La dolarización de Milei, con rémoras de convertibilidad
El triunfo libertario en las elecciones PASO deja más cerca que nunca la chance de abandonar el Peso. Para la primera reunión oficial con el FMI, Milei convocó a dos protagonistas principales de la década del '90. La cercanía con el poder y la posibilidad de comenzar a moderar el discurso.
“Yo veo al futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades, y el tiempo no para…”
La letra de La Bersuit Vergarabat parece premonitoria. La economía, la política, y la historia argentina, tienen ribetes circulares que llevan al país a repetir el transito una y otra vez de forma cíclica.
El resurgir del recetario ortodoxo de la mano de Javier Milei y su rotundo triunfo en las elecciones primarias, implica que ideas disruptivas como la dolarización abandonen el campo de lo hipotético y lo teórico, para convertirse en una posibilidad real, fáctica e inminente.
Es tan evidente como innegable: la potencia de las ideas libertarias se sustenta en una economía devastada por la deuda, la inflación, la pobreza, y un Estado gigante que no alcanza para ofrecer soluciones palpables al votante promedio. El electorado esta vez parece anteponer “al bueno por conocer” frente al “malo conocido”.
Visto desde la vereda del hartazgo del ciudadano de a pie, el voto a Milei es racional. La sensación de hastío social con la política es tal, que alcanza para omitir en el voto a La Libertad Avanza las expresiones más aberrantes de Milei, como su postura favor de la libre portación de armas o de la compra venta de órganos humanos.
No obstante, el debate referido a la dolarización de la economía, sigue siendo el más relevante y profundo respecto a las reformas económicas que llegarían de la mano del libertario.
La inflación está descontrolada. Ya no hay anclas nominales para los precios. Es el escenario perfecto para la irrupción de un remanido dogma liberal, y de la más rancia de las recetas: el Estado es la raíz de todos los males, y la mejor forma de atar de manos al sector público es impedirle el uso de la política monetaria.
Visto desde la vereda del hartazgo del ciudadano de a pie, el voto a Milei es racional. La sensación de hastío social con la política es tal, que alcanza para omitir las expresiones más aberrantes de Milei, como su postura favor de la libre portación de armas o de la compra venta de órganos humanos.
Dicho de otra forma, el Estado es enorme, gasta de más, incurre en déficit fiscales crónicos, y luego acude a la emisión monetaria para financiarse, lo que termina generando ciclos de alta inflación. Hasta allí, nada nuevo bajo el sol.
La novedad que introduce Milei esta vez, es la idea de llevar al extremo la imposibilidad del sector público de autofinanciarse con emisión, eliminando la moneda nacional. Hacer que el Peso deje de existir. Que el Dólar norteamericano se convierta en la moneda de curso legal en Argentina y cumpla oficialmente las tres funciones del dinero: medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor.
La fundamentación encuentra un fuerte sustento empírico. Los argentinos ya prefieren el dólar. La moneda norteamericana ya se usa como medio de cambio en distintas transacciones, y ya es el depósito de valor más elegido por los ahorristas. De las tres citadas funciones, al dólar solo le resta poder convertirse en “unidad de cuenta”. Es decir, que todos los precios argentinos estén nominados en dólares.
A ello suele referir Cristina Fernández señalar la “economía bimonetaria” que caracteriza a la Argentina.
El interrogante es si una dolarización lisa y llana es factible. Si es realizable en el corto plazo. En qué términos. Cuáles serían las consecuencias.
Y si acaso el planteo dolarizador no esconde detrás suyo la intención de cortar camino y llegar a un punto intermedio.
Good bye Peso, hello Dólar
En Latino América hay tres experiencias de países que abandonaron su propia moneda y abrazaron el dólar norteamericano: Ecuador, El Salvador y Panamá. Los detalles y las características de cada una de ellas son muy distintos. La versión más extrema es la ecuatoriana, en la que el Dólar reemplazó al Sucre, el cuál dejó de existir.
¿Puede dejar de existir el Peso argentino? Pareciera ser la intención de Javier Milei. La que ha declamado hasta el cansancio antes de las PASO, y la que volvió a desplegar durante toda la semana posterior a las elecciones.
Lo que escasean hasta el momento, son los detalles acerca del ‘cómo’. De qué forma se implementaría en la práctica.
En el hipotético caso de que la iniciativa dolarizadora avanzara, y dadas las dificultades estructurales que tiene Argentina para conseguir divisas, la ecuación es sencilla: hace falta convertir la cantidad de pesos en existencia, e intercambiarlos por la cantidad de dólares en existencia.
De allí surge lo que se conoce como “tipo de cambio de conversión” o cuántos pesos habrá que entregar para recibir a cambio un dólar.
Los más optimistas indican que esa cuenta podría ubicarse hoy entre $1.500 y $3.500. Los más radicales en cambio ubican esa cifra entre $7.000 y $10.000. Lo fáctico, es que la cantidad de reservas reales que tiene hoy el Banco Central son negativas por casi u$s 10.000 millones, con lo cuál el tipo de cambio de conversión sería cercano al infinito.
A sabiendas de ello y en una de sus apariciones públicas esta semana, Milei afirmó que “para dolarizar es necesario rescatar los pasivos del Banco Central”, y detalló que a grandes rasgos los mismos se componen de u$s 10.000 millones de base monetaria y de u$s 30.000 millones de Leliq. En otras palabras, según los cálculos de Milei, hacen falta u$s 40.000 millones para dolarizar la economía sin la necesidad de devaluar.
“El BCRA tiene casi u$s 120.000 millones en títulos públicos. A la cotización actual, usted puede colocar esa deuda a un tercio de su valor”
Javier Milei
El libertario incorporó luego de las PASO a su equipo a Emilio Ocampo, uno de los economistas que hace tiempo plantea que existen mecanismos reales y posibles para dolarizar.
La pregunta del millón, es ¿quién pone los dólares necesarios para dolarizar?
En la misma entrevista televisiva, Milei comenzó a esbozar una idea que pertenece originalmente a Ocampo acerca de cómo se obtendrían las divisas faltantes, la cual resulta tanto o más polémica que la dolarización en sí misma.
“El Banco Central tiene casi u$s 120.000 millones en títulos públicos del Tesoro. Esa es deuda que no cotiza en el mercado. A la cotización actual de esos títulos, usted puede colocar esa deuda a un tercio de su valor, es decir u$s 40.000 millones”.
La traducción es tan sencilla como dramática: Milei tiene en mente privatizar la deuda que el Tesoro mantiene con el Banco Central, a fin de obtener las divisas necesarias para dolarizar.
Para ponerle nombre propio a la idea, lo que Milei plantea no es otra cosa que tomar deuda externa por otros u$s 40.000 millones para quitar el peso de la faz de la Tierra.
Llegado este punto, y sin siquiera detener la marcha para volver a hablar acerca de los efectos del endeudamiento, vale recordar algunas de las implicancias directas sobre la macroeconomía nacional.
Dolarizar requiere inexorablemente desmantelar todo tipo de regulación y control respecto a la libre entrada y salida de capitales. Adoptar el dólar como moneda de curso legal, requiere «abrir la puerta» para la entrada y salida de dólares (y a los negocios financieros resultantes).
Dato
- u$s 40.000
- Los millones que dice necesitar Milei para poder llevar adelante la dolarización sin necesidad de devaluar.
Al igual que en pasadas experiencias aperturistas, la economía quedaría absolutamente expuesta a cualquier episodio de colapso financiero internacional. En especial si tales episodios se verifican en países emergentes de similares características a las de Argentina.
A ellos se suma el hecho de que el billete legal en circulación sería emitido por otro país, lo cuál impone la necesidad de un acuerdo con la autoridad monetaria del país en cuestión, ante posibles episodios de zozobra financiera y monetaria.
¿Gato por liebre?
Fue en el año 1986 cuando el entonces diputado de la Unión Cívica Radical, Raúl Baglini, enunció una máxima que hasta el día de hoy se cita como premisa en la política argenta. El ‘Teorema de Baglini’ dice que “el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es inversamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”.
Contextualizando el concepto, equivale a decir que las disruptivas ideas de Milei pueden llegar a moderarse bastante en caso de llegar verdaderamente a la presidencia de la Nación.
En este sentido, llama mucho la atención el equipo de economistas que rodea al libertario en su primer acto político relacionado con el poder real.
El libreto comienza a ser más noventista que futurista. Detrás del telón de la novedad, terminan asomando los mismos ‘chicago boys’ de siempre.
El FMI convocó a Milei el viernes pasado a una reunión virtual. Un primer acercamiento entre el organismo multilateral y el candidato que obtuvo el mayor caudal de votos en las PASO.
De la reunión participaron junto a Milei los economistas Carlos Rodríguez, Roque Fernández y Darío Epstein.
Rodríguez es economista de la UBA y Doctor en Economía de la Universidad de Chicago, y fue vice ministro de Domingo Felipe Cavallo. Fernández fue el sucesor de Cavallo y el continuador del modelo de convertibilidad.
Como dato de color, hay que agregar el beneplácito que en repetidas ocasiones ha expresado el propio Cavallo respecto a la propuesta de Milei.
En febrero de este año, lo hizo de forma explícita en una nota exclusiva con RÍO NEGRO. “Él exagera porque quiere que la gente entienda que para eliminar la inflación es necesario dejar de emitir dinero. Y como el que emite es el Banco Central, la forma gráfica que encontró fue decir «prendemos fuego el Banco Central». Pero eso equivale a lo que logró el régimen de convertibilidad, que hizo del Banco Central una caja de conversión”, refirió el padre de la convertibilidad al libertario.
No parece ser casual. Al momento de ponerse serios, de abandonar el histrinonismo mediático y la parafernalia de las redes, Milei dejó de lado la disrupción dolarizadora y se rodeo de viejos conocidos. Sin la luz roja de la cámara delante suyo, el libreto comienza a ser más noventista que futurista. Detrás del telón de la novedad, terminan asomando los mismos ‘chicago boys’ de siempre.
Junto al regreso de los tecnócratas de Chicago, el combo de ‘ideas disruptivas’ incluye privatizaciones, fondos privados de jubilaciones y pensiones, flexibilización laboral, apertura comercial, arancelamiento de la salud y la educación.
Da la sensación de que el despeinado dirigente ortodoxo está aprovechando la cresta de la exposición en la que lo colocaron las PASO para instalar definitivamente la idea de que es necesario abandonar la emisión como herramienta para financiar al fisco.
Habiendo penetrado el ideario social, será mucho más sencillo retroceder un par de pasos.
La convertibilidad de los ‘90 perseguía en definitiva los mismos objetivos que hoy pregona Milei. En primer lugar estabilizar los precios y eliminar la inflación.
En la práctica, la principal diferencia entre ambos modelos es que se sostiene la moneda nacional. Se establece la paridad por ley. Y en caso de ser uno a uno, se obliga al Banco Central a tener un dólar por cada peso circulante. Implica que tiene que haber tantos dólares de reserva como pesos existan, y que solo se pueden emitir pesos si crecen las reservas. He aquí la diferencia sustancial: el Banco Central sostiene su poder de señoreaje, pero debe obligarse a si mismo a contar con el respaldo necesario para poder emitir moneda.
Pero más allá de la cuestión monetaria, resulta que el supuesto libreto inédito de Milei, guarda enormes similitudes con el decálogo menemista de los ‘90. Junto a la ‘dolarización’ y al regreso de los tecnócratas de Chicago, el combo de ‘ideas disruptivas’ incluye (e incluía) privatizaciones, fondos privados de jubilaciones y pensiones, flexibilización laboral, apertura comercial, arancelamiento de la salud y la educación.
Alerta spoilers: Las mejores novedades de Milei, pueden visitarse todas y cada una en el anquilosado museo del Consenso de Whasington.
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