Análisis: la Argentina está cambiando, y algunos ya “la ven”
OPINIÓN │ Hay un nuevo ciclo y las provincias que adhirieron al RIGI comienzan a competir por atraer inversiones productivas.
Por Gustavo Pérego (Director de Abeceb)
En los últimos días asistimos atónitos al debate por el anuncio de YPF de realizar la mayor inversión de la historia argentina, en la provincia de Rio Negro. Es interesante recalcar que Punta Colorada fue definida por YPF como un sitio de exportación de energía de clase mundial por sus características naturales, no solo albergando el proyecto YPF – Petronas de GNL, sino también un nuevo proyecto de exportación de crudo dedicado.
La decisión del gobernador de Rio Negro, Alberto Weretilneck de abrazar el cambio de régimen económico, y por ende político de Argentina, apoyando la Ley Bases, y luego aprobando raudamente a nivel provincial el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) para mostrar su compromiso con los proyectos de inversión petroleros, rindieron sus frutos.
Pero lo más interesante, fue observar al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, enfrascado en su ideología arcaica y sus ansias de poder dentro de un peronismo arrasado, buscando tomar una posición insostenible frente al intendente de Bahía Blanca, camino a una franca derrota política.
Recuerdo en esos días escuchar al Kicillof prometiendo a Bahía Blanca que esta batalla no estaba perdida porque la provincia iba a armar su propio “RIGI” provincial para competir con el marco regulatorio de incentivos nacionales, en un país donde las provincias son altamente dependientes de la coparticipación. La idea parece un chiste si se analiza en detalle el grado de incentivos de tributos que brinda el régimen nacional, y siendo que dichos impuestos representan más del 80% de lo que paga una empresa en Argentina.
Muchas cosas diferentes han pasado en los últimos meses desde que asumió el nuevo gobierno, y muchas me han sorprendido para bien. Es importante que los argentinos del interior, como es mi caso, entendamos que esta disputa por inversiones entre provincias es algo muy sano para nuestra economía, pero también para nuestro federalismo y democracia.
La Argentina donde desde hace casi 50 años se instauró el IVA nacional quitando la oportunidad de un federalismo real, y luego con la promulgación de las leyes de coparticipación nacional de los años ’80, y la reforma del Estado menemista que le dio a las provincias la obligación de los servicios básicos como educación, seguridad y salud, terminó creando un país hipertrofiado, anclado políticamente en un conurbano bonaerense gigante y pobre, que desde hace treinta años ha gobernado los destinos políticos de nuestra nación.
Hoy nos encontramos frente a una Argentina aletargada, donde los gastos de las provincias dependen casi exclusivamente de la coparticipación, e incluso en provincias petroleras y mineras como las patagónicas, que poseen regalías por sus recursos naturales, eso no alcanza para paliar sus dificultades.
Sin embargo, la política se amoldó a este régimen, creando gobernadores pedigüeños, adictos a la caja discrecional nacional, olvidando por completo a su verdadera riqueza que es el sector privado, empresarios o emprendedores que generan riqueza real y por ende, impuestos.
En un país asfixiado en impuestos, donde el Estado en su conjunto pesa mas del 40% del PBI nacional, las opciones son escazas. Los gobiernos provinciales deben reclamar su autonomía real, deben volver a ser provincias adultas que recaudan sus propios impuestos y son responsables de su propio equilibrio fiscal.
El ejemplo del RIGI demuestra que cuando se logra gestionar con equilibrio y se posee autonomía para dar incentivos, las inversiones aparecen.
En esa aspiración, las Provincias son actores originarios de nuestra construcción nacional, avanzan en una política activa de desarrollo real, con políticas de incentivos a la inversión privada. Pero esto solo es posible si cada provincia es capaz de gestionar un porcentaje elevado de su recaudación de forma autónoma.
Ello está en línea con la Argentina del siglo XIX de la constitución de Alberdi, que se inspiró en las palabras de los Federalistas en la Revolución Americana, que siempre buscó un Estado nacional pequeño y eficiente, garante de la paz y seguridad, que no asfixie a sus provincias, sino que apoye su desarrollo de forma clara brindando la guía, no subyugándolas a punta de billetera.
Es tiempo de que los gobiernos entiendan que un cambio de régimen con mayor autonomía impositiva provincial es beneficioso para todos, ya que brinda a cada distrito la capacidad de apoyar políticas activas de incentivos y no ser meros espectadores del desarrollo de las provincias centrales.
El ejemplo del RIGI, con impacto significativo en los costos tributarios y regulatorios argentinos demuestra que cuando se logra gestionar con equilibrio presupuestario y se posee autonomía presupuestaria para dar incentivos, las inversiones del sector privado aparecen y son claras.
Si el gobierno nacional quiere realmente llevar adelante una baja de impuestos nacionales, es momento de que las provincias apoyen ese proceso, para que luego cada una, a través de su visión de desarrollo, decida si continuará asfixiando a su empresariado local, o será lo suficientemente inteligente para liberar sus fuerzas productivas con menor presión impositiva y una gestión correcta de sus gastos para finalmente, lograr atraer más inversiones privadas, para crecer y generar empleo genuino.
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