La cereza y un año que puede ser récord
La temporada promete números récord de producción y exportación. Se trata de un cultivo que crece cada año y podría ser complementario a la pera y la manzana. La apertura del mercado chino y el cambio de gobierno, una oportunidad a futuro.
La fruticultura del Alto Valle de Río Negro y Neuquén no solo es una actividad económica. Significa además el núcleo central de la historia de la civilización en la margen de los ríos que surcan la región desde la cordillera hasta el mar.
La génesis de cada una de las localidades de la zona se dio de la mano del motor productivo del cultivo de peras y manzanas, en pequeñas unidades familiares que generaron crecimiento económico, social y demográfico.
Una actividad que padeció un profundo proceso de reconversión en la década del 90, y que en el Siglo XXI no hizo más que retroceder. Con más de 60.000 hectáreas irrigadas en su época de esplendor, la superficie en producción se achicó hasta las 49.500 hectáreas hace una década y ostenta hoy apenas 38.000 hectáreas activas en el cultivo de frutas de pepita.
Tal es el marco en el que la producción de cerezas emerge como una enorme alternativa, que se afianza, que crece, que exhibe potencial, y que podría ser la llave para reconvertir una crisis en una oportunidad.
Los frutos rojos acaparan en esta época del año las góndolas de las verdulerías y los vendedores ambulantes se apostan en las esquinas ofreciendo un producto de estación y de temporada corta como las cerezas. Es que el periodo de cosecha dura poco más de un mes y se extiende normalmente entre fines de octubre y principios de diciembre.
La Cámara de Productores Integrados de Cereza (CAPCI), es el organismo que nuclea a los empresarios cereceros de todo el país. Su gerente Aníbal Caminiti, dialogó con Río Negro y brindó detalles de la presente temporada, y de las perspectivas generales de la actividad.
Con una producción nacional que ronda las 12.000 toneladas al año, las cerezas tienen todo para crecer de forma exponencial, y atraviesan una temporada con números que prometen.
“Este año viene siendo bastante bueno desde el punto de vista productivo. Hemos tenido algo de merma, sobre todo en Río Negro y Neuquén, por lluvia, pero en alguna variedad temprana. No afectó a la productividad en su totalidad. De hecho, Mendoza está con una producción plena que hace años no tenía, una producción récord. Y en la Patagonia austral también esperamos una producción récord”, explica Caminiti.
Números que ilusionan
Las expectativas señalan que tras dos años de caída, la presente temporada podría significar no solo el regreso a los volúmenes históricos de exportación, sino incluso un nuevo récord en las ventas al exterior de cerezas.
Hasta el momento, la temporada 2020/21 registra la marca más alta con 6.070 toneladas exportadas de cereza argentina. En la temporada 2021/22 las ventas cayeron un 10,5% hasta las 5.433 toneladas, mientras que el año pasado se registró una nueva baja del 12,6% hasta las 4.749 toneladas.
De concretarse las previsiones de los productores, la presente temporada 2023/24 implicaría volver a niveles superiores las 6.000 toneladas exportadas, e incluso se ilusionan con romper la barrera de las 7.000 toneladas.
El potencial de crecimiento es evidente, teniendo en cuenta que los mercados destino tienen amplia capacidad de absorber toda la oferta que pueda generar nuestro país. En efecto, al analizar la lista de los mercados a los que viajan los frutos rojos argentos, Asia encabeza la lista con el 37% de las ventas de cerezas argentinas al exterior, seguido por Estados Unidos con el 32%, mientras que el tercio restante viaja a otros destinos como la Unión Europea y el Reino Unido (21%) o el Oriente Medio (8%).
Factores climáticos
Como toda actividad agrícola, existen limitantes naturales, y para el cultivo de cerezas el factor climático es el más importante. La incidencia de las temperaturas y las lluvias puede hacer la diferencia entre una mala temporada y una temporada récord. “El daño que provoca la lluvia cuando la fruta ya está en proceso de maduración suele ser grande, dependiendo también del tipo de variedad, de la variedad. En especial porque genera la partidura del fruto, y esa fruta se descarta directamente para lo comercial, no solo para exportar”, indica Caminiti.
Lo cierto es que el clima viene acompañando a favor en la presente temporada, y es uno de los motivos por los que los productores se ilusionan con romper la barrera de las 7.000 toneladas exportadas este año.
No obstante, las lluvias retrasaron este año el inicio de la maduración, y la temporada de cosecha se extendió hasta fines de diciembre.
En este sentido, el mercado interno también se muestra con buen nivel de oferta este año teniendo en cuenta que la mitad de la producción se queda fronteras adentro, y ello se revela en los buenos precios al consumidor que se registran en las fiestas en comparación con el de otros frutos como la manzana, el durazno o la pera.
La escasez de mano de obra
Un tema no menor en la producción de cerezas es la disponibilidad de mano de obra para levantar la cosecha en un periodo corto, teniendo en cuenta además la fragilidad del fruto, y la competencia en el mismo territorio con otras actividades de buena remuneración como los hidrocarburos.
Sin embargo los productores aventuran que en los últimos años, la mayor competencia por la mano de obra no ha sido el shale oil, sino los planes sociales.
“Más allá de lo regional y de la convivencia con el sector petrolero, yo sumaría otro componente. Y es el tan trillado tema de los planes sociales, el cambio cultural en la gente del Alto Valle, en los trabajadores habituales de la fruticultura. Hoy ya tenemos generaciones de jóvenes que se están alejando de la actividad productiva y de estas labores, porque compiten con los planes sociales”.
En este sentido, ven con buenos ojos el enfoque que el nuevo gobierno nacional comienza a imprimirle a la economía nacional, con fuerte énfasis en el trabajo registrado y el comercio exterior.
Los productores señalan que si se resuelve el problema cambiario en el que Argentina se encuentra hace casi una década, no solo significaría mayor inserción comercial, sino también mayor disponibilidad de mano de obra.
“La cosecha no se puede levantar si no viene gente de afuera, porque tampoco alcanza el recurso humano que tenemos en nuestra región. Históricamente viene mucha gente del norte. Pero desde hace un tiempo el problema es el tipo de cambio. Hoy a los trabajadores del norte les conviene ir a cosechar a Chile o a Brasil, donde ganan mucho más de lo que pueden ganar viniendo a nuestra región” refiere Caminiti.
Casi el 90% de las cerezas argentinas se produce en la Patagonia, y el 49% proviene de las provincias de Río Negro y Neuquén.
Proyecciones
“Nosotros rogamos que los argentinos jamás se despierten, porque el día que lo hagan, nos pasan por encima”. La frase pertenece a una funcionaria del gobierno chileno, encargada de un organismo público-privado que recorre el hemisferio norte durante todo el año para realizar rondas de negocio en las que venda la producción trasandina de cerezas.
La especialista visitaba la ciudad de Neuquén para exponer en una de las ediciones del Cherry Day organizado por la CAPCI, y aventuraba sobre el crecimiento exponencial que podría tener la producción argentina de cerezas si nuestro país se diese a sí mismo la oportunidad de crear las condiciones económicas e institucionales.
En Chile, donde la cereza experimentó un verdadero crecimiento exponencial en solo 10 años, advierten que la superficie bajo riego en Argentina es tres veces más grande que en el país trasandino.
El dato habla del potencial que podría tener la cereza como alternativa de reconversión frente a la crisis de la pera y la manzana.
Los empresarios frutícolas tradicionales de nuestra zona, admiten que la cereza podría ser un buen complemento, dado que el “know how” necesario para producir es muy similar al de la pera y la manzana, la infraestructura de frío necesaria ya está disponible, y principalmente, porque es un fruto de contra estación, que podría permitir adelantar el inicio de la temporada frutícola de octubre a diciembre con la cereza, continuar desde enero con la pera, para finalizar en marzo/abril con la manzana.
Naturalmente la llave son las inversiones. La inyección de capital necesaria en grande al momento de reconvertir un cuadro de fruta para quitar peras y manzanas y colocar cerezas. A ello hay que sumar la inversión necesaria en las líneas de empaque, que son muy distintas.
La clave para el futuro de la actividad es sin duda la macroeconomía que llega de la mano del nuevo gobierno nacional.
- 7.000
- toneladas es el umbral de exportación que sueñan romper los productores en la temporada 23/24.
El milagro chileno y la chance de diferenciarse
La posición de mercado que ocupa un país no cambia de un día para el otro. Sencillamente porque para que ello suceda, deben cambiar las condiciones macroeconómicas del país de origen, y al mismo tiempo darse las condiciones propicias en el país destino de las exportaciones.
“En cuanto al mercado internacional de cerezas, nos perdimos los 10 años más importantes, mientras otros países como Chile, crecieron” aventura Caminiti. El caso chileno es paradigmático, dado que ningún otro país en el mundo ha tenido el proceso de crecimiento y de participación exportable de cerezas que ha tenido Chile, ni siquiera en el hemisferio norte.
En la actualidad Chile no solo es uno de los principales productores globales, sino que es uno de los principales exportadores de cereza a nivel mundial, con unas 400.000 toneladas anuales. “Nosotros, difícilmente seamos un competidor de Chile en cuanto a volumen. Eso va a requerir muchos años, y la dinámica de los mercados son cambiantes. Lo que sí está pasando es que nosotros podemos competir en un proceso de diferenciación”, indica el referente de CAFI.
Los datos muestran que desde que se abrió el mercado chino, Argentina ha pasado a ser el segundo exportador del hemisferio sur. Si se mide en volumen, nuestro país está en la franja de los otros países del hemisferio sur, como Australia, Nueva Zelanda, o Sudáfrica.
Dentro de ese otro pelotón de países, existe una muy marcada diferenciación de calidad. Australia por ejemplo, con la cereza de Tasmania, o Nueva Zelanda cuya calidad es muy reconocida en los mercados.
Los productores argentinos trabajan para diferenciarse por calidad y por identidad.
Hay que tener en cuenta que el 90% de las cerezas que exporta Argentina vienen de la Patagonia. “Buscamos acreditar la identidad que significa producir cerezas en la Patagonia, que tiene características propias, sobre todo organolépticas, con el ambiente, o con el paisaje” asegura Caminiti.
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