La manta corta de los ‘buenos’ datos económicos de Milei

Los datos fiscales y monetarios lucen positivos, pero a costa de una recesión profunda. En el auspicioso superávit de febrero la motosierra perdió protagonismo frente a la licuadora y el torniquete.

Hay un conocido axioma en la teoría económica, y es el famoso “dilema de la manta corta”. El eufemismo dice que cuando alguien se tapa los pies con una manta corta, necesariamente se destapa la cabeza, pero si pretende taparse la cabeza, eso es a costa de pasar frío en los pies.


Al trasladarlo al terreno de la política económica, la premisa es que frente a un tablero en el que las variables están inter relacionadas, solucionar las tensiones en uno de los sectores de la macro implica necesariamente el deterioro en otro de los sectores.


El aparato comunicacional del gobierno se esforzó esta semana por hacer énfasis en los buenos resultados económicos durante los primeros 100 días de mandato, y en la buena recepción que esos datos tienen en el exterior.
El mandatario usó la red X, para catalogar como “fenómeno barrial” dos artículos publicados por sendos medios internacionales especializados en economía.


“President Javier Milei is taking the chainsaw to argentina state-owned companies to slash coast” (“El presidente Javier Milei lleva la motosierra a las empresas estatales argentinas para recortar costos”) tituló Financial Times. Casi al mismo tiempo, el diario británico The Economist resaltó: “After 100 brutals days, Javier Milei has markets believing” (Después de 100 días brutales, Javier Milei hace creer a los mercados).


Este último titular es el mejor resumen de la dicotomía a la que está sometida la economía nacional por estos días: mercados financieros en éxtasis, sector productivo sumido en una recesión de magnitudes desconocidas en las últimas dos décadas.


La semana financiera arroja bonos y acciones argentinas en alza, y riesgo país perforando el piso de los 1.500 puntos básicos hasta ubicarse en mínimos que no se registraban desde 2021.
Tal panorama contrasta con los datos oficiales y también privados que dan cuenta de estrepitosas caídas en la actividad de sectores como la construcción, la industria y el comercio.


Exultantes



Hay tres datos sobre los que se fundamenta la euforia que se percibe en el oficialismo.
El primero es la dinámica de la inflación minorista, que acumula tres meses consecutivos a la baja. Tras el 25,5% de diciembre y el 20,6% de enero, el 13,2% de febrero confirmó la tendencia.


El gobierno no tardó en pronosticar que el dato mensual se ubicará en un dígito antes de finalizar el primer semestre. Se trata sin dudas del principal problema estructural que arrastra la economía, y el motor más relevante de la propuesta que llevó a Milei al poder.


El segundo tiene que ver con las reservas del Banco Central (BCRA). Los datos indican que desde que Javier Milei asumió el 10 de diciembre, la entidad monetaria efectuó compras netas de divisas por casi u$s 11.000 millones, y que las reservas se ubican hoy en el rango de los u$s 28.000 millones.


El tercero se relaciona con el otro eje central de la idea económica madre de Milei: el equilibrio fiscal.
El resultado de la ecuación fiscal en febrero volvió a ser favorable, y el presidente sacó pecho: “No hay registro histórico de un presidente que haya alcanzado el superávit fiscal en sus primeros dos meses de gobierno”, se ufanó el mandatario esta semana en una entrevista televisiva.


En efecto, el superávit primario de febrero fue de $1.232.525 millones, mientras que el superávit financiero alcanzó los $ 338.112 millones. “De esta forma, el Sector Público Nacional registró dos meses consecutivos de excedente financiero por primera vez desde principios de 2011, acumulando un superávit luego de intereses de casi 0,2% del PIB en el primer bimestre del 2024”, indicó el Ministerio de Economía de la Nación en el comunicado oficial.


Vaso medio vacío



Cuando se gira la mirada y los ojos se posan sobre la matriz productiva, el panorama deja de ser tan auspicioso como el que observa a través del lente de las finanzas.
Los datos en los distintos rubros de la actividad económica revelan un nivel de parálisis y recesión que, salvo por el parate de la pandemia, no se registraba al menos desde la crisis de 2002.


En este sentido tres de los sectores más representativos de la economía son una muestra acabada de la profundidad de la recesión.
El último dato oficial indica que la construcción cayó 21,4% interanual en el mes de enero, con ítems que experimentan un virtual derrumbe, como la venta de hierro y acero para la construcción que cayó 38,6%, o el asfalto que lo hizo un 61,9%.

Cuando se gira la mirada y los ojos se posan sobre la matriz productiva, el panorama deja de ser tan auspicioso como el que observa a través del lente de las finanzas.


La industria por su parte, mostró una caída interanual del 12,4% en enero, con bajas profundas en todos los rubros del sector, y un nivel de utilización de la capacidad instalada similar al de la pandemia, pero esta vez sin cuarentena.


El comercio en tanto, muestra niveles de caída que en ciertos rubros resultan estrepitosos.
Las ventas minoristas medidas en cantidad, cayeron 28,5% en enero y 25,5% en febrero, según la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (Came). En el acumulado del bimestre, la venta de alimentos se derrumbó un 35,2% y la de medicamentos un 42,4%.


El panorama se completa con salarios que se han mantenido virtualmente congelados, frente a una inflación acumulada de 71% entre diciembre y febrero.


Luces amarillas



Entre la euforia financiera y el derrumbe de la actividad económica, existen motivos ciertos para la cautela. Los propios datos que el gobierno maneja para fundar expectativas positivas, invitan a poner paños fríos habiendo transcurrido apenas tres meses de gestión.
Al repasar los tres pilares del optimismo libertario, existen atenuantes de mediano y largo plazo que imponen la necesidad de matizar la información.

Datos positvos. El buen resultado fiscal de febrero se obtuvo a costa de licuación de partidas.


Respecto a la inflación, es el propio gobierno el que puso freno de mano. Las dos primeras semanas de marzo vuelven a mostrar una aceleración en el precio de los alimentos. A ello hay que sumar el impacto que tendrá en el índice el aumento en las cuotas de los colegios, una nueva suba de combustibles, y la suba en las tarifas de las prepagas.


Habría que sumar también el incremento en las tarifas del gas que comenzaba a regir este mes, y que el gobierno decidió postergar. Fue una de las cuatro medidas “heterodoxas” a las que apeló el ministro Luis Caputo a fin de contener los precios en marzo.
A ella hay que sumar la apertura de importaciones de alimentos, la convocatoria a los supermercadistas a una mesa de “negociación”, y el anuncio de la revisión respecto a la canasta con la que el Indec releva los precios.


De forma casi imperceptible, el frenesí de la praxis parece haber alejado a los libertarios del dogmatismo que ubica a la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario. En efecto, la receta de tarifas atrasadas, dólar ancla, crítica a la política de promociones de supermercados y revisión metodológica en la estadística con la que se ataca el rebrote de precios al inicio de marzo, parece más afín al libreto anti inflacionario K que al purismo monetarista de La Libertad Avanza.

No fue la motosierra la puerta del superávit de febrero. El saldo de las cuentas públicas en febrero fue a costa de “torniquete” y “licuadora”.


El dato positivo en relación a las reservas del BCRA también presenta notables matices.
El ministro Caputo había comprometido con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una acumulación anual de reservas por u$s 10.000 millones, con lo cuál la primera impresión ante los datos de enero y febrero, era que la meta estaría sobrecumplida. Esa es la interpretación que Caputo se encargó de dejar correr, en un mensaje por elevación al Fondo.


Sabido es que el gobierno negocia en voz baja con el organismo un nuevo entendimiento que pretenden, incluya un desembolso de al menos u$s 15.000 millones, lo que abriría la puerta a la salida del cepo, y en el ideal del presidente, a la dolarización.


Lo cierto es que no todas las compras netas de divisas que realiza el BCRA se atesoran como reservas. El crecimiento de las reservas desde que Milei asumió en diciembre, es de u$s 7.000 millones.
El dato que matiza esa acumulación, es que en el primer bimestre del año la entidad monetaria mantuvo “pisado” el pago a importadores, y la deuda comercial que se acumula por importación de bienes asciende precisamente a unos u$s 7.000 millones.


El punto es que este tipo de “contabilidad creativa” que permite mostrar datos positivos hoy, tiene vida demasiado corta: las importaciones son esenciales para sostener una actividad económica que se encuentra de por sí golpeada. Tarde o temprano el BCRA deberá liberar esas divisas y la ecuación mostrará datos menos alentadores.

Dato

38%
La licuación real interanual de la partida “jubilaciones” en el resultado fiscal del mes de febrero.


Pero tal vez el claroscuro más evidente en relación a los datos positivos que pretende exhibir el gobierno, se relaciona con la composición del resultado fiscal, y la forma en que el gobierno manejó el grifo de los recursos a fin de conseguir el saldo positivo del primer bimestre del año.


La figura que genera más satisfacción al presidente, es la de la motosierra. Con esa alegoría conquistó a millones de seguidores, y cautivó el corazón de hielo de los mercados.
Sin embargo, no fue la motosierra la que posibilito el superávit de febrero. Por el contrario, las herramientas que construyeron el saldo positivo de las cuentas públicas en el segundo mes del año, fueron “el torniquete” y “la licuadora”.


Un informe de la consultora Portfolio Personal Inversiones (PPI) pone los datos en blanco sobre negro y revela que el superávit conseguido en el mes de febrero no se fundo en el ajuste, sino en la retención de fondos y en la licuación real de las partidas en pesos (ver gráfico adjunto).


A saber, las únicas partidas que presentaron caídas nominales en febrero, fueron los gastos de capital y las transferencias directas a las las provincias. En estos ítem, la motosierra solo pasó por los gastos de capital, que cayeron 87,9% interanual en términos reales. Para las transferencias a las provincias que cayeron 85,5% interanual real en febrero, lo que hubo fue torniquete. Es decir, se retuvieron fondos que tarde o temprano el Estado nacional terminará girando a las provincias. Al igual que con las reservas, se trata simplemente de contabilidad creativa.


Mucho más delicado es el panorama en el resto del tablero del gasto, donde lo que hubo fue lisa y llanamente una apuesta a la pérdida de valor real de las partidas como herramienta para que la ecuación fiscal cierre positiva.


En este sentido, resalta la caída real interanual en las partidas para transporte (-40,2%) y energía (-44,5%), los cuales tienen un correlato directo en el precio que se abona en las tarifas.
Pero el punto más sensible y delicado, es que la licuadora que posibilitó el superávit que enorgullece a Caputo y Milei, y que les vale la felicitación de los mercados, arrasó en febrero un 22,9% real con las asignaciones familiares, un 29,7% con las prestaciones sociales y un 38% con las jubilaciones.


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