Dos balazos para el jinete Francisco P. Moreno
Es cierto. Cualquiera podría confundirse porque no todos conocían la figura entonces obesa del explorador y naturalista Francisco P. Moreno. En 1905 los diarios no abundan en ilustraciones, las fotografías perdían perfiles en las planas de borrosos resultados y sólo las publicaciones de gran cuidado de impresión, como la Revista Ilustrada del Río de la Plata (que inicialmente portó su título en francés), incluían retratos de perfección.
En los «boliches» de tierra adentro o en cada rincón de las poblaciones apartadas de entonces hubo homónimos que tuvieron su hora de celebridad tomada, sin consentimiento, claro, de quienes eran los verdaderos constructores de su propia notoriedad. Pero en aquella época nunca hubiera ocurrido. Por ejemplo, en el hotel Londres de Bahía Blanca o en El Globo de Trelew con el perito Moreno. Se trataba de algo tan grave como el insolente atropello de un tropero -Juan Mendoza- que disparó dos balazos a Francisco P. Moreno y éste le repelió matándolo. Pero ¿qué puede haber ocurrido con la lectura de la noticia de una disputa que terminó trágicamente, pero sin aclarar la real identidad del personaje tan renombrado durante los años del conflicto limítrofe con Chile?
Hoy, con la velocidad de un relámpago se hubiera tejido una densa malla de correos electrónicos. La TV -escándalo mediante- habría terminado por aclararlo todo con un «Quien es quien» abrumado de testimonios barriales. Es cierto que la noticia de la balacera rural en la que quedó involucrado Moreno y aparecida en La Nación del 5 de abril de 1905, fue brevísima, sin titulares y con pocos detalles. Puede haber pasado casi desapercibida para quienes, entre un océano de informaciones, desdeñaban las del interior del país. Pero ¿qué repercusiones tuvo lo publicado -un poco tardíamente- en La Nueva Provincia sin aclaración que identificara fehacientemente a Moreno, como Francisco P. (por Pascasio) o P (por Pardo)?
El corresponsal de LNP en Neuquén, Arsenio B. Martín, no leyó seguramente La Nación del 5/04/904 que pudo haber llegado por el F.C. Sud antes del 9 con la noticia del crimen cercano a los ríos Aluminé y Catan Lil. Seguramente lo perturbaba un tema que investigaba el vehemente juez letrado Patricio J. Pardo y que parecía involucrarlo.
El 12 de abril entró en Neuquén el gendarme policial Juan Figueroa trayendo detenido a Francisco P. Moreno (sic) desde Junín de los Andes «procesado por homicidio en la persona de Juan Mendoza», como lo informó ese mismo día el jefe policial José Rodríguez Spuch al gobernador Caros Bouquet Roldán.
Recién el 19 el corresponsal Martin de LNP despachó el telegrama al director de su diario. «Por creerlas de interés público doy a Ud. las siguientes informaciones», le anticipó Martin, que comenzó por alabar la fiebre constructiva de la nueva capital
cuando ya funcionaban dos hornos de ladrillos y se temía que no dieran abasto. Se dio espacio para la meteorología por aludir una ola de calor sofocante que cedió el 18, y por la cosecha de cereales y hortalizas, abundante aunque no había canal irrigador.
Curiosamente dejó el tema central para el final y lo tituló «La tragedia del campo». Vale la pena reproducirlo en gran parte porque, fuera del valioso sumario revelador de la verdadera identidad del incriminado Moreno, la crónica de Arsenio B. Martin, despista a partir del encumbramiento que hace del personaje recluido en la comisaría de la nueva capital.
El corresponsal va a la cárcel
Es improbable que Martin desconociera la verdadera identidad del detenido, porque el corresponsal se ocupaba también de negocios rurales y hasta recorría las cordilleras con ese cometido. También se puede asegurar lo contrario por estar el detenido incomunicado y sólo el sumario levantado por el comisario de Junín de los Andes pasible de ser pasto de infidencias sobre los detalles del crimen y del criminal. Lo que sigue es lo que escribió Martín desde Neuquén para el diario de Bahía Blanca:
«Honda sensación ha causado en ésta, entre el numeroso círculo de los amigos del señor Francisco P. Moreno, su detención en la Policía por haber dado muerte al famoso bandido Mendoza. El trágico suceso -continuaba el corresponsal- tuvo lugar el día 30 de marzo próximo pasado en el campo de propiedad del señor Moreno, entre las 3 o 4 de la tarde y en circunstancias que este se encontraba inspeccionado una de sus haciendas, teniendo por delante en la montura y entre sus brazos a un hijo suyo de 3 años de edad que lo había llevado para que se divirtiera. Esto sucedió -precisaba Martin- a pocas cuadras de distancia de su establecimiento Santa Amalia, en la costa del río Aluminé. Cuanto más preocupado se hallaba en la contemplación del rural y alegre panorama que se presentaba a su vista dirigiendo cariñosas palabras a su tierno hijo, volvióse repentinamente el caballo, asustado por el trote que hiciera el caballo que montaba Juan Mendoza, el que llegó apresuradamente hasta dos metros de distancia del señor Moreno y, poniendo la mano en el revólver que llevaba adelante y en actitud hostil, dijo: 'como hai sabido que este es su campo, aunque no es camino lo hai cruzado adrede con mis carros', a cuyas insolentes palabras el señor Moreno no pudo contestar as que: 'Ha hecho bien!', palabras cuyo eco fue apagado por dos detonaciones simultáneas, producidas por disparos traicioneros y que felizmente no dieron en el blanco. El primer tiro -continuaba la crónica- produjo en el señor Moreno un terror desesperante, porque había sentido un fuerte temblor o sacudida del cuerpo de su hijo que oprimía entre sus brazos en aquél momento de peligro. Creyéndolo muerto o herido oprimiolo más y sacando a la vez el revólver, mientras Mendoza hacía el segundo disparo cuya bala silbó a su oído, disparó con tan buena puntería que el proyectil penetrando por la boca perforó el occipital del cráneo de Mendoza. Acto continuo el señor Moreno se retiró a su establecimiento de donde mandó incontinenti, un chasque al comisario de su departamento señor Carlos Alvarez Gómez dándole cuenta».
La nota del corresponsal Martin en la LNP agregó que los peones de Mendoza se sorprendieron cuando el caballo de éste al encontrarse sin jinete huyó para donde se encontraban los carros, no perdieron tiempo y uno de ellos fue a dar cuenta al comisario López (por José Belindo López) de Catan Lil, el cual acudió al sitio del hecho y principió a diligenciar el correspondiente sumario que terminó el comisario Alvarez Gómez (por Carlos A. G, aquel que actuó en dilucidar el crimen de la familia Mantero de Caleufú y estaba alistado en la policía territorial desde 1893).
Martin remataba la nota con este párrafo que hacía pensar más en la notoriedad del perito que un estanciero cordillerano: «Lamentamos este triste incidente que ocasionará grandes pérdidas al señor Moreno…», (y no Pardo, que al parecer fue el apellido, no segundo nombre ni tampoco mote) «…con su detención, hasta que terminen los trámites; y esperamos del señor Juez Letrado (por Pardo, también, Patricio J.) que en mérito a las atenuantes que la ley establece en casos análogos, se ha de servir despachar con la mayor actividad la causa de un respetable, honrado y apreciado caballero, que sólo por defender su vida y a de su hijo, hizo uso de sus armas. Corresponsal».
Fue la última nota de alguna importancia que escribió Arsenio B. Martin para el diario bahiense, ya que la causa en la que él mismo estaba implicado determinó su apresamiento. No sólo iba a pasar más de un año encarcelado, lo que lo llevó a la ruina personal y económica de la saldría ayudado por Abel Chaneton, sino que Martin llegó a compartir un corto tiempo la vida carcelaria con el victimario Moreno, protagonista central de su crónica.
La actividad del corresponsal concluyó el 8 de mayo de 1905 cuando el jefe policial José Rodríguez Spuch informó al gobernador interino Eduardo Talero (Bouquet Roldán, estaba en Buenos Aires) que por «orden del señor Juez Letrado se encuentran detenidos en esta comisaría en calidad de incomunicados, los sujetos Ignacio Rivas, Arsenio B. Martin y Javier Pueyo» (archivo del S.P.A.).
Para los amantes de los más reverenciados personajes de la Patagonia, la carátula del expediente penal sobre el caso, es estremecedora: «Francisco P. Moreno por homicidio». Lleva el número 98 del año 1905 – Legajo 131 Nro. 15 y en libro de entrada figura con el número 414. El juez era Pardo y el secretario actuante, el escribano Julio Jordán.
Lo primero que aparece es el acta levantada por el comisario del 12° Departamento y dice así: «En Junín de los Andes, Departamento 12 del Territorio de Neuquén a los 31 días del mes de marzo de mil novecientos cinco, siendo las ocho ante meridiano, se presentó a esta comisaría el vecino de este departamento Don José Luis Saavedra, de nacionalidad chileno, de 33 años, casado, agricultor, de mi conocimiento y expuso: Que el día 30 del mismo mes, siendo como las cuatro de la tarde se dirigía el exponente en compañía de Juan Mendoza al establecimiento del señor Arce y que al pasar por el establecimiento del señor Francisco P. Moreno, como a 15 o 20 cuadras de la casa de éste, estaba Moreno con un niño de 2 o 3 años a caballo, en circunstancias en que pasaba el exponente con el referido Mendoza, vieron al señor Moreno y se arrimaron a saludarlo, que este a su vez siguió caminando con ellos, en la dirección que llevaban marchando el exponente unos paso adelante y Mendoza y Moreno, conversando atrás; que percibió que empezaron a discutir; que en ese momento paró el caballo el exponente para esperarlos, pero que acto continuo vio que Mendoza hizo dos disparos de su revólver sobre Moreno y que al segundo disparo vio también que Moreno disparó su revólver sobre Mendoza, cayendo este del caballo. Que entonces el exponente se bajó y le pareció que Mendoza estaba muerto y que Moreno estaba de a caballo aún con la criatura por delante, que en vista de esto, el exponente resolvió volverse y presentarse a la comisaría y así lo hace». Firmó junto al comisario Alvarez Gómez, a la vez que le llegaba una carta de Francisco P. Moreno, con el logotipo y marca de la estancia Santa Amalia, denunciando el episodio.
Pero ese mismo 31 de marzo, en el lugar de los hechos y a las 7 de la mañana había desensillado el comisario de «Limay Centro», José Belindo López, luego de un largo galope. Lo acompañaron los gendarmes de su comisaría Dionisio Altamirano y Celestino Torres y de los vecinos José Elena Flores, Antonio Mieres y Víctor Cari. También estaban allí los hermanos Lorenzo y Clodomiro Mendoza, hijos del muerto. Belindo López examinó el cadáver y levantaría un acta. Moreno calmó a su familia pero prometió montar al día siguiente para presentarse detenido en Junín de los Andes.
(Continuará)
fnjuarez@sion.com
Es cierto. Cualquiera podría confundirse porque no todos conocían la figura entonces obesa del explorador y naturalista Francisco P. Moreno. En 1905 los diarios no abundan en ilustraciones, las fotografías perdían perfiles en las planas de borrosos resultados y sólo las publicaciones de gran cuidado de impresión, como la Revista Ilustrada del Río de la Plata (que inicialmente portó su título en francés), incluían retratos de perfección.
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