Desde 2000 hasta hoy el Tronador perdió un 20% de sus glaciares

Atribuyen el fenómeno al calentamiento global, al déficit de precipitaciones y al efecto de las cenizas volcánicas. Especialistas siguen de cerca la evolución del macizo que tiene un valor estratégico como recurso turístico y como reserva de agua.

La mayoría de los glaciares están en retroceso en todo el mundo aunque el efecto no es similar en todos los macizos.

El cerro Tronador es un atractivo paisajístico de alto valor para Bariloche y la región debido a sus 3.491 metros de altura, que superan por lejos a todas las elevaciones circundantes, y también por la espectacularidad de sus masas de hielo, accesibles para cualquier montañista.


Pero la fisonomía de la montaña cambió mucho en los últimos años por el retroceso de las masas glaciarias, que podrían achicarse todavía más, favorecidas por el cambio climático y por otros factores que son objeto de estudio para los especialistas.


El doctor en geología e investigador del Conicet Lucas Ruiz aseguró que “alrededor de un 20% del volumen de hielo que tenían los glaciares del Tronador se perdieron en las últimas dos décadas” y dijo que esa reducción está asociada no solo al calentamiento, el déficit de precipitaciones sino también al efecto de las cenizas volcánicas.

Evaluaciones recientes efectuadas por el Instituto Argentino de Nivología y Glaciología (donde Ruiz se desempeña como investigador adjunto) determinaron que los depósitos de ceniza de la erupción del Puyehue/Cordón Caulle en 2011, pero especialmente del Calbuco en 2015, causaron una fuerte aceleración en la pérdida de hielo.
Ruiz dijo que, según los cálculos disponibles, “en términos generales la ceniza del Calbuco puede aumentar el derretimiento en un 35%”.

Gran cantidad de turistas visitan ar en temporada de verano. Foto: Alfredo Leiva


Explicó que las erupciones depositaron sobre el casquete del Tronador una gran cantidad de partículas oscuras que absorben luz solar y por eso afectan la masa glaciaria, no tanto en su extensión sino en el espesor del hielo.
El Tronador es un estrato volcán extinto, ubicado a unos 50 kilómetros de Bariloche, en el límite entre Argentina y Chile, y sus laderas están cubiertas por 11 glaciares de valle y de montaña. Los principales son el glaciar Manso (con su lengua inferior denominada Ventisquero Negro), el Castaño Overa , el Alerce, el Frías, el Cóndor y el Verde y Casa Pangue, del lado chileno.

Agua en abundancia


Según las últimas evaluaciones, los glaciares del Tronador tienen un espesor promedio de 75 metros, aunque en algunos puntos superan los 240 metros. El volumen del hielo en conjunto es de 4,8 kilómetros cúbicos. Medido por superficie, la masa helada cubre unos 60 kilómetros cuadrados.


El estudio y preservación de los glaciares no sólo es importante porque son un recurso turístico, sino por su valor estratégico como reservorios de agua. Ruiz precisó, por ejemplo, que Bariloche potabiliza al año para el consumo domiciliario un total de 2 millones de metros cúbicos de agua. Solo el glaciar Manso del Tronador tiene un volumen de hielo equivalente al consumo de Bariloche durante 36 años.

Una imagen que muestra el espesor que pueden llegar a tener los glaciares del cerro Tronador. Foto: Alfredo Leiva

El especialista dijo que la mayoría de los glaciares están en retroceso en todo el mundo, pero “no todos se reducen de la misma manera”. Apuntó incluso que en el Tronador hay glaciares como el Verde “que casi no ha tenido cambios en 400 años”.


Influyen en esta situación el factor climático, el tipo de pendiente sobre la que se deslizan, la orientación geográfica (y por lo tanto el ángulo de insolación) y si está apoyado directamente en la ladera rocosa o si tiene agua en su base.
Dijo que la aceleración de la pérdida de hielo por ceniza volcánica está documentada por un trabajo de investigación que realizó el Ianiglia con Cbea, pero el tipo de respuesta de los glaciares afectados se va a conocer mejor dentro de cinco o seis años.


Según Ruiz, uno de los glaciares más estudiados de Tronador es el Manso, junto al Ventisquero Negro. Esa lengua que desciende hacia el sur del macizo perdió una importante masa de hielo luego del aluvión ocurrido en mayo de 2009, que provocó serios destrozos en Pampa Linda, el poblado ubicado al pie del Tronador.
El investigador refirió que el 60% de la masa de hielo que cubre el monte Tronador se ubica del lado chileno, pero está menos estudiada porque no es de fácil acceso.

Equilibrio inestable
El campo de trabajo de Ruiz es específicamente los “balances de masa” de los glaciares, es decir cuál es su dinámica de avance y retroceso y cómo alcanzan su punto de equilibrio. Explicó que las precipitaciones abundantes en forma de nieve, reconvertidas en hielo, contribuyen a su crecimiento en las cotas altas, mientras que las temperaturas medias inciden en el derretimiento o conservación de esos hielos.

Ventisquero Negro, uno de los glaciares del Tronador. Foto: Alfredo Leiva


“Las precipitaciones son muy variables, hay años más secos y otros más húmedos -completó-. Pero los extremos de clima caluroso y seco son una combinación fatal para el glaciar. En 2016, por ejemplo, ocurrió algo así. Fue un año de muy fuerte pérdida en Tronador”.


Dijo que “comprender qué les pasa a los glaciares nos ayuda a comprender qué le pasa al clima” y por eso son importantes los monitoreos continuados de las masas de hielo y también de los lagos asociados, como el ubicado junto al ventisquero Negro, al que se llega en auto y que es visitado por miles de turistas cada temporada.


Según explicó Ruiz, el clima a futuro puede determinar a qué velocidad pierden masa los glaciares. “Pero también a medida que se retraen a posiciones más elevadas y más protegidas de la radiación, la velocidad de pérdida de masa se reduce -añadió-. Y si se crea un lago, por ejemplo, la velocidad aumenta”.


Este diario le preguntó si se puede predecir entonces en cuántos años el Tronador podría quedarse por completo sin hielo.
En este sentido Ruiz señaló que “si las condiciones se mantuvieran constantes como en los últimos 20 años los glaciares se reducirían, pero nunca por completo”, porque la línea de equilibrio está por encima de las máximas cumbres “y siempre va a existir una zona de acumulación, donde se genera el glaciar”.


Y completó: “uno está tentado de decir ‘si se perdió el 20% en 20 años, en 80 años no queda nada’, pero los glaciares son sistemas abiertos y dinámicos, por lo tanto para predecir cuándo un glaciar puede desaparecer hay que tener un escenario de las condiciones climáticas del futuro y un modelo numérico que pueda reproducir la dinámica particular del glaciar. Hoy estamos trabajando para poder abordar estos interrogantes”.

El adelgazamiento de la masa de hielo se aceleró en el último tiempo

Debido a su cercanía con áreas pobladas del lado argentino y la existencia de caminos desde hace casi un siglo, el Tronador alberga glaciares que fueron objeto de relevamientos fotográficos y estudios sistemáticos de los que no hay registros en otros montes similares.


Desde entonces los especialistas consideran al Tronador como “un laboratorio natural excelente” y la determinación de cuánto hielo contienen “es clave para cuantificar la disponibilidad de agua actual y futura”.


Lucas Ruiz dijo que el cerro que domina el área cordillerana de la actual Río Negro “es monitoreado desde la pequeña edad de hielo”, fechada entre los años 1650 y 1875, que está identificado como “el último período frío del oloceno”.
Refirió que a partir de entonces la masa de hielo permaneció relativamente estable hasta 1976, cuando comenzaron a registrarse temperaturas más elevadas y un marcado déficit de precipitaciones.

El registro histórico indica que en los años 80 el adelgazamiento de los glaciares del Tronador fue muy notorio, que en los años 90 se frenó, y a partir de 2000 se concentran las grandes tasas de pérdida de espesor de hielo, que perduran hasta hoy.


Los trabajos de investigación se intensificaron a partir de la sanción de la ley de protección de glaciares (2013), que ordenó la realización de un inventario en todo el país, presentado en 2018.

Los hielos del cerro Tronador relucen con la luz del sol. Foto: Alfredo Leiva

En 2012 ya se había realizado un primer estudio de velocidad superficial de los glaciares de Tronador, gracias a una técnica conocida como “correlación cruzada de imágenes”, con ayuda de un algoritmo matemático aplicado sobre fotografías de fechas diferentes.


Los investigadores señalaron, entre otros factores, la importancia del agua presente en la base del glaciar. Concluyeron que “los eventos de lluvia durante el otoño en los glaciares de baja altura aumentan la entrada de agua en la base del glaciar lo que genera mayor lubricación, favoreciendo la velocidad”, mientras que a mayor altura, debido a las bajas temperaturas, “esas mismas tormentas caen en forma de nieve y a su vez producen una disminución del deshielo”, con lo cual hay menos lubricación por agua en la base “y por ende una menor velocidad superficial”.


Las estimaciones sobre el derretimiento de las grandes masas de hielo andino abre otros campos de investigación, explicó Ruiz, por ejemplo para los biólogos que estudian la microfauna del agua en los lagos y ríos cordilleranos, donde los cambios en los glaciares pueden generar desbalances en toda la cadena trófica.


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