Venezuela: un fraude inocultable que pone en apuros a parte de la izquierda

En América Latina existe todavía una corriente de izquierda que se siente emocionalmente ligada a la revolución cubana y a países que, como Nicaragua y Venezuela, se enrocan en gobiernos autoritarios.

Cualquier elección para ser democrática ha de ser transparente y los resultados que reflejan las actas de cada mesa electoral deben estar al alcance de todos los partidos y de los observadores internacionales.
La negativa del gobierno de Nicolás Maduro a mostrar las actas que se confeccionan automáticamente por las máquinas situadas en cada mesa no tiene justificación alguna y es un reconocimiento implícito de que los resultados no le han sido favorables. De modo que asistimos a la pretensión de mantenerse en el poder mediante un fraude inocultable que nunca será aceptado ni por la oposición ni por la comunidad internacional.

La “izquierda democrática”


Los gobiernos democráticos de izquierda en América Latina no han convalidado el fraude de Maduro. Gabriel Boric, el presidente de Chile, ha publicado un largo texto en sus redes sociales donde tacha de infame la sentencia dictada por Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela que dio por válido el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio: “No hay duda de que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones, reprime al que piensa distinto y es indiferente ante el exilio más grande del mundo, solo comparable con el de Siria producto de una guerra (…) Chile no reconoce este falso triunfo autoproclamado de Maduro y compañía”.

Boric también hizo un llamado a conformar una “izquierda continental profundamente democrática y que respete los derechos humanos sin importar el color de quien los vulnere”. Otros gobiernos de izquierda como el de Lula en Brasil y el de Gustavo Petro en Colombia han evitado hacer declaraciones que obstaculizaran su labor de mediación. Ello no ha sido óbice para que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en solidaridad con Maduro, rompiera relaciones con Brasil.
Es evidente que en América Latina existe todavía una corriente de izquierda que se siente emocionalmente ligada a la revolución cubana y a los países que como Nicaragua y Venezuela se enrocan en gobiernos autoritarios que pretenden mantenerse ilimitadamente en el poder bajo el pretexto de que están llevando a cabo una revolución.

Nostalgias de la revolución


Después que se produjera la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 los partidos comunistas europeos se reconvirtieron en partidos socialdemócratas, que aceptaban las reglas de juego de la democracia, pero en América Latina la persistencia de la idea romántica de la revolución cubana, como faro revolucionario del mundo, hizo que el cambio fuera más lento.

En el fondo, lo que subyace en estas diferencias es la adhesión a ciertos dogmas que permanecen arraigados en el subconsciente de ciertos espacios políticos, desafiando el paso del tiempo.
Un dogma muy instalado en el subconsciente de cierta izquierda es la utopía de que es posible tomar el poder por asalto para transformar radicalmente una sociedad de acuerdo a un plan preestablecido modificando al mismo tiempo las circunstancias que modelan a los seres humanos, dando paso a un hombre nuevo.

Necesidad de alternancia

La principal característica de un sistema democrático es que ofrece la posibilidad de alternancia, de modo que los ciudadanos pueden en unas elecciones apoyar a un partido conservador de derecha y en las siguientes elegir a un partido que ofrece un programa de izquierda y viceversa.

Este rasgo es la prueba del algodón para saber si un régimen es democrático o ha dejado de serlo.
En la medida de que las izquierdas latinoamericanas no incorporen la idea de que la democracia se basa en la posibilidad de alternancia seguirán atadas a decrépitos gobiernos autoritarios que bajo una retórica de izquierda esconden oscuros e inaceptables rasgos totalitarios.
* Abogado y periodista, analista de temas internacionales.


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