Día del libro: felices los que leen

Las redes, la televisión, el cine. Todos parecen tener mayor presencia en nuestras días que el libro, ese compañero que a veces descansa en la mesa de luz, esperando que lo abramos; que se superpone en bibliotecas, hermanando historias y autores, editoriales y estilos; que nos depara grandes momentos y tramas.

Hoy es su día. Por una extraña coincidencia, dos fundadores de la literatura, Shakespeare y Cervantes, murieron un 23 de abril. Y varios siglos después, un librero español, Vicent Clavel Andrés, logró que la Cámara Oficial del libro de Barcelona aprobara el festejo de un Día del Libro. Y aquí estamos, recordando que hoy es su día.

La industria no atraviesa un gran momento, es cierto. Pero el libro resiste. Resiste al tiempo aunque le hayan decretado la muerte varias veces, y resiste todos los pesimismos. De sus historias se nutren las series más taquilleras y grandes películas. Y sobre todo, de sus historias nos nutrimos los lectores que nos esperanzamos cada vez que abrimos la primera página.

El poeta narrador español, Manuel Vila, escribió hoy en el diario El País, algo muy cierto sobre la lectura: » Un libro te puede encender el alma, ese es el secreto. Que te enciendan el alma. Un libro puede recordarte que existe la belleza. Un libro puede recordarte que ser libre es posible. Un libro puede hacer que te enamores de ti mismo. Hay que buscar el libro que resuelva tu vida. Yo llevo buscando ese libro años y años. Por eso sigo leyendo, a la búsqueda del gran tesoro que en unas páginas claras, sencillas y breves haga resonar en mi alma la campana de la alegría. Buscamos la alegría en los libros. Yo la busco».

Y tiene razón. También lo dijo Rodrigo Fresán, en esa hermoso libro que se llama «Los jardines de Kensigton». «Bienaventurados aquellos que han leído mucho durante su infancia porque de ellos, tal vez, jamás será el reino de los cielos, pero sí podrán acceder al reino de los cielos de otros y allí aprender las muchas maneras de salir del propio infierno gracias a las estrategias no ficticias de personajes de ficción».

Por la razón que sea, el libro -y las historias que guarda en su interior- son un motor necesario, una hermosa manera de viajar sin moverse del sillón, de conocer; de perderse en mundo improbables, y de disfrutar.


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