La batalla cultural de Milei: “Donde hay una necesidad, hay una solución de mercado”

El rol del Estado en la economía siempre está en el centro del debate. Vaca Muerta es un caso perfecto sobre cómo debe actuar: allí el proceso desregulador ha impactado muy positivamente.

La frase “donde hay una necesidad, hay una solución de mercado” que plantea la “Batalla Cultural” del presidente Milei, marca una perspectiva que contrasta profundamente con la visión que predomina en el discurso kirchnerista: “donde hay una necesidad, nace un derecho”. Este debate, que parece semántico, revela visiones radicalmente distintas sobre cómo las sociedades deben abordar sus desafíos y asignar recursos.

Desde la perspectiva de la escuela austríaca tan en boga en estos días, el concepto de necesidad está íntimamente ligado al proceso del mercado. Ludwig von Mises y Friedrich Hayek defendieron que las necesidades humanas no son estáticas, sino dinámicas y subjetivas, reflejando las prioridades de individuos en un momento dado. El mercado, como sistema descentralizado, permite que los emprendedores detecten esas necesidades y compitan por satisfacerlas. Este proceso no solo genera innovación, sino que lo hace de manera eficiente, al alinear recursos con las demandas reales expresadas a través de precios. Esto lo remarca el presidente en el discurso de forma permanente en el concepto de “la señal de precios”.

En cambio, el paradigma del “derecho” implica una lógica distinta. Al declarar que toda necesidad conlleva un derecho, se delega al Estado la tarea de satisfacer esa necesidad, a menudo ignorando los costos económicos y las complejidades de su provisión. Si bien esta visión apela a un ideal de justicia social, puede generar consecuencias adversas: ineficiencia, desperdicio de recursos y la erosión de incentivos para la innovación.

Un ejemplo ilustrativo es el acceso a la vivienda. Bajo la lógica de mercado, los empresarios buscan soluciones como viviendas prefabricadas, desarrollos urbanos accesibles o alternativas tecnológicas que reduzcan los costos de construcción. Por el contrario, cuando se declara la vivienda como un derecho, los gobiernos tienden a intervenir mediante subsidios o regulaciones que, si no están cuidadosamente diseñadas, pueden distorsionar los incentivos. En muchos casos, estas intervenciones provocan escasez, mercados negros o proyectos habitacionales de baja calidad que no satisfacen las necesidades reales de los beneficiarios. El ejemplo mas claro ha sido la nefasta ley de alquileres en Argentina.

Si bien el paradigma del «derecho» apela a un ideal de justicia social, puede generar consecuencias adversas: ineficiencia, desperdicio de recursos y la erosión de incentivos para la innovación.

La visión de la necesidad como un derecho suele desincentivar la responsabilidad individual y colectiva. Cuando las personas perciben que el Estado garantiza ciertos bienes o servicios, disminuye la urgencia de innovar, ahorrar o buscar soluciones autónomas. Por el contrario, la solución de mercado fomenta la creatividad y la cooperación, creando riqueza que beneficia a toda la sociedad. En este sentido, Hayek advertía que los derechos garantizados por el Estado no solo generan dependencia, sino que pueden sofocar la libertad económica necesaria para el progreso.

Esto no significa que el mercado sea infalible. Hay casos donde las necesidades no se traducen inmediatamente en soluciones, especialmente en contextos de pobreza extrema o crisis humanitarias. Sin embargo, incluso en estos escenarios, los defensores del mercado argumentan que las intervenciones estatales deberían limitarse a crear las condiciones para que el mercado opere, en lugar de sustituirlo.

La solución de mercado fomenta la creatividad y la cooperación, creando riqueza que beneficia a toda la sociedad.

En última instancia, la pregunta clave no es si debemos atender las necesidades humanas, sino cómo hacerlo. Mientras que el mercado se basa en la cooperación voluntaria y la innovación descentralizada, el enfoque del “derecho” conlleva coerción y centralización, a menudo a costa de los recursos y la libertad. Por ello, la afirmación “donde hay una necesidad, hay una solución de mercado” no es solo una premisa económica, sino una defensa del potencial humano para enfrentar desafíos de manera creativa y sostenible.

Vaca Muerta, el caso perfecto


El proceso desregulador y de alineamiento de precios ha impactado muy positivamente sobre la producción de hidrocarburos en Vaca Muerta, uno de los yacimientos de gas y petróleo no convencionales más prometedores del mundo. La dicotomía entre no intervenir la señal de precios del sector y mantener políticas intervencionistas, como las impulsadas por el gobierno anterior, refleja una lucha entre dos modelos económicos: uno basado en el mercado y otro en la centralización estatal.

En consecuencia, según la perspectiva de libre mercado del presidente, desregular los precios de los hidrocarburos permitiría maximizar el potencial de Vaca Muerta al incentivar inversiones, tanto locales como internacionales. En un marco desregulado, las empresas tienen mayor libertad para establecer precios en función de la oferta y la demanda, lo que fomenta la competencia y la eficiencia en la producción. Además, un entorno de mercado competitivo atrae capital extranjero, necesario para desarrollar tecnologías costosas como el fracking. El caso de Estados Unidos es paradigmático: la desregulación en la explotación de shale gas permitió a empresas innovar y competir, haciendo del país uno de los principales exportadores de energía del mundo.

En un contexto global donde la transición energética coexiste con una alta demanda de hidrocarburos, Argentina podría aprovechar esta oportunidad para consolidarse como un jugador relevante en los mercados internacionales. Además, precios libres tienden a reflejar las señales reales del mercado. Esto no solo incentiva la producción eficiente, sino que también evita los recurrentes déficits fiscales derivados de los subsidios a los consumidores finales, un problema crónico en la política energética argentina.

(*) Director de Abeceb.


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