FMI: Construcción de sentido y espada de Damocles

El Presidente hizo un anuncio medido y con tono moderado, evitando la confrontación y sin señalar responsabilidades. El arco político comienza a reconfigurar su discurso de cara a 2023, y la gestión estará signada por las condicionalidades que impondrá el organismo cada tres meses previo a los desembolsos.

Acuerdo y condicionalidades. La economía comenzará a ser estrictamente monitoreada de forma trimestral por el Fondo.

Dos certezas manejaban en el gobierno previo al anuncio del acuerdo con el Fondo Monetario anunciado el viernes.


La primera es que el acuerdo Stand By firmado por la gestión Macri en 2018 no solo se dilapidó en menos de un año, sino que dejó minado el margen de acción para la política económica en los 4 años siguientes. Fue el propio Fondo el que echó por tierra cualquier intento de justificar el desastre económico entre 2018 y 2019, cuando en su Evaluación Ex Post del crédito Stan By publicada en el mes de diciembre, indicó que no se cumplieron las metas económicas por el cual el crédito fue otorgado, que la fuga de capitales condicionó los resultados esperados, y que la ausencia de control de capitales fue determinante en el fracaso del programa.


La segunda, es que toda discusión con el FMI tiene como telón de fondo intencionalidades políticas y geo políticas.
Las tuvo el crédito Stand By de 2018, con el cual el ex Presidente norteamericano Donald Trump pretendió apuntalar la carrera de Mauricio Macri a la reelección, a sabiendas de la importancia de un eje ideológico regional de centro derecha conformado en ese entonces por Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil y Piñera en Chile.


Las tiene el acuerdo que se acaba de anunciar, en tanto el gobierno de Joe Biden entiende que la región comienza a girar hacia la centro izquierda con Boric en Chile, Castillo en Perú, y el posible retorno de Lula en Brasil. Lo que se juega en la mesa de negociación con el FMI hoy, es la carrera presidencial de 2023. La posibilidad de que la actual gestión logre salir medianamente airosa de 4 años que incluyen re estructuración con los privados, pandemia y acuerdo con el FMI, o el posible retorno al poder de los mismos actores que re abrieron la puerta al Fondo en 2018.

Determinante. El rol del Presidente de los EEUU, Joe Biden, en el desenlace del acuerdo con el Fondo.


Esa es la foto que llevó al Presidente Alberto Fernández a una decisión racional. Entre quienes reclamaban dentro del oficialismo una postura radical e incluso sugerían la posibilidad de patear el tablero y no pagar, y quienes sugerían en cambio el camino de la moderación, la institucionalidad y la corrección política internacional, el mandatario hizo su elección: decidió seguir con vida en la carrera rumbo a la elección presidencial de 2023. El Presidente apuesta a que la venia tácita del Fondo y el alineamiento de los mercados, junto a la fuerte recuperación de la actividad que se verifica desde el segundo semestre de 2021, alcanzarán para afianzar su competitividad de cara a la reelección.

Construcción de sentido


Los especialistas explican que la construcción de sentido tiene lugar “a través de discursos verbales y no verbales, y atraviesa de manera transversal las prácticas de las sociedades”, de forma tal que la misma sociedad se da a sí misma una “interpretación de acontecimientos cuyo significado a priori no es evidente”.


Esta construcción se da mediante la publicación sistemática de análisis, opiniones, declaraciones, papers, investigaciones o encuestas, y su repetición constante en medios de comunicación tradicional y no tradicional. En este sentido, la caja de resonancia de las redes sociales, juega en la actualidad un rol determinante.


Tal es el capítulo que acaba de abrirse con el anuncio del entendimiento con el Fondo Monetario Internacional. Una nueva construcción de sentido respecto al organismo, a sus intenciones, a las consecuencias concretas del acuerdo para el ciudadano de a pie, y a las responsabilidades políticas de las mismas.


Lo que está clarísimo a estas alturas, es que lo que viene en materia económica no será fácil y que probablemente los apretados bolsillos medios de los argentinos, deban comprimirse todavía un poco más.
Pese al esfuerzo del Ministro Guzmán por afirmar que el objetivo es alcanzar el crecimiento con inclusión social, lo que se discutió hasta último momento en la mesa de negociación es cuál sería el tenor del ajuste a realizar por la actual gestión.

“Terminamos en un lugar que es razonable. Había que comparar entre dos alternativas: una era un salto a lo desconocido, a la incertidumbre, sin garantías de nada. Esta otra permite dar más previsibilidad, más certidumbre y salir de un lugar que hubiese sido un lugar de angustia para millones de argentinas y argentinos”

Martín Guzmán, Ministro de Economía de la Nación

En otras palabras, punto más o punto menos, lo seguro es que viene un ajuste, y esta vez con el monitoreo estricto de la misiones técnicas del FMI a Buenos Aires.
La pregunta es entonces “¿quién se hace cargo de la criatura?”, “¿quiénes son los padres de los padecimientos que vienen?”. Tal será el centro del debate público durante los próximos dos años, y a medida que la carrera electoral hacia 2023 vaya tomando forma. Con ese marco, al menos dos interpretaciones comenzarán a intentar forjarse en el consciente colectivo.


De un lado, el gran desafío que enfrenta el sector de Juntos por el Cambio, es explicarle a la sociedad que su espacio político, es la mejor opción para recomponer la economía. Es el mismo espacio político que dejó el poder en 2019 con inflación récord en 30 años, cepo cambiario, default de la deuda en pesos y sin haber recompuesto el rumbo económico pese a haber recibido en el lapso de apenas un año el mayor crédito que el FMI haya otorgado jamás a un país.


Saben en Juntos por el Cambio que se trata de una tarea titánica, pero no imposible: el Frente de Todos logró la epopeya en 2019 a solo cuatro años del final del gobierno de Cristina Fernández. La base de sustento del regreso del kichnerismo, no fue otra que el fenomenal desbarajuste económico generado por el macrismo. En Juntos por el Cambio, esperan acudir a la misma receta.


La apuesta es entonces comenzar a instalar lentamente y a fuerza de repetición, que los desequilibrios que generó y generará la influencia del Fondo Monetario Internacional en Argentina, son exclusiva responsabilidad del kirchnerismo.


En este sentido, un reciente tweet de María Eugenia Vidal, es todo un botón de muestra de la estrategia. Allí la ex Gobernadora de Buenos Aires expresa que “El 80% del préstamo contraído con el fondo se usó para pagar deudas en dólares, tomadas por gobiernos anteriores, otro 13% para pagar deuda en pesos. La tasa fue la mitad de la del mercado de ese momento”. Acompaña el tweet un cuadro en el que se detalla el uso de los desembolsos hasta el 31/10/2019.


La traducción del tweet de Vidal es: “Tomamos crédito con el FMI para pagar la deuda que había asumido el gobierno anterior”, o aún más coloquial: “La deuda no la tomamos nosotros, la tomó el kirchnerismo”. Tal será la interpretación que se intentará construir desde la oposición de cara a 2023: los responsables reales del endeudamiento están en el oficialismo.


Vale decir que el cuadro esgrimido por Vidal no solo carece de cita en relación a la fuente, sino que enfrenta una inconsistencia aún mayor: no detalla en qué momento se tomó la deuda que se canceló con los desembolsos del FMI.
Tampoco explica la razón por la cual el propio FMI indicó en diciembre que las razones del fracaso del programa Stand By fueron la ausencia de controles al flujo de capitales y la incidencia de los “capital fly”, lo que en criollo se conoce como “fuga de capitales”.


Desde el oficialismo, la construcción de sentido empieza a ser la de colocar al gobierno como quien viene a solucionar los desequilibrios macro económicos heredados. La primera pieza de esa interpretación, la arrojó el Presidente de forma sutil durante el anuncio del viernes, cuando manifestó que “será la historia la que juzgue quienes son los que trajeron los problemas y quienes son los que trajeron las soluciones”.


Minutos más tarde Guzmán indicó que “Terminamos en un lugar que es razonable. Había que comparar entre dos alternativas: una era un salto a lo desconocido, a la incertidumbre, sin garantías de nada. Esta otra permite dar más previsibilidad, más certidumbre y salir de un lugar que hubiese sido un lugar de angustia para millones de argentinas y argentinos”. La traducción es: “llegamos a un acuerdo que será difícil, pero es el mejor acuerdo al que se podía llegar”.


La interpelación a tal construcción de sentido, estará dada por la propia dinámica de la economía, y por los condicionamientos que en lo inmediato comenzará a imponer el organismo. El gobierno mantiene por dos años más el timón de la economía. Cualquier desequilibrio, error, o crisis que se desate en dicho lapso, pesará sobre sus hombros sin importar como fue que el FMI volvió al país, ni quién fue el que le abrió la puerta.

Espada de Damocles


“Teníamos una soga al cuello, una espada de Damocles y ahora tenemos un camino que podemos recorrer”, indicó el Presidente en el anuncio del viernes. “Sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro. Con este acuerdo, podemos ordenar el presente y construir un futuro”, agregó.
El anuncio fue serio, el tono mesurado, las palabras medidas. Nada que se parezca a la epopeya ni al desborde de optimismo. Sabe el mandatario y saben puertas adentro del oficialismo, que lo que viene no será nada sencillo.


Un interrogante flota en el aire. Jamás un programa de ordenamiento y ajuste de los aplicados por el FMI en los países a los que asiste, generó un sendero de crecimiento productivo con inclusión social. La pregunta es por qué esta vez será diferente.


Lo que acaba de anunciarse no es una re estructuración. Es un nuevo préstamo, uno de largo plazo, que sirve para saldar el anterior. El Acuerdo de Facilidades Extendidas (EFF, por su sigla en inglés) se estructura a 10 años, con lo cual el alcance y el impacto del entendimiento que se anunció hoy, llega en principio hasta el año 2032.

“Teníamos una soga al cuello, una espada de Damocles y ahora tenemos un camino que podemos recorrer. Con este acuerdo, podemos ordenar el presente y construir un futuro”

Alberto Fernández, Presidente de la Nación

Lo que sucederá de ahora en más es que el FMI le prestará a la Argentina el dinero que Argentina necesita para poder pagarle al FMI. En otras palabras, cada vez que opere un vencimiento, y previa revisión de los avances en las condiciones del acuerdo, el Fondo girará al país un desembolso por el monto del vencimiento. Esa dinámica se repetirá hasta tanto se termine de cancelar el total de los u$s 44.500 millones recibidos por el gobierno de Mauricio Macri entre 2018 y 2019, más los intereses correspondientes.


En la práctica, significa que el gobierno acaba de aceptar la subordinación irrestricta de la política económica a las condicionalidades que imponga el FMI, de las cuales aún no se conoce la letra chica. Del cumplimiento de tales imposiciones, dependerán los sucesivos desembolsos que el FMI enviará para saldar cada uno de los vencimientos en los próximos dos años y medio.

Cada tres meses. La auditoría del FMI sobre la economía nacional, será de ahora en más el principal condicionante de la gestión de gobierno.


Vale decir que cualquier gesto de incorrección política, cualquier declaración fuera de lugar que pudiese ser mal interpretada, cualquier medida en una dirección diferente a lo estipulado, podría significar que las revisiones trimestrales del acuerdo arrojen resultado negativo.
Lejos de eliminar la incertidumbre de los mercados, el acuerdo no hace más que consolidar el escenario de inestabilidad permanente durante los próximos dos años. Cada tres meses, los mercados se preguntarán “¿cuál será el resultado de la revisión técnica?”. No sería de extrañar que en la semana previa al comunicado, el tipo de cambio ilegal mostrara subas de precio, y los bonos argentinos comenzaran a caer.


Tal será la verdadera “espada de Damocles” con la que de ahora en más deberá convivir Alberto Fernández, y la economía nacional.


Quienes prefieren una mirada más optimista, señalan como punto a favor, que esta vez el organismo no exige reformas estructurales. No será necesario pensar en una reforma laboral ni previsional, al menos hasta 2023.
Los más desconfiados intuyen que, dada la extensión del EEF por 10 años, en el organismo apuestan a que desde 2023 el sillón de Rivadavia sea ocupado por alguien de perfil “Fondo friendly”, más permeable a la posibilidad de llevar adelante las mismas reformas que el organismo solicitó históricamente.

Dato

u$s 8.500
Los millones que se estima llegarían con el primer desembolso en el mes de marzo.

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