Dos neuquinas proponen instalar colilleros en toda la ciudad: ¿el Deliberante aprobará la iniciativa?

Una vez que enteraron del terrible impacto medioambiental que provocan las miles de colillas que se tiran sin desparpajo se vieron en la obligación de actuar de inmediato. En qué consiste la iniciativa de Natalina Barros Fabani y Candela Duarte Baschini.

Una sola colilla contamina entre 8 y 10 litros de agua salada y hasta 50 litros si se trata de agua dulce. La enorme cantidad de sus componentes nocivos como nicotina, alquitrán, arsénico, plomo, hidrocarburos poliaromáticos hacen posible este impacto ecológico negativo. Además, el acetato de celulosa, un material no biodegradable encargado de absorber esas sustancias, puede tardar hasta 15 años en descomponerse.

Desde hacía tiempo que las neuquinas Natalina Barros Fabani y Candela Duarte Baschini sabían de este horrible dato. Por ello es que empezaron a indagar de cuál era el verdadero impacto de las colillas de cigarrillo en el medio ambiente regional. “Este “pequeño” residuo causa enormes daños ambientales. El fumador, casi siempre, cuando termina de fumar tira la colilla a la vía pública sin pudor alguno. Luego, por el viento o las lluvias termina en nuestro río. Por esto, nuestra principal preocupación es quitar este residuo de la vía pública para luego recuperarlo y darle tratamiento de reciclado en algún producto necesario, como pueden ser los ladrillos. Creemos que entre todxs podemos construir una ciudad no solo más limpia sino también más sana”, afirmaron ambas a este diario.


En muchas partes del mundo y del país ya se juntan las colillas para luego reciclarlas.

¿Y entonces qué se les ocurrió proponer? Que se diseñen, creen e instalen colilleros en toda la vía pública y en la naturaleza que nos rodea.

Ambas resaltan que los filtros de cigarrillos están hechos de plástico denominado acetato de celulosa. Cuando se arrojan en el ambiente se desecha ese plástico y se convierten en pequeños pedazos de plástico (microplásticos). También se liberan sustancias como nicotina, alquitrán, hidrocarburos, tolueno, metanol, ácido acético, amoniaco, ácido esteárico, así como metales pesados como cadmio, plomo, arsénico y cianuro que, de no disponerse adecuadamente, causan contaminación en el ambiente.

Las colillas de cigarrillo, al absorber los componentes tóxicos del cigarrillo, representan un problema importante en la contaminación ambiental, porque cada colilla contamina el agua potable, afectando negativamente los reservorios de agua, suelos, plazas, espacios verdes y demás lugares de nuestro hábitat.

Subrayan que se calcula que sólo una tercera parte de las colillas van parar a la basura, mientras que el resto es arrojado a la calle o a través de una ventana con indiferencia, (12 mil millones de colillas diarias en todo el mundo) y tardan en degradarse entre 2 y 25 años. No se pueden descomponer a través de la acción de seres vivos bajo condiciones ambientales naturales.

Por ello, afirman, surge la necesidad de darle un tratamiento especial disponiendo las colillas en contenedores adecuados a la espera de un tratamiento adecuado o reciclaje. “El pequeño tamaño de una colilla no debe cegarnos del enorme impacto negativo que tiene en el ambiente. Entonces, suena ilógico quedarse de brazos cruzados. Con Natalia nos conocimos en el marco de un curso de Técnica Legislativa brindado por el Consejo Asesor Económico Social y Planeamiento (Caesyp), y con el asesoramiento de Juanjo Dutto, decidimos armar un proyecto de ordenanza que busca colocar colilleros – para recuperar este residuo- e implementar campañas concientización y sensibilización de los vecinos, fumadores y no fumadores, para que las personas entiendan por qué es importante no arrojarlas las colillas al suelo y, en lo posible, recuperarlas”, comenta Catalina.


Un diseño claro que no nos hace dudar que en él hay que tirar las colillas.

Días atrás estas vecinas neuquinas presentaron su proyecto al concejo deliberante de la capital neuquina. “Lo expusimos en la comisión de Ecología y Medio Ambiente. Fue una gran oportunidad y los concejales que nos escucharon nos hicieron muy buenas devoluciones al respecto. Nos comentaron que el próximo paso era invitar a Francisco Baggio de la Municipalidad para que diera su aporte respecto a la implementación. Sabemos que siguen avanzando en nuestra propuesta y creemos, por la buena disposición de los concejales así como por la demanda social de generar políticas ambientales, que de aquí a un tiempo no muy extenso finalmente saldrá como ordenanza”, afirma por su parte Natalia.

Los concejales del MPN ya le hicieron algunas modificaciones tras su análisis y lo pasaron a despacho para que los demás miembros del Deliberante lo revisen de nuevo.

“Queremos extender a todos los vecinos la misma propuesta que hicimos a los concejales ese día: invitamos a caminar la ciudad mirando el piso, atentos a ese residuo “invisible”. Conocer este problema es imprescindible para cambiarlo. Porque una vez que conocemos el impacto ambiental que genera ya no podemos ser más indiferentes a este desastre medioambiental. ¿Vamos a seguir tirando las colillas al piso?”, desafían Natalia y Catalina.


Ladrillos ecológicos de la fábrica Cigabrick, de Mendoza.

Colillas recicladas en ladrillos

El mendocino Alixis Lemos (41) es el creador del proyecto ecológico Cigabrick, que produce ladrillos hecos con colillas.

Ingeniero comercial y máster en logística se dedicó durante seis meses a investigar, desarrollar prototipos y armar un equipo de trabajo que lo integran su padre en la cuestión logística, su hermano en el diseño gráfico y dos profesionales altamente capacitadas, una bióloga y una ingeniera en recursos naturales renovables. “Con inversión propia, logré crear un biopolímero en el laboratorio. ¿Qué es echo? Es un método para el reciclaje de las colillas totalmente natural y definitivo que consiste en la obtención de un producto compuesto biotecnológico: las colillas son mezcladas con elementos naturales a los que sumamos microorganismos que comen las toxinas y liberan enzimas que mineralizan la mezcla. Este período de cultivo lleva unos 20 días. En definitiva, lo que demora 15 años en degradarse, logramos descontaminarlo en sólo 20 días”, comentó a la prensa meses atrás.

Lo suyo es una iniciativa zero-waste, es decir que no genera residuos en ninguno delos procedimientos. Por ello, Cigabrick es ecológico y está armado bajo presión con más de 6 toneladas de fuerza. No requiere cocción y es 100% reciclable. Sus producciones, por el momento, las vende a municipios de Mendoza y a algunos organismos de su provincia.

Esta experiencia, ¿no podría replicarse en la zona?


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