Durante un mes fuimos más Argentina que nunca
El Mundial nos dio la excusa perfecta para vivir un mes de felicidad. Unión en las calles, abrazos con la familia, la certeza de que cuando queremos podemos... Todo valió la pena.
Cuando la racha viene torcida, cualquier buena noticia es mucho más valorada. Quizás esta sea la analogía más simple para describir el mes que vivimos desde aquel 20 de noviembre, cuando la pelota empezó a rodar en un atractivo Ecuador – Qatar.
Argentina es, hace rato, tierra de golpes bajos. Las buenas noticias no abundan, más bien es necesario rascar el fondo de la olla para encontrarlas. Y entre tantas pálidas, este mes vino a mostrar que a veces las alegrías nos llegan cuando menos las esperamos.
No son “22 millonarios corriendo atrás de una pelotita”. Es muchísimo más. Pero, a quien no se ve interpelado por esto, le cabe más que nunca esa frase que repetimos hasta el hartazgo durante un mes: “No te lo puedo explicar, porque no vas a entender…”.
Argentina es futbolera por definición. Argentina es futbolera porque tuvimos con qué, y justamente porque tuvimos con qué también nos hemos vuelto más futboleros. ¿Cómo no íbamos a serlo, si de acá salieron los más grandes de la historia? ¿Cómo no te va a erizar los pelos el hecho de que tuvimos a Maradona y a Messi, mientras otros países con mucha más infraestructura, con muchísimo más dinero y con un aire de desprecio total al nuestro no han tenido nada?
A lo largo de este mes, el país se resumió en un puño apretado. En cada gambeta, en cada pase, en cada gol estuvimos apretando manos y dientes. Afuera de la cancha tenemos mil problemas para encarar. Inflación, incertidumbre, desánimo, panoramas negros… Pero ahí adentro no. Ahí adentro se iluminan ellos y nos iluminamos nosotros.
En cada victoria está la promesa de algo mejor, aún si eso después no llega. En cada triunfo, en cada festejo, en cada abrazo con un extraño en la calle, está esa sensación de “mirá que país hermoso somos”. Y esa es la clave. En un año en el que los palos cayeron desde todos lados, tomarse un mes de licencia para decir “yo, argentino” -y decirlo en el buen sentido, como debería ser- tiene mucho valor.
Durante este mes hubo alegría en todos lados. En juntarse a ver los partidos con la gente que queremos y compartir los nervios. En ese “vamos hoy, eh” con algún desconocido al pasar en la calle. En cada celebración. En cada motivo de incertidumbre también, porque las pálidas las bancamos juntos.
Hubo alegría en ver a un equipo en evolución constante. Hubo alegría en la respuesta ante la adversidad: no se pudo con Arabia, pero se puede con todo si realmente nos plantamos. Hubo alegría en ese recambio que tanto se demoró y que finalmente tuvo lugar. Y hubo alegría en el funcionamiento de ese recambio también, porque el tema no es mover las piezas, sino que al hacerlo estas funcionen.
Allí donde aparecieron los Enzo, los Julián, los Lisandro, los Cuti, aparecieron también miles de respuestas. Yde preguntas:¿Por qué esta generación no le llegó antes a Messi?Quizás porque el fútbol es esto. Es alegría y es tristeza, justicia e injusticia. Es bancar las malas para que, cuando las buenas lleguen, seamos mucho más felices. Y sobre todo, es una pasión ilógica.
Fue un mes de bancarnos. Abrazarnos hasta el hartazgo. De ver a uno preocupado y decirle “no nos caigamos, dale, estamos bien”. De repetirnos constantemente que esta era la vez, que ahora sí, que se nos iba a dar. De imaginar escenarios, de no dormir, de no poder concentrarse en otra cosa. De pensar en el Diego.
El fútbol es de todo menos justo, pero alguna vez en la vida tenía que haber justicia. Este equipo lo intentó, como lo intentaron los anteriores. Otamendi, Di María, Lionel Andrés Messi. Piezas que se repitieron a lo largo de los años buscando un mismo deseo y que lo vieron trunco una y otra vez. Algunas veces de forma merecida, otras de forma injusta. Y de tanto insistir le torcieron la mano al destino. ¿Quién iba a decir, después de las finales perdidas y de la catástrofe de Rusia 2018, que estos tipos iban a estar una vez más siendo figuras, ilusionando a millones?
El país fue, durante todo ese mes, la imagen de Messi tras el pitazo final frente a Croacia. Esa tensión durante 90 minutos, esa relajación posterior y esos puños apretados, con una sonrisa dibujada de costa a costa.
El país fue, durante todo este mes, un país feliz. Fuimos el “abuela, lalalala”, fuimos las brujas, fuimos los cabuleros, fuimos los fanáticos, fuimos las swifties, fuimos los outsiders, fuimos los “bárbaros” para los europeos, fuimos la ilusión de todo Bangladesh, fuimos los que cantaban en una iglesia y se robaban un colectivo par allegar a ver el partido.
Fuimos la Argentina que siempre quisimos ser. Fuimos la Argentina que nos merecemos.
Perdón, pero a mí no me importa que sean 22 millonarios corriendo atrás de una pelotita. Si eso sirve para que millones de personas sean felices, bienvenido sea. Si eso hace que me pueda fundir en un abrazo con mi viejo, bienvenido sea.
Si esto sirve para que lloremos de alegría en la calle, cuando sabemos que en unos días van a venir algunas pálidas, bienvenido sea. Durante este mes, el fútbol nos salvó. No fue la primera y definitivamente no va a ser la última vez que pase. Porque somos Argentina, y en esto de la pelotita, hoy somos los mejores del mundo.
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