Análisis: Inflación a la baja, un logro de Javier Milei y Luis Caputo con costos que se acumulan

El 2,7% de octubre confirma la senda descendente y fortalece el discurso oficial del ajuste y el crowling peg. Como contracara: los bajos salarios reales, la actividad todavía resentida y el atraso cambiario.

La prioridad número uno de Javier Milei desde que pisó la Casa Rosada, siempre fue erradicar la inflación. Todo el resto de las variables del programa económico quedaron desde el minuto cero subordinadas a la prioridad de erradicar la pérdida de valor de la moneda. Es la idea fuerza que sostiene todo el andamiaje programático de La Libertad Avanza.

Desde el furibundo ajuste del gasto público, hasta el despido de empleados públicos o la vocación privatizadora, todo se subsume al objetivo primario: eliminar definitivamente el rojo de las cuentas públicas y dejar de emitir dinero para financiarlo.

Incluso las metáforas más célebres y conocidas del presidente tienen por objetivo la construcción de sentido en torno a la gravedad del flagelo inflacionario. Desde la “motosierra” sobre el gasto público hasta aquella poco feliz sentencia de que “el peso es excremento”, e incluso la dolarización que no fue ni será, buscan encontrar soporte social a la idea de que hacen falta medidas radicales para obtener resultados definitivos.

La  estrategia ha sido extremadamente efectiva, y le valió a Milei el boleto directo al sillón de Rivadavia. El mandatario supo identificar exactamente lo que acechaba la incertidumbre de las mayorías, la pérdida de valor del dinero, y permear la solución, la de achicar el Estado. Diez meses después, la dinámica mensual de precios valida su mensaje: el dato de inflación de octubre es el más bajo de los últimos tres años.

Milei supo identificar exactamente lo que acechaba la incertidumbre de las mayorías, la pérdida de valor del dinero, y permear la solución, la de achicar el Estado. Diez meses después, la dinámica mensual de precios valida su mensaje.

El 2,7% publicado en la tarde del miércoles por el Indec para el décimo mes del año, confirma una drástica tendencia a la baja desde aquel 25,5% del mes de diciembre post asunción, e incluso afirma la senda a la baja del acumulado interanual que se ubica en el 193%, tras el máximo de 289,4% que se registró en el mes de abril.

Al mismo tiempo, el dato es un espaldarazo a la decisión del ministro de economía Luis Caputo, de sostener un crowling peg del 2% mensual para el tipo de cambio oficial, hasta tanto la tasa de inflación mensual converja al 2%, para luego reducir el crowling peg al 1% mensual, continuando la dinámica hasta colocar ambas tasas mensuales en el 0 (cero).  

El éxito tiene sin embargo sus matices, y vale la pena contrapesar con datos la euforia con la que las filas del oficialismo celebra su mayor logro de gestión. Al menos, el que resulta más evidente para la gente de a pie, que comprueba a diario el freno en las subas generalizadas de precio.

El primer atenuante resulta de la propia estrategia utilizada por Caputo en materia cambiaria. La devaluación inicial del 120% aplicada en diciembre, generó un salto explosivo inicial de precios minoristas (25,5% en diciembre, 20,6% en enero y 13% en febrero), con el consiguiente efecto riqueza: el deterioro inicial de los salarios reales fue suficientemente grande como para enfriar la economía, y poner freno abrupto a la velocidad de los precios.

El registro de la  Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE) del mes de septiembre fue publicado ayer por el Ministerio de Capital Humano. La caída en los ingresos fue abrupta en el primer trimestre, comenzó a repuntar en el segundo, pero se estacionó en el tercero. Según los propios datos oficiales, los salarios de septiembre 2024 están un 5% por debajo de noviembre 2023 y un 7,6% debajo septiembre de 2023.

La caída de los ingresos reales, el derrumbe de la demanda por consumo, y de allí a la recesión resultante, es una muy buena contracara del derrumbe de los precios minoristas. “No existe inflación en la paz de los cementerios” reza una vieja máxima de macroeconomistas. El gobierno insiste en que “la recesión ha terminado”. Los datos muestran sin embargo caídas del 24,8% interanual en construcción (Indec), del 6,7% en industria, y una baja acumulada en las ventas minoristas del 13,9% en los primeros nueve meses del año (CAME).

La evolución relativa del tipo de cambio frente a la inflación es otro atenuante. El dato publicado por el Indec en la tarde del miércoles revela que la inflación acumulada entre enero y octubre de 2024, es del 107%. En el mismo periodo, el tipo de cambio oficial avanzó solo un 20,7%. Bajo cualquier prisma ideológico o programático, y en cualquier lugar del mundo, tal evolución se denomina “atraso cambiario”.

“Entiendo que es a través de la baja de impuestos y no de devaluaciones espurias, que empobrecen a la población, que se logra competitividad” sentenció Milei en la mañana del miércoles durante el Meta Day Argentina. Lo cierto es que la estrategia cambiaria implementada por Caputo es una extraña combinación de “la tablita de Martínez de Hoz” con el “dólar ancla” de Cristina Fernández de Kirchner.

El dato de inflación de octubre es un logro de Milei: no hay mejor noticia que poner freno a la pérdida de valor del peso. No obstante, omitir los peligros latentes sería un acto de verdadera inconsciencia política.

Las consecuencias son numerosas, y concatenadas entre sí. El formidable negocio financiero estructurado por la certeza de una devaluación mensual fija y preanunciada frente a tasas de inflación en pesos superiores, es un costo fiscal implícito de dimensiones millonarias aún incalculables. A ello hay que sumar el progresivo encarecimiento de las exportaciones argentinas, y de Argentina como destino turístico.

Si se materializa la eliminación definitiva del Impuesto PAIS en diciembre, el drenaje de divisas durante el verano por turismo al exterior con destinos estrella como Chile, Brasil y el Caribe, está garantizado. Si a ello se agrega la tendencia al fortalecimiento del dólar tras el triunfo de Trump en Estados Unidos, el panorama respecto a la competitividad argentina es aún más crítico.

Pero sobre todas las cosas, la historia argenta reciente señala que cada vez que se utilizó el tipo de cambio como ancla nominal para los precios internos en pesos, la experiencia terminó mal. Los vasos comunicantes de los precios relativos a la corta o a la larga se equilibran, y lo hacen por las buenas o por las malas.

Sostener el atraso equivale a dificultades mayúsculas para exportar y acumular reservas. Equilibrar de golpe el tipo de cambio, implica un nuevo salto de precios y otro golpe a los ingresos en pesos ya golpeados. El dato de inflación de octubre es un logro de Milei: no hay mejor noticia que poner freno a la pérdida de valor del peso. No obstante, omitir los peligros latentes sería un acto de verdadera inconsciencia política.


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