¿El árbitro Darío Herrera es de River? Lo que dicen en su pueblo del norte neuquino y cómo era como jugador: «Un 5 a lo Ponzio»

Suspendido tras su polémico arbitraje en el último superclásico, tiene una historia desconocida como jugador.  En Andacollo, su pago chico, llegó a primera a los 18 antes de irse a estudiar Educación Física a Lincoln, donde vive hoy. Ásí lo recuerdan su DT, el capitán del equipo y el amigo que un día le dijo que podía ganarse unos pesos dirigiendo inferiores. ¿Es de River como dijo Acosta de Lanús? Lo que responden en el pueblo.

Apenas salió de su casa el lunes después de la batalla del superclásico, a Rogelio San Martín, el histórico DT de Andacollo que guió a Darío Herrera cuando el actual árbitro jugaba en la inferiores y subió cada peldaño para llegar a reserva y primera, se cruzó con dos hinchas de Boca en el pueblo de unos 4.000 habitantes del norte neuquino.

Paul Fernández protesta luego de un fallo de Darío Herrera en el último superclásico. Tras los tumultos y la gresca del final, expulsó a tres jugadores de campo de Boca y a uno de River más dos suplentes del Millonario.

-¡El Darío los ayudó, ganaron por eso Maka! -le protestaron los Xeneizes a Rogelio, de 50 años e hincha de River. Le dicen así por Makanaki: cuando jugaba de delantero tenía el pelo largo enrulado y largo al estilo del famoso jugador de Camerún de Italia 90, aquella selección que amargó el debut del equipo de Bilardo y Maradona pegando de lo lindo, si lo sabrá Cannigia, el Hijo del Viento frenado por los africanos con patadas voladoras.

El Maka, como lo llaman todos, ya venía aturdido y con bronca de lo que había escuchado en la tele sobre el hijo pródigo que llevó el nombre de Andacollo tan lejos. «Qué manera de exagerar algunos periodistas, parece que Darío era el culpable de todo», se lamenta.

Sin embargo, reaccionó con calma y una sonrisa: hay quejas y chicanas pero no grietas entre vecinos y amigos en esa maravilla a la vera de la ruta 43 rodeada de montañas que esconden vetas de oro y con esos álamos que viran del verde al ocre en estos días de otoño. Como todos los del norte neuquino, podría ser candidato al pueblo más lindo de la Patagonia cuando se arman esos concursos.

Vista de Andacollo. A 434 km de Neuquén capital, está a orillas del río Neuquén y de cada a la Cordillera del Viento. A la izquierda, el Monumento al Bicentenario de la Patria.

Junto al Monumento al Bicentenario de la Patria, de 18 metros de altura, también se rinde homenaje a crianceros, mineros y primeros pobladores de Andacollo, que llevan a la Virgen de Luján.

Apenas unas horas atrás, en la noche del domingo, los hinchas del Millonario habían salido a recorrerlo en caravana para festejar el triunfo en el superclásico. Ya en la mañana del lunes, el Maka no se inmutó cuando vinieron a torearlo los bosteros.

-¿Qué decís? Fue penal, viejo, fue penal -respondió y siguió su camino.

-¡El Darío los ayudó, tendría que haberles echado a varios, Maka! -insistieron los de Boca y le tiraron por la cabeza las patadas de Casco y Enzo Díaz a Villa.

-¡A ustedes también! -replicó. Antes de irse, largó el contrataque: si era roja para esos dos jugadores de River, también podría haber expulsado a Varela y Figal.


"Era metedor, áspero, le decíamos el Pulpo"


Fue entrenador del árbitro suspendido por su actuación en el superclásico de los 12 a los 18 años, el tiempo que le llevó a Darío Herrera pasar de las inferiores a la primera antes de ir a estudiar el profesorado de Educación Física a Lincoln, capital nacional del carnaval artesanal al noroeste de la provincia de Buenos Aires.

El DT y sus antiguos compañeros de equipo coinciden en el recuerdo: era un cinco con la personalidad suficiente para plantarse de visitante en las canchas de tierra de los otros pueblos del Departamento Minas, en los duros clásicos con Huinganco, en las giras a Chile y cuando dieron el salto de calidad para integrarse a la competitiva Liga de Chos Malal. Con el desembarco del césped sintético de los últimos años es otra cosa, aunque los tobillos no siempre lo agradecen.

En los torneos de salón del Anfiteatro de Andacollo. Arriba, con un buzo sobre la cabeza, Darío Herrera. Abajo, su amigo Alberto, capitán del equipo de Club Andacollo por entonces.

Era metedor, áspero, le decíamos el Pulpo porque llegaba a todas. Algunos creían que podía jugar de central, pero a mi me gustaba en el medio por eso, por como metía y corría -cuenta el DT.

-¿Lo echaron alguna vez? – le preguntó Río Negro.

-Sí, pero por doble amarilla, roja directa nunca. Ni por un patadón ni por ir a protestarle al juez, por la segunda amarilla sí. Vio cómo es el fútbol, siempre hay alguna cuenta pendiente…

-¿Era de River como dijo Acosta, el jugador de Lanús?

-… Vea, yo nunca lo vi venir a entrenar con ninguna camiseta de un equipo de los grandes de la capital. Era de Andacollo, como todos acá.

-¿Qué opina de su arbitraje en el superclásico?

-Lo venía llevando bien, podría haber sacado alguna segunda amarilla para los dos lados o roja a Figal, pero lo venía llevando bien. Se le complicó por el penal, que para mi fue. Y por el tumulto después. Sin eso, era un empate clavado con pierna fuerte como tantos otros. Lo que me enoja es cómo se desbordan algunos periodistas, deberían tener más cuidado. ¿Alguien se pone a pensar en lo complicado que es dirigir en la Argentina?

Andacollo sale a la cancha. Darío Herrera jugó en el club de los 12 a los 18 años que hoy es bicampeón en el norte neuquino. La camiseta está inspirada en la de Cipolletti, el equipo del Alto Valle de recordadas participaciones en torneos nacionales de primera división en los años ’70 y ’80. Hoy está en el Federal A.

Antes de despedirse, Rogelio comparte su orgullo por la campaña de Andacollo, bicampeón en el norte neuquino. En la última final, golearon 4 a 1 a Ngenechén en Chos Malal. «Fueron a alentarnos como mil personas, una locura«, dice.

En estos pagos, no pasa desapercibido que visten una camiseta inspirada en la albinegra de Cipolletti. La razón hay que buscarla en la pasión del DT por el Capataz de la Patagonia.

El escudo de Andacollo, inspirado también en el de Cipolletti.

«Eso sí, al escudo le agregamos dos rosas», dice y se ríe, seguro de que Darío Herrera también está orgulloso del campañón. «Cuando vuelve, le gusta pasar por el club, vernos jugar, hasta a los entrenamientos viene«, dice.

"¿Querés ganarte unos pesos dirigiendo las inferiores?"


Ariel Aravena, también hincha de River, lo conoce bien. Eran amigos de chicos, los Herrera vivían enfrente de su casa. Don Humberto, el papá de Darío, era albañil (ya se jubiló) y la mamá ama de casa, aunque después puso una tienda de ropa que lleva como nombre su apodo: Tita.

«Es mi compadre, andábamos juntos en la infancia», dice Aravena, que fue intendente de Andacollo en dos períodos consecutivos del 2011 al 2019. Pero antes, cuando terminó la secundaria, se instaló en Lincoln para estudiar el profesorado de Educación Física y allá decidió formarse como árbitro.

Daría Herrera siguió sus pasos. Los dos. Se fue a vivir con él y compartían el departamento de una habitación. Se turnaban para cocinar, con la dieta a base de fideos que tanto conocen los estudiantes.

-Él tenía condiciones naturales para el deporte, cuando llegó a Lincoln empezó a jugar al básquet y entró al club Juventud Unida para jugar al fútbol. En el 2002 o el 2003, no recuerdo exacto el año, como también le veía condiciones para dirigir le pregunté si quería probar y ganarse unos pesos los fines de semana como árbitro de las inferiores. Yo sabía que le venían bien, porque como él dice, nunca le faltó nada, pero tampoco le sobró. Dijo que sí. Y ahí empezó -cuenta el ex jefe comunal.

Darío Herrera, de camisa blanca, junto a los jugadores de Andacollo.

Y pese a que le tenía fe, lo que nunca imaginó es la meteórica carrera de su amigo mientras él volvía a Andacollo: de las inferiores a la primera en la liga de Lincoln, de ahí al Argentino B y el A. Ahí lo descubrió un domingo Gustavo Bassi, influyente árbitro de primera división de SADRA por entonces, en la cancha de Sport Salto. Desde ahí, cuenta Aravena, Bassi acompañó su crecimiento hasta que debutó en primera división en el 2013.

-Me acuerdo de haber pensando que iba a llegar a primera cuando lo vi, era un chico con mucho talento –dijo Bassi a SportCenter cuando a Herrera le tocó su primer superclásico en el 2015, ese que entró a la historia por el gas pimienta y fue suspendido a los 45 minutos del primer tiempo. A esa altura, ya había amonestado a cuatro jugadores de Boca y uno de River.

Antes del desmadre del último, había dirigido otros cuatro: el balance indicaba tres triunfos xeneizes y dos empates, con 21 tarjetas amarillas y dos rojas para jugadores de Boca y 13 amarillas para los de River, sin ninguna expulsión. Después del partido del domingo 7 en el Monumental, fue suspendido y no dirigió en la fecha siguiente.


"Te diría que antes era todavía más riguroso"


«Darío es un orgullo para Andacollo, un chico humilde que se preparó, se formó y le fue bien. Y si el llega lejos, es como que el pueblo un poco también. Así lo vivimos. Aunque siempre hay fanáticos de Boca o de River que se quejan, que ayuda a uno o al otro, eso es parte del folclore. Acá la gente le valora también que viene a pasar las Fiestas, saluda y se saca fotos con todos, se prende en algún asadito o picado, va a ver a Andacollo. Llegó lejos, pero sigue siendo el mismo», dice el exintendente Aravena.

Cuando regresaba en los veranos al norte neuquino mientras estudiaba Educación Física en Lincoln, Darío Herrera participaba en las pasantías estudiantiles de la Municipalidad de Andacollo como el resto de las chicas y los chicos que volvían al pago en el receso. Aquí, en el centro y de remera blanca, en un trekking a las Lagunas de Epulauquen.

-¿Como lo define como árbitro? -le preguntó Río Negro.

-Uno de los mejores de la Argentina, con experiencia, con espalda. Por algo le dan los superclásicos. Cuando arrancó ya mostraba lo que sería: presencia, personalidad, autoridad. Y sacaba tarjetas, sí. Desde el principio. Incluso te diría que antes era más riguroso. El último River – Boca para mi lo fue llevando bien en el contexto que se daba, hasta el penal, que para mi fue penal. Fue un partido recontracomplicado y no ayudó nadie. ¿Las segundas amarillas que no sacó? Es una persona de bien que se puede equivocar, como todos. Pero cuando el fanatismo se traslada a las opiniones, hay que tener cuidado…

-¿Es cierto que en Linconl se sabía que Herrera es de River como dijo Acosta, el jugador de Lanús?

-Algunos dicen eso, y acá en Andacollo también… Y otros que es de Boca…. Le gustaba el fútbol, pero no recuerdo que se identificara con un club. Si era hincha de un equipo a nivel nacional, no lo recuerdo. De Andacollo sí era fanático, andaba siempre con la camiseta.


"Era un cinco a lo Ponzio"


A Alberto Harasimovich lo pone nervioso mirar los partidos que dirige su amigo Herrera, pero no puede evitar verlos, es el Darío el que está ahí, en los grandes escenarios del fútbol sudamericano, partidazos de la Libertadores incluidos. La posibilidad de un error, de esos que amplifican después los periodistas deportivos durante días, lo hace sufrir.

Con ese apellido, claro, a Alberto le dicen el Gringo. Su abuelo llegó de Polonia escapando de la Segunda Guerra Mundial cuando Andacollo era un puñado de casitas y puestos de crianceros y fue uno de los buscadores de oro a los que reconoce el monumento. Su nieto se gana la vida como chofer del caminón regador de la Municipalidad

Con la sequía, las calles de tierra y el viento patagónico, tuvo un verano a destajo. Ahora, en otoño, Alberto anda más tranquilo. También hincha de River, era defensor central y capitán en el equipo en el que jugó Herrera.

En la antigua cancha de tierra Darío Herrera aparece en la fila de los parados, el quinto empezando de la izquierda. Hoy la cancha de Andacollo tiene césped sintético.

-Lo conocí de chiquito, porque yo trabajaba en la Escuela Deportiva Municipal cuando él arranco. Un pibe excelente. Es lindo lo que le pasó. Se fue jovencito como jugador y volvió como árbitro de terribles partidos, cuesta creerlo -dice. Como el DT y el ex intendente, lo recuerda áspero y metedor, las mismas palabras. Pero suma un detalle.

-Además de correr mucho, el Pulpo tenía técnica, no era que metía nada más, sabía tocar, sabía meter un pase. Y no era de protestarle al árbitro, hacía su trabajo callado -dice.

-¿A cuál jugador de primera se parecía? -le preguntó Río Negro.

-A Ponzio, para mi a Ponzo, el 5 de River con Gallardo. Por lo que te decía, ponía pero sabía jugar. ¿Yo? No, yo era un jugador más al estilo Otamendi, iba al frente como loco, no medía. Y como central, me tocaba hablar, ordenar, arengar, nos entendíamos bien con Darío. Él, como quien dice, no se dejaba llevar, no buscaba la violencia. Y le sobraba aire, andaba por todos lados, como un pulpo.

-Si le tocaba dirigirlo, ¿que habría pasado?

Me echaba enseguida, encima era de protestar mucho.

-¿Era de River?

-… Viste cómo son las cosas en la Argentina, es mejor que no sepa el club de los jueces. Yo no creo que haya cambiado el equipo que era hincha, pero no puedo decirlo. Algunos de Boca, en la calentura, dijeron «el Darío es de River, por eso ganaron». Pero fíjate que en los cinco superclásicos anteriores, nosotros no ganamos ninguno: empatamos dos y perdimos tres. Siempre alguno se va a quejar, va a decir que es de un equipo o del otro… Igual acá se lo quiere mucho y nadie le dijo nunca nada, siempre con respeto, porque nada de eso lo va influir. El que lo conoce sabe cómo es: una excelente persona.

Herrera y Harasimovich, el Pulpo y el Gringo. El juez y el empleado municipal. Cuando compartieron equipo, como todos los jugadores de entonces, aportaban de su bolsillo y hacían rifas, sorteaban canastas familiares o pelotas para juntar para la nafta del que ponía el auto o pagar la Trafic cuando les tocaba de visitantes.

Darío Herrera y una de las rojas del River – Boca del domingo 7 de mayo.

El último fin de semana, en Lincoln, donde se radicó, el árbitro suspendido tuvo tiempo para pensar si cometió o no errores en el superclásico. Y en el próximo partido, del otro lado de la pantalla estará su amigo Alberto, leal como siempre, algo tenso por la posibilidad de que se equivoque en algún fallo, feliz de verlo en las canchas más grandes del país. «Me pongo nervioso, es así, me sale de adentro. Puede errarle como todos, pero para mi es un muy buen juez, lo veo muy seguro, con personalidad cuando dirige. Y cuando vuelve se prende en algún picado, sigue siendo el Pulpo, pero se cuida más. Mirá dónde llegó… qué querés que te diga, es un orgullo para el pueblo»


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