La gran clase media: el declive de un símbolo de Argentina

Los recientes datos de pobreza y distribución del ingreso ponen de manifiesto que uno de los rasgos identitarios nacionales atraviesa una persistente y vertiginosa degradación.

Esta semana, se han difundido estimaciones de las tasas de pobreza e indigencia correspondientes al primer trimestre del 2024.  En línea con lo observado en el último tiempo y tal como se esperaba, los índices mostraron un incremento

Es natural que, al analizar estas estadísticas, se haga foco en quienes personifican el drama: los pobres. Es decir, en las personas que pertenecen a hogares cuyos ingresos no les permiten acceder a un conjunto de bienes y servicios considerados indispensables para la vida (la llamada canasta básica total). 

Proponemos una perspectiva diferente. Parece una obviedad, pero es útil mencionarlo: si la tasa de pobreza crece más que la población, hay personas que se han convertido en pobres. Y muchas de esas familias que han caído bajo la línea de pobreza hasta hace no mucho pertenecían a la clase media

A una clase media de la cual los argentinos solían vanagloriarse como nación. Una clase media cuyo gran peso relativo y cuyos elevados estándares de vida eran motivo de orgullo para propios, y de admiración para otros latinoamericanos

Hoy esa característica identitaria de nuestro país forma parte más de las remembranzas que de la actualidad. El estancamiento, la inflación y la espiral de crisis económicas han confluido en un progresivo empobrecimiento del país y su gente, y en una paulatina contracción de los estratos medios de la sociedad


Clase media en declive: la evidencia 


Como adelantáramos, la evolución de la tasa de pobreza permite aproximar la dinámica de la pirámide social argentina. Se puede ser de clase baja sin ser pobre, pero es imposible que un incremento tan rápido de la pobreza explicado por un fenómeno tan generalizado como la inflación no repercuta en los restantes estratos sociales. 

Según el Observatorio de la Deuda Social (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza en el primer trimestre del 2024 alcanzó un 54,9% de la población. Además, dos de cada 10 argentinos son indigentes; o sea, pertenecen a hogares cuyos ingresos son insuficientes para alimentarse en modo adecuado.  

Son registros inéditos desde la posconvertibilidad, y marcan un muy rápido incremento respecto de la última medición del ODSA (cuarto trimestre del 2023). Sin embargo, la pobreza alta, persistente y con tendencia creciente es un fenómeno que se observa desde el 2018.  

Dato

$850.000
Es el ingreso mensual que un hogar tipo necesitó en el primer trimestre del 2024 para ser de clase media.

Es interesante ver la génesis de estos guarismos. El ODSA, en su nota de investigación titulada “Nuevos pobres, pobres más pobres y más desiguales”, muestra el comportamiento de los ingresos reales de la población separados por quintiles. 

Un primer dato elocuente es que, en el primer trimestre del año, el ingreso total familiar medio de los hogares argentinos prácticamente coincide con la valorización de la canasta básica total (CBT). En otras palabras, a un argentino promedio le alcanzó solo para subsistir. Al observar en detalle niveles y variaciones, se halla una heterogeneidad que explica el incremento de la pobreza y la compresión de la clase media. 

El quintil 5, que es el de mayores ingresos de la población, es donde menos se contrajeron los ingresos reales durante el primer trimestre del año. Esto se observa en todas las estimaciones (comparaciones interanuales y entre trimestres consecutivos, ingresos totales, ingresos per cápita, ingresos laborales, etc.). 

Dato

53%
Porcentaje de hogares que era de clase baja en Argentina en el primer trimestre del 2024.

Por ello, el peso relativo de este quintil en la distribución del ingreso aumentó: pasó del 49% en octubre-diciembre del 2023 al 52% en enero-marzo del 2024. En otras palabras, la clase alta y la clase media alta se apropiaron de un mayor porcentaje del ingreso total de los hogares en el primer trimestre del año, mientras que la participación de cada uno de los restantes estratos se redujo

Al observar qué quintil de la población fue el más perjudicado, la respuesta no es la misma en todas las estimaciones. La mayor caída real trimestral de ingresos per cápita familiares se observó en el quintil 2, la de ingresos de la ocupación principal de asalariados se dio en el quintil 3, y la de ingresos totales familiares en el quintil 1. 

“El análisis de las curvas de distribución acumulada para cada uno de los trimestres analizados indica una pérdida sistemática de los ingresos de la ocupación principal, en general para los trabajos de todos los niveles de ingresos, pero de una forma más marcada entre los trabajadores de sectores medios y de más bajos ingresos, y algo menos marcada en los segmentos de altos ingresos laborales”, señaló el informe. 

Por cada cuatro hogares de clase media, hay cinco de clase baja, y esa relación se deteriora incluso más si se consideran personas.

El ingreso total familiar (ITF) medio del quintil 3 ha pasado de estar por encima de la CBT en el primer trimestre del 2023 a estar por debajo en el primer trimestre de este año. Es decir, es un estrato que, en el transcurso de un año, se ha convertido en pobre en promedio. Por su parte, los dos quintiles de menor ingresos están ahora más lejos de superar el umbral de ingresos para dejar de ser pobres. 

Quienes hace un año ya eran pobres, hoy se encuentran en una situación más difícil. Además, hay personas que han caído en la pobreza, mientras las clases más acomodadas lograron apropiarse de una porción más grande de la renta. La clase media más popular es cada vez más pequeña, y guarda una relación inversa con las tasas de pobreza e indigencia y con la desigualdad en la distribución de los ingresos

“Se reduce, se comprime, se acota. Para varios, directamente ya no existe. Especialmente si de lo que se está hablando es de aquellos registros de los años 80 y parte de los 90, cuando sus integrantes podían ahorrar, proyectar, comprar una casa, vacacionar de manera previsible, crecer, progresar sobre la base del esfuerzo, educar a sus hijos y dejarles un legado patrimonial y moral”, señaló Guillermo Oliveto, CEO de Consultora W en alusión a la clase media argentina y en base a una investigación cualitativa realizada en junio, consistente en 10 focus groups en las principales ciudades del país. 

pirámide social argentina clase media

El gráfico adjunto muestra la pirámide social de Argentina en el primer trimestre del año, y refuerza lo señalado en los párrafos precedentes. Por cada cuatro hogares de clase media, hay cinco de clase baja, y esa relación se deteriora incluso más si se consideran personas


Los modelos detrás del fenómeno 


La curva de Phillips postula la existencia de una relación inversa entre la tasa de desempleo y la inflación, y qué debe priorizarse de este trade-off es motivo de acaloradas discusiones ideológicas. Sin embargo, en ninguna ciencia social las leyes se verifican universalmente y, además, la curva de Phillips plantea esa relación solo en el largo plazo

Acaso lo sucedido en el primer trimestre del año es una muestra de ello. La tasa de desempleo fue del 7,7%, lo que representa un aumento dos puntos porcentuales (pp) respecto del trimestre anterior y de 0,8pp interanualmente. Paralelamente, la inflación acumulada en los tres primeros meses del 2024 (51,6%) fue sustancialmente mayor que la de un año atrás (21,7%). Los datos corresponden al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). 

Es decir, tuvo lugar en el primer trimestre una “tormenta perfecta” que derivó en una degradación de las condiciones de vida de la población, que fue transversal a todos los estratos. Como vimos, las clases medias y bajas fueron las más afectadas. 

La pérdida de poder adquisitivo impacta con gran fuerza sobre los trabajadores de sectores sociales medios.
La pérdida de poder adquisitivo impacta con gran fuerza sobre los trabajadores de sectores sociales medios.

Sin embargo, el deterioro no es nuevo, y por eso hemos mencionado la cronicidad de la problemática. Durante el gobierno anterior, una continua reducción de la tasa de desempleo estuvo acompañada de una inflación creciente, e incluso desatada

Durante el mandato de Alberto Fernández, la pobreza pasó del 35,5% al 41,7%. Como fenómeno subyacente, se multiplicó el número de trabajadores pobres. La inflación licuó sueldo hasta el punto de degradarlos por debajo del umbral de pobreza. Es de esperar que las fracciones más débiles de la clase media hayan devenido en clases bajas. 

Durante el mandato de Alberto Fernández, la pobreza pasó del 35,5% al 41,7%. Como fenómeno subyacente, se multiplicó el número de trabajadores pobres.

En momentos de la historia donde la inflación no era un problema, también se han verificado incrementos un deterioro de las condiciones de vida de los sectores más populares. La década de los 90 y comienzos de los 2000 es un emblema en ese sentido. Con un nivel general de precios estable a fuerza del “1 a 1”, la desocupación escaló más de 10pp. Esto se verificaba incluso con una economía creciendo fuertemente, dando cuenta del modelo de acumulación propiciado por Menem y Cavallo. 

El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), construyó series comparables de pobreza desde 1992 en adelante. Las mismas efectivamente muestran que la pobreza creció 30pp sin inflación, la variable de la curva de Phillips priorizada en aquel entonces


El deterioro continúa


Es la gestión económica de Menem la que el actual presidente de la Nación, Javier Milei, suele pregonar, quizás con la convicción de que esta vez el crecimiento les llegará a todos y de que el “efecto derrame” finalmente suceda. 

Mientras tanto, la clase media es posiblemente la más castigada en los nueves meses de gobierno libertario. Mediante la devaluación y el programa de estabilización, se ha producido una transferencia de ingresos desde las clases más populares hacia los sectores más acomodados. La mejora en la posición de divisas no ha sido tan robusta como para imaginar una recuperación pronta.

Se intentó compensar los efectos nocivos del ajuste con un incremento real de la asignación universal por hijo (AUH) y de la tarjeta Alimentar. Sin embargo, numerosos informes de la ODSA sugieren que esas prestaciones no son tan eficientes para revertir la condición de pobreza de los beneficiarios como para reducir la indigencia. Nuevamente, la clase media no ha sido destinataria de ninguna medida paliativa, más allá de la regulación de las cuotas de las prepagas que fue más discursivo que operativo. 

La restitución del impuesto a las ganancias constituye un golpe directo a los bolsillos de la clase media.

Finalmente, la restitución del impuesto a las ganancias constituye un golpe directo a los bolsillos de la clase media. Pocos días después de reglamentar la reinstauración del tributo, el presidente se comprometía en La Rural a eliminar retenciones al agro. La promesa fue parcialmente cumplida luego, con la oficialización de la supresión y reducción de derechos de exportación al complejo cárnico.  

Pese al carácter progresivo de la escala del ahora llamado “impuesto a los ingresos personales”, su aplicación le quita más aire a una clase media que ya venía golpeada. Adicionalmente, las promesas cumplidas y pendientes al campo podrían fortalecer el modelo de acumulación que ya comenzó a verificarse en el primer trimestre. 

Tras más de una década de estancamiento económico con crecimiento poblacional, resulta acertado que el énfasis esté en la eficiencia y en hacer más grande la torta. Mejorar ingresos requiere, con urgencia, incrementos de productividad.  

Cómo se reparte la torta es también relevante. Un punto que preocupa es que los sectores de actividad que podrían verse más favorecidos por las nuevas reglas de juego no sean intensivos en mano de obra, detalle no menor en un país donde uno de cada tres trabajadores se desempeña en el sector informal, según el Indec. 

La incorporación de desarrollo de proveedores locales en el régimen de incentivos a las grandes inversiones (RIGI) y la reforma laboral constituyen aciertos en este sentido. La esperanza es que Argentina vuelva a crecer genuinamente y que, en caso de suceder, el andamiaje normativo permita a los sectores más postergados ascender socialmente


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