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El fenómeno Milei: De qué hablamos cuando hablamos de libertad

Raros peinados viejos. El apogeo libertario se sustenta en la incapacidad de la dirigencia política para ofrecer soluciones del fondo. Sin embargo el renacer de "las ideas de la libertad" tiene como telón de fondo las mismas recetas que se aplicaran en los '70 y en los '90. Incluso quizás los mismos ganadores y los mismos perdedores.

“La conocen los que la perdieron / Los que la vieron de cerca, irse muy lejos / Y los que la volvieron a encontrar / La conocen los presos / La libertad”.

La poesía de Calamaro recupera el valor de una palabra tan central, tan emblemática, tan fundacional de la vida en sociedad, tan imprescindible a las relaciones humanas, tan irremplazable para la democracia, tan cara a los momentos más oscuros de la historia reciente de nuestro país, tan necesaria, tan urgente. La libertad.

Sucede a menudo en épocas de acceso infinito a la información, multiplicidad de pantallas y reposteos interminables en redes sociales: el uso indiscriminado de las palabras termina banalizando su profundidad y su significado. La “libertad” es una de esas palabras.

Desde hace tiempo el vocablo y sus derivaciones se utiliza caprichosamente para intentar fundar posiciones extremas, al punto de pretender que la “libertad” solo es prerrogativa de un sector, de una facción, de una idea.

Como si la “libertad” no fuese en cambio un lazo invisible e incorruptible que nos abraza a todos y cada uno, habilitándonos a convivir en medio de las diversidades y las diferencias. Como si cuidarla no fuese un mandato tácito para todos y cada uno de los que la viven y la disfrutan.

El uso indiscriminado de las palabras termina banalizando su profundidad y su significado. La “libertad” es una de esas palabras.

Libres, liberales, libertos, libertarios. El estadío que sigue a la utilización banal del concepto es la “apropiación” ideológica de la palabra con fines partidarios.

El reduccionismo es tal que los adalides de la libertad creen ostentar la autoridad de señalar con el dedo a quienes “están a favor o en contra de la libertad”, e incluso suelen declamar la necesidad de “restringir”, “limitar” o incluso “prohibir” ciertas libertades, y lo hacen fundados en “la defensa de la libertad”.


De qué hablamos


– ¿A qué le llamas ‘país libre’?

– Lo estoy midiendo en términos de los índices de libertad económica.

– ¿Es la única que vale? ¿Hay otras libertades no? Nosotros por ejemplo vivimos aquí en los años ‘80 en un país con mucha libertad económica y cero libertad política.

– ¿Y en qué derivó después?

– En que hubo tres mil muertos por ejemplo. Hubo decenas de miles de exiliados por ejemplo…

El diálogo tuvo lugar en marzo de 2020 apenas unos días antes de la llegada de la pandemia, y transcurrió durante una entrevista del periodista chileno Matías del Río al economista Javier Milei, en la Televisión Nacional de Chile.

Entrevista. Milei en la TV chilena justo antes de la pandemia en 2020.

El intercambio no es más que una muestra de la forma en que puede construirse todo un andamiaje ideológico y discursivo, haciendo uso parcial y forzado de un concepto tan profundo como la libertad.

Precisamente, los sectores que se presentan a sí mismos como emisarios de la libertad, pretenden encorsetar la discusión en términos de economía, aun si ello implicase que para lograr la ansiada libertad económica hubiese acaso que cercenar otro tipo de libertades.

“Repito. Hay que PROHIBIR toda actividad política en la universidad y más si es pública: gente que nunca estudiará paga con sus impuestos estos ‘pasatiempos’ de algunos inadaptados. En la facu, se estudia, nada más. La política, afuera”. El tweet refiere a un enfrentamiento entre militantes universitarios de la UBA hace exactamente un año.  El autor fue el diputado nacional José Luis Espert. Su partido se denomina “Avanza Libertad”.

Subyace la idea de que existe una escala de libertades. Ciertas libertades son de una categoría o rango inferior, si el objetivo es perseguir la supremacía de la libertad económica.

No obstante, aún si se aceptase como válida la falacia, y se asumiese que únicamente importa la libertad económica en desmedro de cualquier otra de las libertades, vale la pena indagar acerca del contenido que encierra el concepto de “libertad económica” que se suele enarbolar hasta el hartazgo en los discursos y análisis.

“La libertad de precios y la eliminación de los controles de precio. La libertad de las transacciones cambiarias y la eliminación de los controles de cambio. La libertad de comercio exterior. La libertad de exportación con la eliminación de los impuestos a la exportación. La libertad de importación, con la eliminación de las cuotas y un programa gradual de reducción arancelaria. Libertad de tasas de interés con una reforma financiera que abra el sector a la competencia interna y externa. Liberación de los alquileres, eliminado los controles para fomentar la construcción privada. Eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos. Eliminación de los subsidios y protecciones excesivas para ciertos sectores privilegiados. Libertad de contratación de los salarios, sobre la base de los mínimos establecidos por el Estado. Libertad para las inversiones extranjeras bajo reglas justas y sanas. Libertad para la transferencia de tecnología en base a los intereses nacionales”.

Si se abstrae la lista del contexto, la misma bien podría ser la base de cualquiera de los programas económicos que se esgrimen públicamente en la actualidad “en defensa de la libertad”, y sería quizás rubricada por al menos tres de los cuatro principales pre candidatos a Presidente en 2023.

Si en cambio la misma lista se coloca en boca de su autor y en su contexto, puede que cambie la valoración. El fragmento es parte de un anuncio realizado por José Alfredo Martínez de Hoz en el segundo trimestre de 1976, como parte del nuevo programa económico que ponía en marcha la recien llegada dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla.

Ideólogo. Martínez de Hoz, el padre del modelo económico de la dictadura.

Hacer una extrapolación lineal a nuestros días del sangriento escenario en que Martínez de Hoz anunciara su receta, sería un reduccionismo histórico rústico e inverosímil. Pero es imprescindible repasar las consecuencias económicas y financieras del programa económico aplicado por la dictadura.

Tras cuatro años de “libertad económica” en los ‘70, se multiplicó la deuda externa privada, se aniquiló la industria y el trabajo nacional, se pulverizó el salario real, se dilapidaron las reservas y se multiplicó la inflación. Pero por sobre todas las cosas, el estado nacionalizó la deuda externa del sector privado. Terminó poniendo a nombre de todos la deuda de unos pocos.

Los sectores que se presentan a sí mismos como emisarios de la libertad, pretenden encorsetar la discusión en términos de economía, aun si ello implicase que para lograr la ansiada libertad económica hubiese acaso que cercenar otro tipo de libertades

Son “los mismos pocos” que generalmente denostan al Estado, pero más temprano que tarde lo terminan utilizando para beneficio propio. Las veleidades de aquella libertad, fueron en todo caso capitalizadas solo por algunos, y financiadas por las mayorías.


Modelo 2023


“Lo que me gusta de Milei es su prédica a favor de la libertad y contra los vicios de la política, a los cuales describe bastante bien. Un discurso muy bien orientado en el sentido de organizar una economía con el sector público bien presupuestado y ordenado y sin déficit, y el sector privado con libertad y no intervención del Estado”. La cita se ubica esta vez en 2023, en boca del ex ministro de economía Domingo Felipe Cavallo.

Fue el último conductor de la economía nacional que supo tener como norte “las ideas de la libertad”, y se encargó de elogiar al controversial candidato libertario en un extenso reportaje exclusivo con RÍO NEGRO en el mes de febrero.

En perspectiva, la agenda de Martínez de Hoz y la de Cavallo, guardan importantes similitudes. Las consecuencias sobre la estructura económica al final del programa, también. Naturalmente la experiencia de “libertad económica” de los ‘90, transcurrió en democracia, sin armas y sin desaparecidos.

No obstante, a tono con lo que la escritora Naomi Klein denomina como “doctrina del shock”, tanto en los ’70 cómo en los ’90, fue necesario un estado generalizado de conmoción social lo suficientemente grande como para que la capacidad de reacción de la población fuera casi nula a las políticas y reformas relacionadas con “la libertad”.

Para Martínez de Hoz ese estado de conmoción lo aportó la represión de la dictadura. Para Cavallo en cambio, la conmoción llegó de la mano de la hiper inflación del ‘89.

Es necesario tomar en serio el libreto. El economista de los ‘raros peinados viejos’ ha manifestado en repetidas ocasiones su admiración por Cavallo. Cultor de una impostada rebeldía, ha logrado “correr el arco” del debate público hacia las ideas libertarias. Todos y cada uno de los actores de la política se sienten interpelados.

Vale la pena considerar la posibilidad del escenario: un estado tal de conmoción social que habilite a personajes como Milei a llevar adelante su dirruptivo e irracional libreto, sin que la población tenga siquiera fuerzas para oponer resistencia. 

Los que gobiernan, por su incapacidad de gestionar y solucionar los problemas estructurales en el marco normativo ideológico al que pertenecen. Los de la oposición porque se sienten avasallados ante la inserción que Milei ha logrado entre los jóvenes, y ante el crecimiento que ostenta en las encuestas.

A estas alturas vale la pena considerar la posibilidad del escenario: un estado tal de conmoción social que habilite a personajes como Milei a llevar adelante su dirruptivo e irracional libreto, sin que la población tenga siquiera fuerzas para oponer resistencia. 

Lo cierto es que las ideas en sí mismas suelen ser inocuas. Mucho más valioso es escudriñar a quiénes representan. Puede suceder que en el detrás de escena asomen viejos conocidos.

La 135° Exposición Rural tuvo lugar la semana pasada. Patricia Bullrich primero, y Javier Milei a su turno, hicieron su exposición y desplegaron su batería de propuestas ante la “gente del campo”. Un testigo privilegiado del evento relató que “Patricia fue muy aplaudida, pero Javier fue ovacionado”.

Abucheado. El Presidente Raúl Alfonsín fue vapuleado por el mismo recinto que hoy ovaciona a Javier Milei.

A veces los paralelismos suelen ser arbitrarios, pero también resultan inevitables. El José Alfredo Martínez de Hoz que basó su programa en la “libertad”,  era bisnieto del fundador y primer presidente de la Sociedad Rural Argentina en 1866, José Toribio Martínez de Hoz. Se trata de la misma Sociedad Rural que supo abuchear a Raúl Ricardo Alfonsín a fines de los 80. Ese mismo recinto, hoy pondera a Javier Milei como el portador de las soluciones.

“Un museo de grandes novedades” reza otra poesía del rock nacional argento. Aunque más allá de las recetas nuevas/viejas, y de la pertinencia o no de su aplicación en un contexto como el actual, el verdadero interrogante es “a quiénes beneficiarían realmente” la aplicación de las medidas que vuelve a proponer la tribuna liberta. A quiénes representa el discurso. Cuál es el “círculo rojo” que aplaude y ovaciona.


Si entre ellos se pelean


Si hay una premisa que se repite como un mantra y hasta el hartazgo en los discursos liberales y libertarios, es aquel que señala al Estado como la raíz de todos los males. “El Estado es demasiado grande, es ineficiente, gasta mal, oprime a los contribuyentes con los impuestos, no aporta soluciones, interviene demasiado, incurre en déficit fiscal, se financia con emisión, genera inflación, luego pobreza”.

Son algunas de las premisas más básicas del diagnóstico liberto. Al menos aquellas premisas en las que todo el arco liberto coincide. Nobleza obliga, en líneas generales y en un contexto como el actual, muchos de los argumentos encuentran asidero en los datos del tablero macroeconómico.

Sin embargo no todo es lo mismo en el universo de la libertad. Existe una disputa encarnizada hacia el seno del liberalismo vernáculo, que incluye denuncias cruzadas, acusaciones, pases de factura políticos y traiciones. La discusión entre los liberales y los libertarios argentinos transita hoy por la necesidad de encontrar al dueño del “liberalómetro”. Unos y otros se arrogan “la mejor versión” del libreto de las ideas de la libertad.

En pocas palabras, el liberalismo tradicional encuentra en la expresión de los libertarios algo así como una secta. A decir verdad, las ideas liberales que dieron origen a la sociedad moderna desde la Revolución Francesa, van mucho más allá de la economía, e incluyen al ser humano en su integralidad, su capacidad de elegir, o de decidir.

Los libertarios en cambio, son en el fondo conservadores. Más allá de las ideas que hacen a la economía, la matriz de pensamiento libertaria es reaccionaria en relación a las cuestiones humanas, religiosas, sociales, relacionales o de género.

Es más que evidente que nadie puede arrogarse la propiedad del libre albedrío, mucho menos de la libertad. Como dice Calamaro, quienes mejor conocen la libertad son aquellos que la perdieron, y nuestra historia reciente puede dar testimonio fehaciente de ellos.
Las luces y el brillo suelen nublar la vista al intentar mirar hacia adelante. En todo caso, la mejor forma de imaginar cómo sería un futuro en base a «las ideas de la libertad», es recordándolo.


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