“Para que lea Cristina”
Un día de un tiempo que se hunde en los claroscuros de la memoria, alguien le regaló un libro a Pichetto. Y el mismo título, a Carlos Soria. Éste lo exploró a saltos. Algo por aquí, algo por allá. “Boludeces”, le comentó semanas después al regalero. Pero rabiosamente subrayado, ese libro sobrevive en la biblioteca de su hijo Martín.
Pichetto, en cambio, lo devoró con maniática prolijidad. Serenamente. “¡Impresionante!”, comentó. “¡Descarnado!, ¡Qué Maquiavelo, ni Maquiavelo!”, acotó. E incorporó el libro a ese lote de trabajos que le dejaron huella en su formación en historia: “Fouche, el genio tenebroso”, de Stefan Zweig; las “Memorias”, de Winston Churchill; la investigación de Francois Kersaudy sobre el complejo vínculo entre aquel inglés y Charles De Gaulle, “La hoguera de encinas”, seductor diálogo entre este general y André Malraux; o las páginas que contienen la sugestiva sistematización que el argentino Juan Carlos De Pablo encaró hace más de tres décadas las voluminosas memorias de Henry Kissinger.
Lector de dedicación uniformemente constante es Miguel Pichetto de la historia. Lupa que abona más ahínco en el pasado de Europa y EE. UU. que de Argentina.
Pero aquel libro (1) regalado, lo atrapó. Y aún lo tacklea a modo de dictado de bíblico.
Porque vía esas páginas organizó mucho de su ideario sobre la acción política aunque no abiertamente. O, en todo caso, sobre al arte de hacer política, gobernar negando mucho del bagaje con que se llega al poder. A la conducción del poder. Es un libro contra el idealismo puro y virginal en el que suele fundarse la apuesta política. Son páginas sobre la adaptación –agria en general– a realidades no previstas. Adaptación que suele pasar a la historia mancillada por la palabra traición. Pero “traiciones que implican no perecer. No traicionar es desconocer el tiempo, los espasmos de la sociedad, las mutaciones de la historia”.
El libro pasa así revista a más de 1.000 años de historia política. De la vitalidad, más. Lo drásticos virajes de Felipe González, Francois Mitterrand, Mijail Gorbachov, entre otros.
Y el libro le sirve a Miguel Pichetto para explicar sus propios virajes. Como cuando ya avanzado el último verano, ante una insinuación de la expresidenta Cristina de que él la había traicionado, él respondió: “Le sugiero a la señora que lea ‘Elogio de la traición’”…
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