¿Dónde está Belgrano hoy?


Cuando decimos que Belgrano debe ser parte de nuestro ADN cultural nos estamos refiriendo a su sentido de la Libertad, a su sensibilidad por los desposeídos, a su amor al trabajo y lo pernicioso que creía era la “ociosidad”…


Dónde está Belgrano hoy? Una pregunta que no puede contestarse solamente diciendo: en los monumentos erigidos a lo largo y ancho del país, en los aniversarios del 20 de junio, en los actos de los alumnos de 5º grado cuando prometen la Bandera, en el juramento de los soldados, en las enseñanzas que imparten los maestros y profesores o en las actividades del Instituto Belgraniano.

Si nos quedáramos solamente con estas respuestas circunscriptas a homenajes y actividades recordatorias, sería desaprovechar lo que sigue vivo de nuestro prócer, sería no darnos cuenta que son los valores e ideas de Belgrano lo que nos ayudaría a mejorar la formación de nuestro ser nacional y así proyectar de otra manera nuestra identidad al mundo.

Para ello es necesario que las actuales generaciones visibilicen que hay una dimensión humana de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano que debería ser parte del ADN cultural de nuestra Argentina, de nuestra manera de relacionarnos con los demás, de nuestra conducta ética y moral, de nuestra vocación de servicio a la comunidad, de nuestra contracción al trabajo y al progreso, en síntesis de un legado que nos deja Manuel Belgrano sin el cual difícilmente podremos afianzar nuestra nacionalidad.

Cuando decimos que Belgrano debe ser parte de nuestro ADN cultural nos estamos refiriendo a su sentido de la Libertad, a su sensibilidad por los desposeídos, a su amor al trabajo y lo pernicioso que creía era la ociosidad (desocupación) como generadora de miseria y pobreza, a sus ideas desarrollistas basadas en el fomento de la agricultura, al impulso del comercio y de la industria, a su premonitoria visión de cuidar el medio ambiente y de contar con una política forestal y a su firme planteamiento, mucho antes de Sarmiento, de contar con una educación inclusiva y gratuita.

Después de los triunfos en las batallas de Tucumán y de Salta, la Asamblea del Año XIII decidió premiar al General Belgrano con 40.000 pesos, una cifra muy importante en aquellos tiempos.

Para valorar su compromiso con la educación y ponderar la magnitud del monto otorgado baste decir que con este premio podían construirse cuatro escuelas. “He creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria destinar los expresados 40.000 pesos del premio para la donación de cuatro escuelas públicas en Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy y Tarija”.

Pensando en Belgrano, este 20 de junio de 2021 es muy oportuno hacernos algunas preguntas y reflexionar sobre la realidad actual.

El primer interrogante que cabría hacernos es: ¿se tiene en la actualidad una dirigencia comprometida con la educación como lo proclamaba Belgrano?

¿Qué pensaría Belgrano si viera que en aproximadamente 70.000 (setenta mil) escuelas y colegios que tenemos hoy en nuestro país no hay clases presenciales? ¿Qué sentiría al ver que en la mayoría de las provincias estas escuelas las tenemos cerradas desde hace más de un año?

¿Cuál sería la posición de Belgrano sobre la presencialidad teniendo en cuenta que el 60 % de los niños de nuestro país son pobres y que más de 5 millones de niños no acceden a alimentarse con una comida que cuente con los nutrientes necesarios?

Otra de las cuestiones que reivindicaba fuertemente era la necesidad de expandir en todo el país una cultura del trabajo que nos permitiera lograr el progreso de todos. Dijo Belgrano refiriéndose a la desocupación: “ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad y deben ser atendidos hasta el último punto”.

Pasaron más de 200 años y nuestro país debe soportar hoy un nivel de pobreza donde más del 50% de los hogares recibe planes de asistencia del Estado.

¿Dónde quedó el mandato de Belgrano de revertir el flagelo de la desocupación?

Además del comercio y la industria Belgrano tenía una inclinación muy especial por el desarrollo de la agricultura. Escribió el 28 de abril de 1810 en el Correo de Comercio: “Nuestro suelo, nuestro clima nos está convidando para aumentar el número de seres vegetales, ya propagando las especies, ya haciéndolas propias en los diversos climas.”

¿Por qué, sabiendo el potencial agrícola que tiene nuestro país, estamos confrontando permanente con aquellos conciudadanos que trabajan y producen en el campo?

Uno de los compromisos de la Primera Junta integrada por Belgrano en relación al manejo de los dineros públicos establecía “que la malversación de los intereses (recursos) sería castigada con ocho años de presidio ejecutado en las obras públicas. Una vez cumplida la pena, sería echado de los dominios”. En síntesis, al corrupto le debían caer 8 años de prisión trabajando en obras públicas y luego debía ser expulsado del territorio.

Obviamente que esta pena no puede trasladarse literalmente a nuestros días, pero debemos preguntarnos: ¿por qué hoy nos enriquecemos cuando pasamos por el Estado? ¿Por qué la función pública es utilizada para generar clientelismo político? ¿Por qué tenemos tantos conciudadanos nombrados en el Estado que cobran y no trabajan?

Este ascetismo de vida, que se manifestó en el desempeño de todas las funciones y responsabilidades asumidas por Manuel Belgrano constituye un espejo donde mirarnos, un modelo de valores que necesitamos imperiosamente comiencen a impactar en nuestras conductas, especialmente cuando ejercernos el poder desde el Estado.



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