D’Onofrio, Tinelli y el papelón de los vanidosos
La Liga Profesional de Fútbol (LPF), la nueva criatura gestada en el siempre impredecible fútbol argentino, dio sus primeros pasos pero está claro que le falta aún mucho recorrido para que pueda caminar por sí sola. Esta nueva versión empresarial que llegó para reemplazar a la ya extinta Superliga, tiene serio riesgo de correr la misma suerte que su antecesora.
La lucha de poder de los que tienen a mano la vara que determina cuán extensa es la propia en comparación con la ajena, tiene como actores a los mismos que piden a viva voz un cambio superador, moderno y que esté a la altura de las grandes ligas de Europa. Pero si la vanidad es el alimento, la mezquindad es el resultado.
Va apenas una fecha del torneo y ya hay guerra declarada entre Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, y Marcelo Tinelli, titular de San Lorenzo y también presidente ejecutivo de la Liga Profesional, a quien algunos le objetan que no puede estar ambos lados del mostrador.
Quizás sea ese recelo (quizás no) lo que llevó a D’Onofrio a poner palos en la rueda a la flamante Liga. El capricho del presidente del Millo en jugar de local en el predio del club, el ya famoso River Camp, se entiende como una clara acción en querer torcerle el brazo a Tinelli. D’Onofrio ya lo quiso imponer para jugar los partidos de local por la Libertadores, pero la Conmebol se lo negó. ¿Por qué sería distinto en la LPF?
La AFA, a través de la figura de Chiqui Tapia, de día sonríe y se saca la foto junto a Tinelli, y de noche cena con D’Onofrio para luego ir juntos por la mañana hasta Ezeiza y decir a cuatro vientos que el predio está a la altura de las exigencias y sólo faltan cuestiones administrativas para que se pueda jugar.
El desafío de D’Onofrio, amparado en la complicidad de Tapia, enmarca un nuevo papelón de los caprichosos de siempre para que después nos preguntemos por qué el fútbol argentino está como está.
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