Cómo se adaptan los comercios de Bariloche para subsistir en tiempos de alta inflación
Los comerciantes deben adaptarse a la crisis de la economía del país para mantener sus negocios a flote. Preocupa la cadena de pagos, la reposición de mercadería y las listas de precios.
Las tasas de inflación que registró la economía en la primera parte del año habían generado ya un microclima que los puso a la defensiva, pero la disparada del índice por encima de los dos dígitos mensuales a partir de agosto obligó a los comercios a profundizar las estrategias para mantenerse a flote.
La relación con los proveedores son el desvelo principal, aunque también -según el rubro- deben dedicarle especial atención al sostenimiento de los stocks, la reposición de mercadería, la actualización de precios finales y el vínculo comercial con las tarjetas.
La adaptación no es fácil y muchos de los pequeños y medianos comerciantes admiten que manejarse en este contexto es motivo de “sobresaltos permanentes” y un stress que nadie sabe si encontrará alivio o se agudizará aun más a partir del balotaje del domingo 19.
Jorge Elvira, titular de una cadena de electrodomésticos, dijo que la situación es crítica y se agravó en los últimos tres meses, al punto de que “cualquier error que uno comete se paga muy caro”. Admitió que en algunos casos es preferible retener artículos y no vender, por las dificultades para la reposición.
“Todo es difícil en esta situación. Lo que menos hacemos es trabajar para producir, se trabaja para subsistir”, dijo Elvira. En su caso puntual la preocupación no pasa tanto por la marcha de la inflación sino por “el faltante de mercadería” y por la paridad cambiaria.
Explicó que el equipamiento para el hogar y la electrónica, aunque se produzca en el país, tiene una alta dependencia de insumos importados, que entran en cuentagotas. Por eso hay una escasez generalizada de productos, que van desde televisores, tablet y computadoras hasta cocinas y lavarropas.
Distinto es el panorama para quienes comercializan artículos de la canasta básica. El propietario de los supermercados Todo, Roberto Gilio, dijo que con los actuales niveles de inflación el objetivo principal que se plantea una empresa como la suya es “bajar el número de cuentas a cobrar”. A su vez, sus proveedores también acortan los plazos y exigen pagos al contado, o con esperas mínimas.
En un escenario así, 48 horas más o menos pueden significar millones de pesos. Las aplicaciones de pago y las tarjetas de crédito tienen plazos de pago a los comercios que rondan históricamente los 30 días y son un factor de desequilibrio la venta minorista. Aunque Gilio reconoció que no pueden prescindir de esos instrumentos porque cada vez menos clientes manejan efectivo y todo está digitalizado.
“No tengo otra opción que buscar una revisión de esos plazos, y el proveedor nuestro está en la misma, Difiere mucho cerrar un pago en 30 días que en 20, o bajarlo de 20 a 15”, explicó.
Una carrera similar es la que se juega con las remarcaciones de precios. Según el supermercadista, el riesgo está en quedar desfasado con las listas y “perder capital de trabajo”. Gilio dijo que por ahora no hay faltantes importantes, pero con los comestibles en general “el abastecimiento está muy justo”. Observó que “no es lo mismo que pasa con los corralones, donde por ejemplo no se consigue hierro desde hace tiempo”, debido a la incertidumbre con el dólar y la disparada inflacionaria.
“Uno pierde noción de dónde uno está parado”
El presidente de la Federación de Empresas y Entidades de Bariloche (Feeba), Leonardo Marcasciano, dijo que el momento actual es “de mucha zozobra” y hoy administrar una pyme “es un malabar constante, hay que hacer magia todos los días”.
Dijo que el sector que representa -el pequeño y mediano comercio local, en muchos casos empresas familiares- no son formadores de precios sino “tomadores de listas”, de modo que la regla es la remarcación constante.
Reconoció sin embargo que esa dinámica tiene sus matices, porque en un contexto así (como ya pasó en otras crisis) lo habitual es no trasladar todo a precios, en el afán de evitar una caída pronunciada en las ventas. “Lo que pasa es que en la voleada se achican los márgenes de rentabilidad, con la esperanza de recuperarlos cuando todo se estabilice”, refirió Marcasciano. Señaló que ese horizonte hoy aparece difuso y “todo es muy vidrioso, el contexto hace que uno pierda noción de dónde está parado”.
En La Candela, una casa tradicional de artículos regionales ubicada en plena calle Mitre, también experimentan las imposiciones de la inflación galopante. “Se actualizan precios todos los días y hay que estar atentos, porque varios de los proveedores se manejan con valor dólar”, dijo Jazmín Campos, una de las empleadas. En ese local es muy importante la clientela turística (casi el 70% del total), entonces también es necesario seguir de cerca el tipo de cambio para informar día a día a cuánto se toman pagos en dólares, euros o pesos chilenos.
Campos dijo que las ventas se resientieron solo en parte, porque “para el turista es rebarato y si algo le gusta lo compra, pero el residente ve los precios y se quiere morir”.
Sobre la misma vereda de Mitre, en un comercio de ropa deportiva y de tiempo libre, la encargada Marina aseguró que para ellos el cliente local es muy importante y por eso tratan de “mantener los precios accesibles”. En estos días el atractivo son las liquidaciones de post temporada y la posibilidad, abierta todavía, de comprar por ejemplo una campera en 3 ó 6 cuotas. Aunque las vidrieras en general demuestran que salvo excepciones los planes de financiamiento sin interés, con el pico inflacionario, pasaron a la historia.
Marina dijo que las tarjetas de crédito demoran los pagos al comercio y cobran una comisión que no baja del 2,5% pero es imprescindible trabajar con esa modalidad porque en buena parte de los casos “define la venta”.
Replanteo a fondo
Marcasciano reconoció que el sacudón para la economía es generalizado y que en el juego de costos y rentabilidad suele perder el trabajador. Explicó que el pequeño empresario -si tiene que pagar precios mayoristas cada vez más altos, lo mismo que los costos de logística, fletes e impuestos- “a veces restringe en otros ítems que repercuten en el precio, por ejemplo la mano de obra”.
Aclaró que en muchos rubros la inflación no es la que dicta los precios sino el valor del dólar y las restricciones para importar. “Cuando es imposible acceder al dólar oficial, como pasa ahora, el importador se tiene que manejar con dólar MEP. Ahí aparecen las listas de precios con todo 30% arriba, y realmente asusta”, describió Marcasciano.
Aseguró que si bien el último informe de la cámara nacional Came señaló que las ventas en las pymes en octubre crecieron 4,7% contra septiembre, la tendencia general es a la baja, y las comparaciones interanuales “siguen en caída, y no frenan”.
Según el directivo de Feeba, convivir con esos sobresaltos de precios “es un stress insoportable, algo que te apabulla” y el comerciante debe estar “todo el tiempo con las listas en la mano” para no quedar desfasado y evitarse sorpresas.
Danza de precios y hábitos de consumo
El jaque permanente que imponen las peripecias económicas sobre el pequeño comercio se trasladan a los clientes, que batallan a diario en la búsqueda de ofertas y promociones, cada vez más escasas.
Los establecimientos de mayor envergadura tienen otras espaldas y pueden negociar mejor con los proveedores y las empresas de tarjetas de crédito. El supermercadista Roberto Gilio dijo que los plazos extendidos de pago en tiempos de inflación son un verdadero problema. Aseguró que con algunas tarjetas pudo “bajar un poco” el tiempo de acreditación, que históricamente fueron 30 días. Algunas convinieron en liquidar a los 21 días.
Gilio dijo que revisan los precios en góndola “cada semana”, salvo comunicación expresa del proveedor sobre algún cambio anticipado. Consultado sobre la conducta de los consumidores, señaló que algunos cambios pasan por el afán de comprar cantidad cuando detectan un precio conveniente, en especial con productos básicos como aceite, harina y azúcar. “Es el único refugio que encuentra el consumidor, especialmente a principios de mes -aseguró-. Cualquier peso extra que la gente tiene en el bolsillo se vuelca al consumo. Si otorgan un bono de 5.000 pesos, eso solo ya se nota”.
Respecto de las prioridades del cliente, Gilio dijo que en crisis como la actual “todo lo que se puede reemplazar o que no es de primera necesidad” registra caída de ventas, por ejemplo suavizantes para ropa, vinos finos o aguas saborizadas. Pero también admitió que Bariloche tiene sus particularidades, debido al público turístico. Dijo que “los brasileños, por ejemplo, compran mucho vinos caros y otros productos gourmet”, que el cliente local eliminó de su changuito.
Sostuvo también que en la situación actual su empresa y otras prefieren manejar stocks más ajustados, entre otras razones porque ya no abundan las rebajas por cantidad. Dijo que hoy “es mucho más difícil negociar con el proveedor”.
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