elemento ha ganado ponderación, desincentivando y demorando más la liberalización y unificación cambiaria.

Dato

54%
Es el porcentaje del superávit fiscal primario del primer cuatrimestre que representó la recaudación del impuesto PAIS.

Hablamos del frente fiscal, o ancla fiscal como la llaman desde el Gobierno. La recaudación vía impuesto PAIS (inherente al cepo) ha sido la de mayor crecimiento durante la gestión Milei y representó más de la mitad del superávit primario en el primer cuatrimestre. Sin impuesto PAIS, el superávit financiero no habría existido. Este tributo fue creado en 2019 por Alberto Fernández y con el paso del tiempo fue gravando cada vez más operaciones en moneda extranjera, y con mayores alícuotas.

Dos objetivos entran en conflicto: sostener el superávit fiscal y liberar el mercado de cambios. En ese sentido, para el Gobierno la sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal es tan importante como el saneamiento del balance del Banco Central (acumulación de reservas y eliminación de pasivos remunerados). 

Sin el paquete fiscal, la disyuntiva es más fuerte. ¿Estaría acaso el Gobierno dispuesto a comprometer el buque insignia de su gestión económica para liberar al mercado de cambios de un impuesto distorsivo y dar un incentivo al ingreso de capitales en Argentina? 


Dólares e inflación


A contramano de la concepción monetarista que los libertarios tienen de la inflación, el ancla cambiaria (crawling peg al 2% mensual) es una de las herramientas que emplea el Gobierno para mantener a raya los precios. El resultado es un tipo de cambio real multilateral otra vez atrasado, al mismo nivel de mediados de octubre, según datos del Banco Central. Por ese entonces, cumplía dos meses el dólar oficial fijo a $350, implementado por Sergio Massa tras las elecciones primarias.

Argentina es un país con una estructura productiva desequilibrada y, como tal, fuertemente dependiente de las importaciones. Un peso apreciado contribuye a sostener la baja de la inflación, por cuanto reduce el precio relativo de los bienes transables.

La contracara es un deterioro de los saldos de las cuentas externas de Argentina, en particular de la balanza comercial y de servicios. El atraso cambiario no solo abarata lo foráneo para nosotros, sino que además encarece lo nacional para los extranjeros. 

El ritmo de acumulación de reservas del Banco Central se ha ralentizado significativamente en mayo.

En mayo asistimos a las primeras señales de que el atraso cambiario es una realidad y no un capricho. El ritmo de acumulación de reservas del Banco Central se ha ralentizado significativamente, mientras la liquidación de dólares del agro llega a cuentagotas. Además, la brecha entre los dólares paralelos y el oficial ha llegado a duplicarse. El sostenimiento del superávit comercial es, a esta altura y en gran medida, obra de la recesión.

Devaluar o no devaluar, ese es el dilema. Ante las dificultades para conseguir financiamiento externo y con el objetivo de desarmar los controles de cambios, el Gobierno podría necesitar aumentar la tasa de crawling para acelerar la acumulación de reservas.

No obstante, hacerlo podría poner en jaque el sendero de inflación decreciente, otro objetivo del Gobierno y demanda social. Una devaluación real solo parece factible si es acompañada de la unificación y liberalización cambiaria. Y ahí juega otra disyuntiva: la presentada en el apartado previo.  


La recesión


Quizás, el trade off más famoso de la economía es el planteado en la curva de Phillips: más inflación con menos desempleo, o más desempleo con menos inflación. Y este dilema forma también de la gestión económica de Milei, Caputo y compañía, y las prioridades están claras.

Las promesas de campaña y las demandas sociales confluyeron en un solo mandato: bajar la inflación. No es casual que el programa económico contenga, simultáneamente, política fiscal contractiva y política monetaria contractiva. El Gobierno aspira a que los excesos de oferta ayuden a frenar las subas de precios en los diferentes mercados, a sabiendas de que en el camino quebrarán empresas y aumentará el desempleo.

Podemos ir más allá al evaluar los efectos de la recesión en la política económica. Como hemos adelantado, la estrepitosa caída de importaciones es una consecuencia del parate económico, y eso permite que, aun con un tipo de cambio atrasado, la balanza de mercancías permanezca superavitaria y todavía se acumulen reservas.

No es casual que el programa económico contenga, simultáneamente, política fiscal contractiva y política monetaria contractiva.

Sin embargo, el frente fiscal vuelve a tener un rol importante aquí. Hay ingresos públicos que se correlacionan directamente con el nivel de actividad económica. El impuesto al valor agregado (IVA) es un ejemplo elocuente, cuya recaudación cae con fuerza en términos reales en lo que va del 2024. De continuar o profundizarse la recesión, el superávit fiscal podría verse comprometido.

Claro está que la recesión no es un objetivo en sí mismo, sino un medio para alcanzar las metas de este programa de emergencia. La ansiedad del Gobierno por empezar a ver la “V” en la serie del producto bruto interno (PBI) crece con la misma velocidad con que el desempleo se cuela como preocupación de la sociedad. Sin embargo, el riesgo de que la inflación y las importaciones aumenten si la economía se recupera podría estar siendo evaluado en este momento. Nuevamente, las fichas podrían estar puestas en la aprobación del proyecto de la Ley Bases.


Los dilemas del futuro


Cabe preguntarse cómo seguirán la política monetaria y la política fiscal de aquí en adelante. Si nos basamos en el relato anti-estado del Gobierno, la respuesta sería obvia. Pero, considerando las incongruencias entre lo dicho y lo hecho en estos casi seis meses, nada parece tan evidente.

La política monetaria es contractiva en agregados, pero no en el manejo de la tasa de referencia de la política monetaria. La agresiva baja de los tipos de interés podría acompañar virtuosamente la paulatina reaparición del crédito para el sector privado. 

El principal objetivo de esta medida es reducir la emisión endógena que generan los pasivos remunerados del Banco Central, y motivar su migración hacia créditos para privados o hacia bonos y letras del Tesoro. Sin embargo, la continuidad o no del recorte de tasas plantea un dilema.

La continuidad o no del recorte de tasas de interés plantea un dilema.

En primer lugar, puede provocar otro recalentamiento de los tipos de cambio paralelos, y luego de los demás precios de la economía. En segundo lugar, la caída del costo financiero puede desmotivar a los productores y exportadores agrícolas a liquidar sus producciones a la brevedad, en un contexto en que, además, el precio internacional de la soja muestra una tendencia alcista.

Por último, esta semana la competencia de monedas y la dolarización volvieron a sonar fuerte como objetivos últimos de la política económica. De ser así, estaríamos camino a un régimen de tipo de cambio fijo con mucha libertad de movilidad de capitales

En ese modelo, la política fiscal expansiva sería muy efectiva para motorizar la economía. Sin embargo, una receta tan keynesiana se chocaría con restricciones dogmáticas. La apuesta es al sector privado.


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