¡Doña Petrona tenía que tener su museo propio!

La ecónoma sigue siendo una figura inolvidable de la cocina argentina. Está ubicado en Once, en una zona de bazares gastronómicos, y cuenta con “reliquias” que atesoraban sus nietos y que cedieron los fanáticos.

¡Doña Petrona tenía que tener su museo propio!

La ecónoma sigue siendo una figura inolvidable de la cocina argentina. Está ubicado en Once, en una zona de bazares gastronómicos, y cuenta con “reliquias” que atesoraban sus nietos y que cedieron los fanáticos.

Por Belén Veigas

Es la una del tarde de un viernes cualquiera de 1960 y un delantal impecable cobra protagonismo en las pantallas de los hogares argentinos: de la mano de la receta de cada semana, Doña Petrona hace su aparición en “Buenas Tardes, Mucho Gusto” y miles de mujeres agarran sus cuadernos para anotar todos los secretos.

Como salidos de la pantalla en blanco y negro, sus batidores, cubiertos, platos y demás utensilios podrán verse, esta vez en vivo y en directo y en forma gratuita, en el primer museo dedicado a la ecónoma, que está ubicado en la avenida más tradicional en cuanto a lo que a bazares gastronómicos se refiere.

“Mi abuela y mi madre eran seguidoras de Petrona, siempre me hablaron de ella. Es un personaje que estuvo muchos años arriba, no es un personaje efímero”, contó Richard Saavedra, dueño del edificio donde se emplaza el museo, quien se contactó con los herederos de Petrona y decidió juntar y exhibir todos los recuerdos que habían atesorado de su abuela.

La colección incluye la cocina original de la ecónoma y otra a gas de la época, donada por una seguidora, de la línea que Doña Petrona promocionaba al enseñar a las amas de casa y por la que se hizo conocida: “Era todo un cambio tecnológico, antes se cocinaba a leña o kerosene”, explicó.

Marcela Massut es nieta de Doña Petrona. Junto a su hermano Alejandro pusieron a punto las pertenencias de su abuela que se desplegarán: “Hay cosas que estuvieron durante muchos años en su laboratorio, donde trabajaba profesionalmente. Hay también vajilla, cosas que tienen que ver con lo íntimo, para servir en su casa, para agasajar a sus amigos, y también cosas de la televisión”, contó Marcela, quien recordó distintos aspectos de la vida de su abuela.

Uno de los objetos estrella del museo, elegido por Saavedra, es una máquina de pastas de principios de los años ‘30, de madera y metal y en perfecto estado: estira la masa, corta en dos medidas y sirve para hacer ravioles.

Además, hay una batidora Kenwood blanca, impecable, de los años 60, del estilo de las que se podían ver en “Buenas Tardes, Mucho Gusto”.

Doña Petrona fue una referente de los cambios tecnológicos de su época: se hizo conocida por enseñar a las amas de casa a cocinas en los nuevos aparatos a gas. Con el correr de los años, incorporó también al freezer, pero “nunca entendió el microondas”, cuenta su nieta.

“Cuando tenés opciones de calores, ollas de hierro y educación en una cocina, donde necesitas ciertas temperaturas, ciertos espesores para lograr las cocciones, fondos de cobre y esas cosas, no necesitas tener esas otras locuras”, contó Marcela.

Los libros

En el museo habrá expuestos una gran cantidad de libros, fascículos y escritos de la ecónoma. “No sé cómo hacen para desprenderse de los libros, les pido a las fanáticas que me los cedan, que no me los den”, contó Saavedra.

Los nietos recopilaron todas ediciones que realizó su abuela, aunque están aún buscando toda una generación, del año ‘63 hasta el ‘75, que van buscando de a poco en negocios de antigüedades.

“Del último que compré, la señora que lo tuvo dejó todas las hojitas de anotaciones. Para mí esas cosas son sagradas: tenía esa letra, como de caligrafía, con los dobleces de las t y las a, de la generación de mi abuela. Mirá cómo a pesar de las miles y miles de recetas que hay ahí adentro siempre había alguna anotación más, yo ni toco eso, esas cosas son recontra emocionantes”, aseguró Marcela.

Juntas, desde que la abuela se retiró de la televisión en el ‘83, se dedicaron a cocinar y a pensar nuevas recetas. “Yo agarraba su cocina, probábamos cosas, íbamos anotando para sacar una receta del libro y poner una nueva, de eso se trataron esos años”, recordó.

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“Algo que no pueden creer cuando lo muestro es un batidor gigante, de mano. Solamente agarrarlo debe pesar un kilo, y si te pones a pensar que una mujer batía con eso, que el mango más el batidor deben tener 70 u 80 centímetros, es ver cómo dejaban el colesterol en el ejercicio y no en el teclado de la computadora”, consideró Marcela.

Muchos huevos y manteca es lo que se viene a la mente al pensar en las recetas de Petrona. Sin embargo, su nieta reflexiona sobre las diferencias de hoy en día con la época de su abuela: “Si bien había una alimentación distinta, la parte física de la mujer era otra: hoy nadie amasa fideos, pizza. Hay premezclas, le ponés agua, movés la mano dos minutos y tenés el resultado, mi abuela amasaba toneladas de cosas, el lavarropas no centrifugaba, escurríamos los manteles entre las dos con Juanita, entonces toda esa parte física no existe hoy”.

Luego de trabajar durante años en la cocina en restaurantes, la nieta de Petrona se dedicó a estudiar nutrición y su preocupación más grande fue darle de comer rico y variado a quienes no pueden consumir todos los alimentos.

“Esta es otra época y trae consecuencias, hubo que modificar la alimentación porque no hay otra, no podemos comer con la cantidad de grasa, manteca y huevos de hace 40 años”, aseguró.

Además, resaltó lo fresco y se refirió a la moda “verde” que predomina al hablar de cocina: “Yo hoy escucho hablar de orgánico y toda mi vida en lo de mi abuela se hicieron las cosas en casa, nunca jamás en la vida comimos algo de delivery, no existía esa opción. Si no había algo, que no pasaba nunca, pero igual, Juanita amasaba fideos con manteca y ajo y tomábamos sopa de verduras, no existía el ‘traeme cuatro pizzas’”.

Marcela trabajó codo a codo con su abuela durante 10 años y vio cómo su abuela pudo ir cambiando las recetas de acuerdo la realidad de las distintas épocas. “Se ha podido adaptar a hacer recetas económicas, a cuidar la cantidad de huevos. Tengo muchas recetas con un huevo o dos, o con harinas alternativas, porque en el ‘50 cuando salía Europa de la guerra mandaban toda la harina para allá”.

La abuela tuvo toda esa visión, ese ingenio, esa alquimia de generar opciones para el ama de casa, su desesperación era esa, la mujer en esos momentos que tenía que alimentar a la familia”, sentenció.

La televisión

Las seguidoras de la entrañable cocinera podrán revivir los programas a través de los videos que donó una fanática y que Saavedra pasó a tecnología más actual y compiló.

“Si la escuchas, es una maestra que te da una clase a una señora que tiene que hacer de comer para seis personas y económicamente no tenía la mejor situación, o cómo tenía que aprovechar la heladera, o cómo usar el horno en el menor tiempo para hacer la comida, y en 40 minutos tener la comida lista y estar perfumada”, destacó Marcela.

Su abuela se desvivía porque las amas de casa pudieran hacer todo lo que ella mostraba ante las cámaras y, para ello, pedía que la buscaran en la guía y la llamaran ante cualquier consulta. “Había fechas que eran clave, como Navidad, Pascua, el 25 de Mayo… para las preparaciones complicadas la abuela daba por televisión su teléfono, o decía busquen en la guía como Petrona C. De Gandulfo. Ella decía ‘nada puede salir mal si hacen los pasos que les doy, nadie tiene que tirar nada, cuando algo les salga mal me llaman por teléfono, y lo puedo solucionar”, recordó.

Detrás de lo que se veía en las cámaras había una maquinaria bien aceitada. Además de la incondicional Juanita, el marido de Petrona y abuelo de Marcela era quien estaba detrás de ella “mañana, tarde y noche”.

“Mi abuelo era el administrador de la firma Doña Petrona, era el comercializador de todo lo que la abuela generaba, era todo una empresa de marketing increíble, desde el año 30”, explicó.

Él era quien se dedicaba durante la semana a comprar el papel para los libros, se ocupaba de ilustraciones y fotografías y buscaba los ingredientes para la clase en la televisión el viernes: “Sabía dónde comprar frutillas en pleno invierno y naranjas en verano, iba a mercaditos, preguntaba. No había 20 personas, eran mi abuelo y Juanita. Todo lo preparaban juntos, había una semana de trabajo atrás de esa receta”.

“Juanita preparaba cada repasador, cada cuchara y delantal que aparecía en la televisión”, contó. Y admitió: “Puede que mi abuela haya mostrado mucha autoridad en la televisión, pero nunca con mal carácter, sí con autoridad porque era Doña Petrona, y Juanita era la que estaba ayudando a que mi abuela tuviera el resultado que tenía en esa receta”.

La receta preferida

Marcela terminó la charla con la receta preferida de mi abuela: “Es la que más nos gustaba comer, una torta de coco merengada, alucinante. Tenía una base de tarta, como de pastafrola, con un relleno de coco, ricota, huevos y azúcar en el medio; y arriba un merengue italiano dorado con hilitos de miel”.

La servía con alguna salsa de chocolate o con una cucharada chiquita de helado de vainilla.

“Siempre había sorpresas con mi abuela, hemos sido criados con un abanico gigante de opciones. Todo era majestuoso: un puré de papas hecho con una manga, dorada en el horno, era el amor con el cual era costumbre servir en la época”, concluyó.

Fuente: Telam

Edición: Horacio Lara


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