Dieta forzosa: el consumo de alimentos ya es el más bajo desde 2002
La caída del salario real durante los últimos tres años, comienza a impactar sobre la alimentación. El consumo per cápita de carne, leche y harinas, en sus mínimos.
“Hay mejoras en el frente fiscal que no se pueden anunciar porque nos perjudicaría en lo político, como por ejemplo la caída del salario real”. Fue la frase con la que Mario Quintana, ex Vice Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, intentó persuadir a un grupo de inversores de Wall Street en agosto del año pasado respecto al rumbo de la economía nacional, tras el primer acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para ese entonces, con un dólar a $31 y una inflación que comenzaba a acelerar, los hombres de negocio ya advertían que el deterioro de la economía iba in crescendo, que las dificultades para cumplir con los compromisos de deuda se agravarían y que el vértigo político sería inevitable en 2019.Las palabras del ex funcionario, intentaban convencerlos de seguir ‘apostando al cambio’, valorando como un éxito tácito, el deterioro del poder de compra del salario.
A priori, el argumento de Quintana parece una sencilla anécdota propia de trascendidos ‘de pasillo’ durante uno de tantos viajes oficiales de protocolo. Conceptualmente, esconde sin embargo uno de los talones de Aquiles de aquello que debiera constituir la verdadera discusión durante la carrera presidencial rumbo a octubre: el modelo productivo que se implementará a partir de 2020, cuando el grueso de los aportes del FMI se hayan consumido, y lo que quede por delante sea una ardua renegociación de vencimientos, que sin lugar a dudas implicará condiciones en cuanto al programa económico.
La dinámica del salario real, es en efecto uno de los pilares que sostiene ‘la grieta’ que divide entre dos modelos antagónicos. Uno que privilegia la apertura, la desregulación de los mercados y el eficientismo, y otro cuya prioridad es el trabajo y la industria nacional. Una grieta que lejos de haberse inaugurado en la antinomia kirchnerismo versus macrismo, tiene en Argentina al menos un Siglo de vigencia de la mano de la histórica restricción externa que padece la estructura económica nacional.
Según los primeros, salarios altos implican un menor grado de competitividad frente al bajo costo de la mano de obra en países industrializados como China, Japón o EEUU. Reducir salarios es condición necesaria para fomentar el ingreso de inversiones y crecer de forma ‘sustentable’. En ese marco se comprende a la perfección la noción de ‘mejora’ de Quintana.
En la mirada de los segundos, salarios bajos implican un menor nivel de consumo interno, y por ende un menor nivel de demanda, lo que en poco tiempo se traduce en caída del nivel de actividad económica, y más tarde en recesión. A ello se suma el deterioro en las condiciones de vida, el acceso a un nivel de vida medio para una importante porción de la población, y el deterioro de los indicadores sociales.
Una serie de estadísticas de las que poco se habla, revela que la caída del salario real durante los últimos tres años, es el principal factor que explica la problemática de miles de familias que hoy se ven privadas del acceso a bienes básicos.
Menos de lo más necesario
Decir que ‘en un país productor de alimentos ningún habitante debiera pasar hambre’, es verdaderamente una frase tan trillada como utilizada políticamente. Pese a ello, la frase no deja de cobrar relevancia a la luz de los datos que golpean cada vez más fuerte a millones de personas.
Asimismo, antes de presentar datos sobre consumo de alimentos, es preciso considerar que entrado el Siglo XXI, existe un enorme trabajo de concientización nutricional que lentamente lleva al cambio en los hábitos alimentarios tradicionales.
El primer dato a considerar, es la inflación. Conocido el dato correspondiente al mes de abril, el gobierno se apresuró a festejar el quiebre en la tendencia del trimestre previo, que exhibía subas mes a mes, y el comienzo de una ‘senda a la baja’. Sin embargo, si bien el 3,4% de abril representa una baja mensual en el nivel general de precios, el costo de la canasta de alimentos volvió a incrementarse en el cuarto mes del año y ya acumula una suba del 66,2% en los últimos doce meses. El primer gráfico que acompaña la nota, muestra que en ese lapso, el precio de los alimentos ha subido de manera constante. No existe paritaria en Argentina, que haya logrado empardar el crecimiento del precio de los alimentos el último año. Con este panorama, el mayor impacto recae sin duda sobre quienes perciben un haber mínimo, quienes se encuentran en la informalidad laboral, e incluso a las capas inferiores de los ingresos medios.
Un segundo elemento refiere a la evolución en cantidades del consumo de alimentos básicos. Carne, leche y harinas (con cada uno de sus derivados), componen la dieta básica de los argentinos, incluso en los momentos de mayor zozobra económica. En los tres casos, las cantidades consumidas se hallan en los más bajos niveles de los últimos 17 años (ver gráfico).
Respecto a la carne, el consumo anual per cápita se ubica en 50 Kg. según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva). Si se compara con los valores registrados hasta fines de 2015, significa una merma del 15% en las cantidades consumidas por habitante.
El salario real es la variable de ajuste que comprime la demanda, y golpea la capacidad de consumo de bienes primarios en las capas de bajo ingreso.
En cuanto a la leche, se consumen hoy 190 litros per cápita al año, según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina. De 2002 en adelante, solo a la salida de la crisis en el año 2003 se registró un consumo más bajo que el de este año. Se trata de un elemento esencial en la alimentación temprana de la niñez, clave para alcanzar una nutrición saludable. Si se compara el dato con el correspondiente a 2015, se advierte una baja del 13,5%.
Con las harinas sucede algo similar, con la salvedad de que ante la carencia de ingresos, las harinas y sus derivados son aquello a lo que las familias de menos recursos acuden para alimentarse, con todas las complicaciones que ello implica en relación a la salud. Aun así, el consumo per cápita de harinas se ubica hoy en 82,4 Kg. al año, según la Federación Argentina de la Industria Molinera. La merma en relación a 2015, alcanza el 8,5%.
En todos los casos, la dinámica de las cantidades muestra la evolución del consumo promedio. Es fácil advertir que en el segmento de las familias de ingresos medios y altos, las necesidades alimentarias son cubiertas, con lo cual la caída en el consumo es mucho mayor al promedio en las familias de ingresos bajos.
“No se puede anunciar”, pero está a la vista
Al indagar sobre las causas, y aun teniendo en cuenta los posibles cambios en los hábitos de consumo, existe un factor determinante en la sensible baja en las cantidades consumidas de alimentos básicos: la evolución del salario real.
El tercer gráfico que acompaña la nota, muestra el derrumbe del poder de compra de los ingresos, en base a datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), y a precios del año 2018.
Según la estadística oficial, el salario promedio de los trabajadores oficiales cayó un 13,4% en términos reales durante el último año, el salario mínimo vital y móvil lo hizo un 17,4% y la jubilación mínima un 14,7%. Si la medición se realiza respecto al año 2015, la caída llega al 10,8%, 21,5% y 19,3%, respectivamente.
Los datos se revelan a sí mismos. Todos los análisis posibles de la macroeconomía chocan de frente cuando la realidad empieza a mostrar que existen millones de habitantes que no logran los ingresos suficientes para poder comer.
Por si era necesario, vuelve a quedar clara la razón por la cual “no se puede anunciar” aquello que Quintana se esforzara por mostrar como una “mejora”. Es precisamente ese el punto flaco de los modelos eficientistas, que prefieren hacer foco únicamente en la necesidad de lograr el equilibrio de la hoja de resultados del fisco y en la mejora de la competitividad externa del factor trabajo, aun si ello significa que millones de personas queden subsumidas al hambre.
En números
- 13,4%
- La caída del salario real durante el último año. La jubilación mínima perdió un 14,7%.
- 50 kg.
- El consumo per cápita anual de carne en Argentina. Es el nivel más bajo desde el año 2002 y representa una baja del 15% respecto al año 2015.
“Hay mejoras en el frente fiscal que no se pueden anunciar porque nos perjudicaría en lo político, como por ejemplo la caída del salario real”. Fue la frase con la que Mario Quintana, ex Vice Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, intentó persuadir a un grupo de inversores de Wall Street en agosto del año pasado respecto al rumbo de la economía nacional, tras el primer acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para ese entonces, con un dólar a $31 y una inflación que comenzaba a acelerar, los hombres de negocio ya advertían que el deterioro de la economía iba in crescendo, que las dificultades para cumplir con los compromisos de deuda se agravarían y que el vértigo político sería inevitable en 2019.Las palabras del ex funcionario, intentaban convencerlos de seguir ‘apostando al cambio’, valorando como un éxito tácito, el deterioro del poder de compra del salario.
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