Camisassa: “La alta pobreza infantil pone en riesgo la productividad de los trabajadores futuros”
Entrevista con Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC. Hizo un detallado análisis de los datos recientes de pobreza infantil en Argentina.
En diálogo con Diario RÍO NEGRO, Juan Camisassa analizó los recientes datos de pobreza infantil en Argentina y abordó sus consecuencias y posibles ejes para solucionarlos.
PREGUNTA: Casi el 60% de los niños y niñas de hasta 14 años se encontraban, en el primer semestre, en situación de pobreza en Argentina. ¿Qué primera lectura hace de ese dato?
RESPUESTA: Es un dato tremendamente alarmante.En el presente, porque vulnera derechos básicos de niños, niñas y adolescentes: el número lo que muestra es que más de la mitad de ellos/as vive en hogares que no alcanzan una canasta básica de bienes y servicios. A mediano plazo, porque se está condicionando significativamente el futuro de esos niños/as y el de la sociedad en su totalidad. Está ampliamente demostrado que incluso períodos cortos de incidencia de la pobreza al inicio de la vida pueden tener consecuencias irreversibles en el desarrollo cognitivo, nutricional, físico, social y emocional de la población infantil (UNICEF).
P: ¿Por qué la tasa de pobreza por ingresos es mayor en ese rango etario que en otros?
R: Esto sucede por dos razones principales. En primer lugar, es importante mencionar que la pobreza en Argentina se mide por hogar. En ese sentido, el cuidado de un niño/a implica que el ingreso necesario para cubrir los gastos del hogar es mayor. En segunda instancia, esta mayor necesidad de ingresos se conjuga con mayores barreras para generarlos, dadas las dificultades para conciliar trabajo remunerado con tareas de cuidados. Es decir, quienes tienen hijos/as o personas a cargo no solo son más proclives a tener menos ingresos per cápita sino también a tener menos tiempo.
Quienes tienen hijos/as son más proclives a tener menos ingresos per cápita.
Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC.
P: ¿De qué manera esta situación condiciona el futuro del país?
R: Los niños y niñas son el futuro del país. Sabemos que lo que sucede en ese período de la vida condiciona su desarrollo futuro y las oportunidades que van a tener cuando sean personas adultas. Partiendo de esta base, podemos afirmar que los altos índices de pobreza en niños y niñas tienen un doble impacto negativo para la sociedad. En primer lugar, garantizar que los niños y niñas crezcan en los mejores contextos posibles genera resultados positivos en la adolescencia y en la edad adulta. Por eso, las inversiones en capital humano tienen mayores tasas de retorno cuanto menor es la edad de la persona. Más adelante en el ciclo de vida, reducir las desigualdades y equiparar oportunidades será cada vez más difícil. El segundo punto se vincula a la dinámica demográfica: la fuerte reducción de la fecundidad y el aumento de la longevidad aceleraron el envejecimiento poblacional en Argentina. En el futuro la proporción de personas mayores irá aumentando y entonces el desafío para sostener y mejorar el Estado de bienestar tomará más relevancia. En gran medida, los recursos para responder a este desafío dependerán de la capacidad que tenga la sociedad de aumentar la productividad de sus trabajadores/as, puesto que su proporción respecto al resto de la población irá paulatinamente disminuyendo en años venideros. Esto nos obliga a invertir en los niños/as de hoy, para lograr un aumento de productividad de los/as trabajadores/as del futuro. La situación de niños y niñas hoy en Argentina pone en serio riesgo esta posibilidad.
La alta pobreza infantil pone en riesgo la productividad de los trabajadores futuros.
Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC.
P: La pobreza infantil crece, pero también ha crecido la asistencia del Estado a muchas familias. ¿Debe profundizarse lo más posible la misma, su efecto inflacionario es contraproducente, o hay que hay un punto intermedio?
R: Las transferencias de ingresos a familias con niños, niñas y adolescentes (Asignaciones Familiares, AUH y Prestación Alimentar) son una herramienta esencial para abordar la pobreza monetaria infantil. Según UNICEF, en el tercer trimestre de 2022, sin la AUH la pobreza infantil hubiese sido tres puntos porcentuales más alta y la indigencia 10 puntos porcentuales. En la literatura académica hay profusa evidencia que muestra efectos positivos y significativos de la AUH en la reducción de la pobreza. Esto se replica a nivel regional. La evidencia empírica existente ha validado el rol de los programas de transferencias condicionadas como instrumento para la disminución de la pobreza y la desigualdad, además de revelar impactos significativos en la acumulación de capital humano y la reducción del trabajo. Sin embargo, su contribución a la ruptura de su transmisión intergeneracional –basada en la inserción laboral de sus destinatarios- es más ambigua. Las trayectorias laborales de los/as titulares no reflejan una movilidad ocupacional intergeneracional y la falta de oportunidades no ha permitido mejorar significativamente su condición social. En esta línea, distintos estudios han evidenciado que los/as beneficiarios/as de los programas suelen mantenerse en la informalidad y enfrentan considerables obstáculos para una superación sostenida de la pobreza. Finalmente, en lo que atañe al contexto macroeconómico argentino, no desconocemos la necesidad de garantizar el equilibrio fiscal y la urgencia de reducir la inflación. Sin embargo, también sabemos que la AUH y la Prestación Alimentar se concentran principalmente en los tres primeros deciles de ingresos (dicho en otras palabras, el 30% más pobre), es decir, su focalización es muy buena. Este punto es central para defender su mantenimiento y su profundización en un contexto inflacionario.
La focalización de la AUH y de la prestación Alimentar es muy buena.
Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC.
P: Desde CIPPEC plantean sistemas de cuidados como herramienta contra la pobreza infantil. ¿En qué consisten?
R: Hay un vínculo muy claro entre cuidados y pobreza. En Argentina, son las familias y, en su interior, las mujeres quienes realizan la mayor parte de este trabajo de cuidados de forma no remunerada. Esta organización social del cuidado tiene varios problemas. Mientras que las familias con mayores recursos pueden tercerizar el cuidado en el mercado (a través de la contratación de trabajadoras domésticas remuneradas o de espacios de cuidado privados, por ejemplo), en los hogares con menores ingresos las alternativas se reducen a que las mujeres no se incorporen al mercado laboral, a delegar estas tareas no remuneradas en otros familiares (hermanas, tías, abuelas) y/o a acceder a servicios de cuidado de baja calidad. En un país donde más del 54% de los niños y niñas vive en situación de pobreza, este esquema reproduce intergeneracionalmente las desigualdades socioeconómicas y de género. A modo de ejemplo, en un hogar de bajos ingresos, los/as niños/as acceden a educación y cuidados de menor calidad y las mujeres enfrentan mayores restricciones de tiempo para participar del mercado de trabajo, lo que perpetra las desigualdades en el futuro. Por esta razón es fundamental invertir en políticas que reconozcan el valor del cuidado y busquen distribuirlo más equitativamente, no sólo entre géneros sino también entre las familias, el Estado, la comunidad y el mercado. Para abordar esos desafíos, desde CIPPEC proponemos avanzar en un sistema integral, articulado y federal de cuidados para la infancia que se implemente de manera gradual, considerando las restricciones presupuestarias que impone la coyuntura. Para eso, la propuesta se sostiene sobre tres ejes de acción: tiempo (licencias), dinero (transferencias) y servicios (espacios de crianza, enseñanza y cuidado).
Es fundamental invertir en políticas que reconozcan el valor del cuidado y busquen distribuirlo más equitativamente.
Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC.
P: La alta y creciente informalidad laboral implica que haya muchos y cada vez más trabajadores que no puedan pedir licencias por paternidad o maternidad. ¿Qué efecto tiene ello en los indicadores de pobreza infantil que observamos?
R: Mejorar las condiciones de actividad y empleo es uno de los retos más desafiantes a los que se enfrenta Argentina para reducir la pobreza. Los empleos en el sector informal carecen de protección social y suelen tener salarios más bajos, menor estabilidad y mayor variabilidad en los ingresos.Además, es preciso destacar que las consecuencias negativas no sólo caen sobre las personas en edad activa, ya que –a la hora de jubilarse- quienes se desempeñaron en la informalidad no cuentan con los años de aportes que sí tienen aquellos que trabajaron bajo un régimen formal. La ausencia de licencias también es un aspecto negativo del trabajo en la informalidad. Las licencias juegan un papel esencial en la provisión de cuidado parental, al garantizar tiempo e ingresos en los primeros meses de vida de los recién nacidos. Las licencias contribuyen también a la conciliación de la vida productiva y reproductiva de las familias y ayudan a equiparar las condiciones de vida y oportunidades a las que pueden tener acceso losniños desde sus primeros momentos de vida. La imposibilidad de acceder a una licencia perjudica el acceso a un cuidado de calidad desde los primeros días de vida.
La imposibilidad de acceder a una licencia perjudica el acceso a un cuidado de calidad desde los primeros días de vida.
Juan Camisassa, coordinador de protección social de CIPPEC.
Perfil: Juan Camisassa
Licenciado en historia por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) [2014-2018].
Magíster en economía aplicada por la UTDT [2019-2021].
Profesor invitado del Departamento de Economía de la UTDT.
Coordinador del programa de protección social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).
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