El mercado le saca tarjeta roja a la hoja de ruta cambiaria de Milei y Caputo

Tras la sanción de la Ley Bases, el gobierno esperaba generar un escenario de confianza financiera y cambiaria de cara a la segunda mitad del año. El mercado en cambio, avizoraba un sinceramiento cambiario que se vuelve a postergar, y comienza a trasladar esa expectativas frustrada a precios.

Tarjeta roja. El mercado le da la espalda a la negativa del gobierno a devaluar, y a la falta de certezas sobre el cepo.

La semana siguiente al mayor triunfo político que ha obtenido la gestión Milei a lo largo de sus seis meses en el poder, no está siendo tal y como la imaginaban puertas adentro del gobierno. Desde que se aprobó la Ley Bases el pasado jueves, el precio del dólar blue subió $70 alcanzando un nuevo récord, los papeles argentinos se desplomaron, y el riesgo país subió casi 100 puntos básicos.

La señal es más que evidente. El mercado le da la espalda de forma elocuente a la estrategia del presidente Javier Milei y el ministro de economía Luis Caputo de cara a la segunda mitad del año. Probablemente porque tras el triunfo en la madre de las batallas legislativas del primer gobierno libertario de la historia, se esperaba algo más que nunca llegó. Un golpe de efecto concreto.

Dicho de otra forma, la expectativa del mundo de las finanzas y los negocios giraba en torno a los anuncios que pudieran llegar de boca del ministro en su conferencia conjunta con el presidente del Banco Central (BCRA), Santiago Bausilli. No sucedió.

Los conductores de la política económica se limitaron a hablar del ingreso a la «fase dos» del programa económico y a repasar los resultados del primer semestre, sin brindar certezas respecto a las preguntas del millón: ¿Qué solución ofrecerá el gobierno ante el atraso del tipo de cambio oficial? ¿Qué sucederá con el cepo cambiario?

Aprobada la Ley Bases, la expectativa del mundo de las finanzas y los negocios giraba en torno a los anuncios que pudieran llegar de boca del ministro en su conferencia conjunta con el presidente del Banco Central (BCRA), Santiago Bausilli. No sucedió.

Respecto al primer interrogante, la respuesta fue un absoluto: «no habrá devaluación y se sostiene el crowl del 2% mensual». En relación al segundo, la respuesta fue todavía más ambigua: «la salida del cepo quedará para la ‘fase tres’ del programa económico», con la salvedad de que «no existe fecha pautada para el inicio de la fase tres».

En definitiva, tras obtener su mayor logro político en los primeros seis meses de gobierno, la gestión Milei no supo responder respecto a la certeza generalizada de atraso cambiario, ni ofreció un horizonte certero respecto a la salida del cepo. El mercado respondió de forma contundente.

La principal inconsistencia que le endilgan al rumbo elegido por Milei y Caputo, es su fragilidad de mediano plazo y la ausencia de una mirada macroeconómica abarcativa. Es lo que los especialistas suelen referir como «Plan de Estabilización» o «Plan Integral». Una combinación de austeridad fiscal, ortodoxia monetaria y credibilidad cambiaria, que ponga por delante del carro de la macro, la zanahoria de las certezas de mediano plazo.

«No damos un paso atrás ni siquiera para tomar impulso», fue la respuesta oficial del vocero presidencial Manuel Adorni en relación a la dinámica del dólar. «No vamos a devaluar y no nos vamos a correr de lo que anunció el ministro Caputo», agregó, y volvió a denostar a quienes critican el rumbo.

Es claro y evidente que la principal fortaleza del programa libertario consiste en el ajuste ultra ortodoxo del gasto llevado adelante desde enero. El mercado festeja la voluntad fiscalista del gobierno, y acompaña la premisa de eliminar el déficit y acotar el tamaño del Estado. Sin embargo advierte que al plan le faltan dos apoyos fundamentales: la pata cambiaria luce más que endeble en el mediano plazo, y la pata monetaria se presenta incierta.

Respecto a la matriz cambiaria es casi innecesario mencionar lo lejos que ha quedado aquella idea romántica de «dolarizar» la economía nacional. El gobierno no cuenta siquiera con los resortes necesarios como para ofrecer un mercado único y libre de cambios.

Pero lo que tal vez más incertidumbre genera en el mercado, es la insistencia en negar el atraso cambiario y tildar de «imbécil» a todo aquel que ose siquiera mencionar la inconsistencia. El resultado puede advertirse en las pizarras de las casas de cambio.

No se comprende acabadamente la forma en que el gobierno espera generar tasas de interés reales positivas sin un fuerte salto en la tasa de interés de política monetaria. Los banqueros sospechan además que el canje de pasivos remunerados del BCRA, será compulsivo.

Respecto a la matriz monetaria, fue bien recibida la decisión de continuar con la «limpieza» del balance del BCRA anunciada el pasado viernes, pero no se comprende acabadamente la forma en que el gobierno espera generar tasas de interés reales positivas sin un fuerte salto en la tasa de interés de política monetaria. Los rendimientos reales positivos son un pedido expreso del Fondo Monetario Internacional. Pero impactan de lleno en el plan de esterilizar los pasivos remunerados del BCRA.

Los banqueros le señalaron a Caputo la inconsistencia durante el encuentro que mantuvieron ayer con el ministro. Sospechan que el canje de letras que pretenden llevar a cabo Caputo y Bausilli para transferir los pasivos remunerados del BCRA al Tesoro, termine siendo compulsivo. Y no comprenden la falta de precisiones ni la ambigüedad en relación a los rendimientos.
Como respuesta, el ministro les aseguró a los banqueros que «el peso no desaparecerá y se convertirá en una moneda fuerte».

Es precisamente esa afirmación la que desconcierta en la city financiera. Aún no ha pasado un año desde octubre de 2023 cuando en su traje de candidato el presidente afirmó que «el peso es la moneda que emite el político argentino, por lo tanto no puede valer ni excremento». En aquella época, Milei aseguraba que eliminaría la moneda nacional mediante la dolarización.

Quienes conducen las entidades bancarias comprenden que más allá de la construcción discursiva de campaña, el gobierno comienza a cambiar su mirada en relación al programa económico planteado al inicio de la gestión. Entienden que el escenario de fortaleza política era propicio para un golpe de efecto más contundente, y que mientras más tiempo transcurre, más difícil resulta revertir las inconsistencias.


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