El trasfondo de la falta de dólares, nuestro problema de siempre

La economía todavía no se recupera y la restricción externa, nuestra vieja enemiga, ya hace de las suyas. Pese a los superávits comerciales, las reservas crecen lento. ¿Qué hay detrás?

En la Argentina de Alberto Fernández y Sergio Massa existían problemas económicos que hoy persisten. Uno de ellos la escasez de dólares. No es casual, porque la herencia era catastrófica y la magia no existe. No obstante, hubo avances importantes en la materia: por ejemplo, el stock de reservas internacionales netas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) ha pasado de ser negativo en más de 10.000 millones a ubicarse en terreno positivo. 

Nada es gratis, y menos en economía. Este cambio en la hoja de balance del BCRA fue posibilitado por tres elementos nocivos. Una abrupta devaluación, una profunda recesión y la continuidad de estrictos controles de cambio.

Sin embargo, en la medida que Argentina no logre cambiar su estructura productiva, la relajación de la restricción externa tiende a ser transitoria, y los ciclos de stop and go seguirán siendo una triste constante en nuestra historia económica.

La competitividad cambiaria se esfumó. Han pasado seis meses desde que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciara el dólar oficial a $800, y en ese lapso el tipo de cambio real multilateral de Argentina se redujo en más de un 45%, según el BCRA.

Este cambio en la hoja de balance del BCRA fue posibilitado por tres elementos nocivos. Una abrupta devaluación, una profunda recesión y la continuidad de estrictos controles de cambio.

La rápida apreciación tiene que ver también con la herencia recibida: al pass-through de la devaluación se le sumó el reordenamiento de precios relativos que estaban muy distorsionados, y que aún continúa.

El presidente Javier Milei niega el atraso cambiario, mientras la acumulación de reservas se ralentiza y el desarme del cepo se demora. Sin embargo, cabe hacerse dos preguntas. La primera es por qué Argentina sostiene su superávit comercial pese a la apreciación cambiaria real. La segunda es por qué la acumulación de reservas se ralentizó a pesar de que el saldo comercial positivo se mantiene


Superávit comercial


La balanza comercial argentina tuvo el mejor primer cuatrimestre de su historia, en lo que a saldos refiere y en términos absolutos. La cuenta fue positiva en 6.157 millones de dólares. Asimismo, el bimestre marzo-abril de 2024 fue el de mejor saldo en casi tres años, y diciembre fue el primer mes superavitario luego de varios con importantes déficits (ver gráfico adjunto). Los datos corresponden al Intercambio Comercial Argentino (ICA) publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

La devaluación de fines de 2023 ha contribuido a la consecución de este objetivo, pero no ha sido el único factor explicativo. Al analizar la constitución de los superávits desde diciembre hasta acá, se observa que la caída de las importaciones pondera más que el incremento de las exportaciones.

En el primer cuatrimestre, las importaciones cayeron un 23,8%, mientras que las exportaciones se incrementaron en un 9,8%. Además del efecto precio (cayeron más los precios de nuestras exportaciones que los de las importaciones), otro de los factores subyacentes de esta dinámica es la recesión: las importaciones son parte integrante de la demanda agregada argentina y tienen al nivel de actividad económica como uno de sus determinantes.

Si la tan ansiada V se llegara a dibujar en la serie del producto bruto interno (PBI), ¿qué sucedería con la balanza comercial? De persistir el régimen de crawling peg al 2% mensual, el atraso cambiario se haría aún más insostenible.

Una mirada integral e histórica


Desde la salida del régimen de convertibilidad hasta acá, en todos y cada uno de los mandatos presidenciales el saldo acumulado de la balanza comercial fue superavitario. ¿Por qué entonces tuvimos tantas crisis cambiarias? ¿Por qué atravesamos tantos años de cepos y restricciones? ¿Por qué hay tipos de cambio diferenciales? ¿Por qué se ralentiza la acumulación de reservas pese al elevado superávit comercial? Resulta que nuestra relación con el resto del mundo no se limita al intercambio de bienes.

La balanza comercial juega un rol importante para compensar déficits en otras partidas de la balanza de pagos, aunque muchas veces esa compensación es solo parcial. Para tener una perspectiva integral de cómo nos relacionamos con el exterior es conveniente analizar los saldos en cuenta corriente, pues son los que determinan la necesidad de financiamiento de un país. La cuenta corriente condensa los ingresos y egresos de divisas por intercambio de bienes, intercambio de servicios, rentas y transferencias.

Si bien el intercambio de bienes ha sido mayormente superavitario en los últimos 20 años, no siempre alcanzó a evitar déficits en cuenta corriente. De hecho, Argentina tuvo superávit en cuenta corriente en 2020 por primera vez en una década. ¿Dónde está el déficit?

Desde la salida del régimen de convertibilidad hasta acá, en todos y cada uno de los mandatos presidenciales el saldo acumulado de la balanza comercial fue superavitario.

La balanza de rentas argentina históricamente ha sido deficitaria. Al ser mayor la cantidad de activos que los foráneos tienen en nuestro país que los que los nacionales tienen en el exterior, la salida de divisas por utilidades, dividendos e intereses supera ampliamente los ingresos por tal concepto. Hasta 2017, el déficit en esta partida estaba mayormente explicada por remisión de utilidades y dividendos de empresas a sus casas matrices. Con la reversión de los flujos de capital en la etapa de desregulación financiera, predominó en la balanza de rentas la salida de divisas por ganancias especulativas.

También suelen registrarse déficits en la balanza de servicios de nuestro país. Ni siquiera el buen desempeño exportador de la economía del conocimiento logra evitarlos. El turismo es un determinante relevante de los saldos negativos en esta balanza, cuya importancia se incrementó con fuerza con la supresión del cepo. Solo en 2017, el déficit en concepto de viajes superó los US$6.000 millones.

Entre 2010 y 2019, el saldo de la cuenta corriente argentina fue negativo. ¿Cómo se financió este déficit? Hasta 2015, en una etapa de represión financiera, la necesidad de financiamiento se cubría mayormente con emisión monetaria. Desde 2016 hasta 2019, etapa de desregulación financiera, los déficits se cubrían tomando deuda del exterior, incluyendo un préstamo del FMI cuya onerosidad radica no solo en los intereses y sobrecargos, sino también en los condicionamientos actuales y futuros.

El año 2023 cerró con el peor saldo en cuenta corriente desde 2018 y la recordada fuga de capitales.

Durante la última gestión se acumularon también grandes déficits en cuenta corriente. De hecho, 2023 cerró con el peor saldo desde 2018 y la recordada fuga de capitales. Sin acceso al financiamiento, la consecuencia fue una brutal sangría de reservas internacionales, hasta llevarlas al terreno negativo.

En definitiva, la balanza comercial capta solo una parte de nuestros ingresos y egresos de divisas, pero a la vez tiene el potencial para compensar los persistentes déficits en otras partidas de la balanza de pagos. Hubo años en que los superávits comerciales fueron tan grandes como para evitar déficits en cuenta corriente y acumular reservas, y otros en que los déficits comerciales profundizaron los saldos negativos en el frente externo. Y la historia muestra que eso no es sostenible en nuestro país. Favorecer las ventas externas, modificar la estructura exportadora y reducir la dependencia de las importaciones deben constituirse en políticas de estado

La actualidad y el futuro


Suele escucharse y leerse frases como “el superávit comercial no es necesario” o “Brasil tiene superávit fiscal y crece igual”. La realidad es que después de tantos años de desmanejos y de estancamiento económico, el orden de las cuentas públicas y externas es menester para la Argentina y debe mantenerse. La obtención de superávits fiscales financieros reduce la necesidad de financiamiento de Argentina (emisión o deuda externa).

Sin embargo, hay un consenso creciente en torno a la configuración de un atraso cambiario en Argentina. Para depurar el análisis de la contracción de la actividad económica, proponemos ver qué con la afluencia de visitantes no residentes (turistas y excursionistas) a la Argentina.

Según la base de turismo receptivo de Indec, la cantidad de visitantes del exterior que llegaron a la Argentina se desplomó un 30,7% interanual en abril, alcanzando valores similares a los de la salida de la pandemia (ver gráfico), y la caída se profundiza al 41,9% si se considera únicamente aquellos que arriban por vía terrestre.

El fogonazo inflacionario sumado a la relativa calma de las cotizaciones paralelas del dólar y el crawling peg del tipo de cambio oficial encareció notablemente los bienes y servicios de nuestro país medidos en dólares, lo que desincentiva la llegada de turistas y excursionistas desde el extranjero.

Gerardo Stocker, representante de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica Bariloche (AEHGB), da cuenta de ello. “Hubo un cambio radical, en noviembre y diciembre Bariloche estaba invadido de chilenos que venían a comprar, y hoy se dio vuelta todo, nosotros vamos para Chile”, marcó, y agregó que vienen de pasar “uno de los peores meses de mayo de los últimos años”. Asimismo, Stocker se mostró preocupado por la suba de tarifas, que podría agravar la situación.

Además de la evolución del tipo de cambio, la duda en el corto plazo es ver qué efectos puede surtir la vigencia del régimen de incentivos a las grandes inversiones (RIGI). La llega de inversión extranjera directa mejoraría los saldos de la cuenta financiera de la balanza de pagos, y contribuiría a relajar la restricción externa.


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