Opinión: el ministro de Justicia debe conocer la ley

La personalización del poder y la ideologización de los derechos humanos revela un patrón preocupante en la realidad de la política argentina. La opinión de Federico Sacchi, integrante de la comunidad DIGO.  

Foto gentileza.

Las recientes declaraciones del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ante la comisión de Mujeres y Diversidad de la cámara de Diputados no solo han generado indignación sino que también revelan un patrón preocupante en la política argentina: la personalización del poder y la ideologización de los derechos humanos.

Cuando el ministro afirmó que “rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología” y tildó esas identidades de “inventos subjetivos”, no solo estaba exponiendo sus creencias personales sino que estaba utilizando su cargo para imponer su visión retrógrada en políticas públicas que afectan directamente a millones de personas.

Aquí es donde radica el verdadero peligro: en la personalización de la política. Las decisiones que deberían basarse en el respeto a la ley, la ciencia y los derechos humanos son reemplazadas por la agenda personal de funcionarios que priorizan sus propias creencias sobre las necesidades de la sociedad. Cúneo Libarona no solo desconoce la legislación vigente sobre identidad de género y derechos LGTBIQ+, sino que también pretende imponer su concepción estrecha de la “familia tradicional”, a expensas del reconocimiento de la diversidad y la protección de los derechos conquistados.

Este fenómeno no es aislado ni propio únicamente del ministro. En la política contemporánea, hemos visto cómo ciertos funcionarios de alto rango han usado su posición de poder para avanzar sus visiones personales y retroceder en temas clave como el género y la diversidad. El problema no reside únicamente en las ideas que defienden, sino en cómo esas ideas se convierten en políticas públicas, afectando la vida cotidiana de las personas y dejando de lado principios fundamentales de igualdad y justicia.

El ministro no solo confunde conceptos básicos como la diferencia entre identidad de género y orientación sexual, sino que instrumentaliza esas confusiones para justificar un discurso de odio y exclusión. Lo que debería ser un espacio de neutralidad institucional se transforma en un púlpito desde el cual se promueven agendas personales. Y este no es un hecho aislado en su trayectoria. Como abogado defensor de personajes oscuros y poderosos, Cúneo Libarona siempre ha utilizado su posición para proteger a los privilegiados y, ahora, como ministro de Justicia, emplea su cargo para atacar a los más vulnerables, perpetuando una visión machista y excluyente.

Las masculinidades tradicionales y los roles de género rígidos, a los que el ministro parece aferrarse, han demostrado ser obstáculos significativos para el avance en la igualdad y el respeto. El rechazo a las identidades de género diversas y la reafirmación de un modelo familiar tradicional no solo perpetúan estereotipos dañinos, sino que también consolidan una visión de la masculinidad que está profundamente arraigada al machismo y la exclusión de la perspectiva de género y diversidad.

Esta perspectiva retrógrada fomenta un entorno en el que las desigualdades se mantienen y las políticas que buscan igualdad y respeto son desestimadas. Las masculinidades tradicionales, al imponer normas rígidas y limitar la expresión de identidad, contribuyen a la perpetuación de la violencia de género y a la discriminación, creando barreras significativas para el progreso hacia una sociedad equitativa e inclusiva.

La cuestión aquí no es solo qué cree Cúneo Libarona, sino cómo esas creencias personales se transforman en acciones que afectan a la ciudadanía. La política se vuelve un ejercicio personalista cuando quienes están en el poder priorizan sus ideas particulares por sobre el bien común, y eso es precisamente lo que estamos viendo en esta gestión.

En este contexto, es fundamental que la sociedad no permita que la política se personalice hasta el punto de desconocer los derechos fundamentales de las personas. No podemos aceptar que las decisiones que afectan nuestras vidas se tomen desde la subjetividad de quienes detentan el poder. La política debería ser una herramienta para mejorar la vida de la gente, no un vehículo para imponer visiones personales sobre el resto de la sociedad.

Las declaraciones de Cúneo Libarona no son solo un reflejo de su ignorancia o su ideología, sino un claro ejemplo de cómo la política argentina se está viendo cada vez más moldeada por agendas personales, a expensas de los derechos colectivos. Este es el verdadero debate que debemos enfrentar: cómo evitar que la política se convierta en un campo de imposición ideológica personal y asegurar que siga siendo un espacio de construcción colectiva y democrática, donde todas las voces y realidades sean reconocidas y respetadas.

La sociedad debe permanecer atenta y comprometida con la defensa de los derechos conquistados y el respeto a la diversidad. El desafío es claro: asegurar que los derechos de todas las personas sean respetados y protegidos, sin importar las creencias personales de quienes ocupan cargos de poder.

* Mediador, facilitador de procesos colaborativos y especialista en masculinidades y cambio social de la UBA. Escuchá su participación en DIGO.


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