Recuperar la memoria histórica en edificios como el del hospital “Ernesto Accame” de Allen, permite indagar sobre la organización de la sociedad nacional y rionegrina a principios del siglo pasado, asegura el investigador Roberto Balmaceda.
Las paredes, a veces, hablan. Y en caso del antiguo edificio del hospital de Allen, revelan mucho acerca de la historia reciente; de cómo fue la organización del territorio rionegrino a principios del siglo XX, en tiempos del denominado “Orden Conservador” (como lo definió el historiador Natalio Botana), cuando una clase dirigente definió un modelo de país y proyectó el primer sistema sanitario nacional, con la creación de 11.885 camas en todo el país en hospitales de distinto tipo distribuidos en varias provincias como Buenos Aires, Córdoba, El Chaco, Corrientes, La Rioja y Salta, entre otras. En el caso del entonces territorio de Río Negro se proyectó primero el de Allen y más tarde el de Bariloche. Un esfuerzo de infraestructura sanitaria sin precedentes , sólo comparable con lo realizado en la década de 1940, durante la gestión de Ramón Carrillo como ministro de Salud en el gobierno de Juan Perón.
Así lo afirma el historiador roquense Roberto Balmaceda, que ha investigado en los antecedentes del desarrollo del hospital “Ernesto Accame” en la ciudad de Allen, cuya construcción se idea en 1906, comienza 1912, culmina en 1916 , pero recién se pone a funcionar en 1925, tras varias disputas y contratiempos.
Balmaceda trabajó allí en 1982, y desde el inicio le llamó la atención la particular arquitectura del lugar, muy diferente a cualquier otro edificio hospitalario de la provincia, con excepción del mencionado en Bariloche.
Allí comenzó un proceso de investigación que tuvo como resultado varios trabajos, de los cuales el último es un artículo publicado recientemente en el volumen 3 de la revista especializada “Sistema arquitectónico de pabellones en hospitales de América Latina”, coordinada por María Lilia González Servin y editada por la facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de México.
Balmaceda destaca como principal característica de este edificio que pertenece al sistema “pabellonario” o “apabellonado”, un modelo que fue importado desde Europa, donde se utilizó desde fines del siglo XVIII hasta buena parte del XIX, y que revela mucho acerca de la concepción de la salud y la enfermedad que se tenía entonces, antes de los avances revolucionarios en la medicina que vendrían a principios del siglo XX, de la mano de las investigaciones de Louis Pasteur y otros científicos, en bacteriología y microbiología.
La edificación tiene varias particularidades. Se trataba de cuatro edificios de hasta tres plantas, separados por jardines o pequeñas calles en un predio que llegó a tener 10 hectáreas. Nunca se logró completar toda la estructura, por los cambios de planes en distintos gobiernos.
Balmaceda señala que la arquitectura del hospital era tan novedosa para la época, que dos inspectores llegados de Buenos Aires quedan asombrados ante una estructura “que sobresalía entre todas las edificaciones de la zona, que eran chatas, cuando Allen tenía muy pocos habitantes. Era la modernidad arquitectónica hospitalaria de la época”.
El hospital allense fue ideado por el médico Domingo Cabred y formó parte de un sistema arquitectónico denominado “pabellonario”, edificios construidos bajo la idea del “higienismo” una corriente de pensamiento médico que planteaba la separación de los enfermos de distinto tipo en edificios sin rejas y con jardines. “Se buscaba garantizar una buena aireación, habitabilidad, dotarlos de redes de agua y armonizar el vínculo del interior con el exterior, uniendo avances de la medicina y la arquitectura”, explica el historiador.
Ya en 1928, el complejo de pabellones divididos por patologías duplica su capacidad a 88 camas, que ampliará hasta más de 200. Las especialidades eran cirugía, ginecología, obstetricia y odontología. A mediados de los 80 comenzó a decaer por falta de mantenimiento, y es reemplazado por otros edificios. En 2016 se demuele la casa del director, pese a ser patrimonio histórico provincial, y hoy sólo queda en pie un pabellón, cuya fachada fue restaurada en los 90 gracias a una donación petrolera, “pero por dentro esta devastado, fue vandalizado”, señala Balmaceda.
El edificio fue donado a la facultad de Odontología de la Universidad de Río Negro. Las piezas que pudieron rescatarse gracias al trabajo de Lorenzo Brevi al fueron incorporadas al museo de Allen, en las antiguas instalaciones del Ferrocarril. Esta es una síntesis de la charla que Debates mantuvo con Balmaceda sobre este proyecto.
P: En el artículo planteás que el hospital de Allen surge en la etapa de organización de los territorios nacionales …
R: Fue concebido dentro de un plan de construcción de infraestructura hospitalaria para todo el país, a cargo del doctor Domingo Cabred, que era médico psiquiatra y se convirtió en sanitarista, por la atención que le prestó a los servicios de salud institucionales. Concibe este plan sanitario desde una Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regionales que se crea por ley en 1906, siendo él asesor del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Una curiosidad, porque había un Departamento Nacional de Salud y una Asistencia Pública en la Capital con injerencia en los territorios, que dependían del ministerio de Interior o directamente del Ejecutivo. En 1908, se acopla a Relaciones Exteriores la Beneficencia. Este proyecto de Cabred implica crear hospitales generales (enfermedades comunes) y algunas enfermedades regionales, como el paludismo y la tuberculosis y otras las psiquiátricas, que se llamaban entonces “Hospitales de Alienados”.
P: Vos señalás que se usó de modelo el hospital del Chaco, para aprovechar los planos. Se realizan desde 1910 en Chaco, Córdoba, La Rioja, Salta, Corrientes..
R: Exacto. Eran modelos tomados de Europa, en viajes que había realizado Cabred y le habían impresionado. Terminan siendo un mix de arquitectura alemana, suiza y francesa. Por ejemplo, las tejas rojas que tuvo hasta hace poco el hospital de Allen tenían todavía el sello de exportación de Francia.
P: ¿Qué diferencia tiene con el resto de los hospitales que conocemos hoy? vos hablas de una estructura “pabellonada” …
R: Tenía que ver con una concepción de la salud y de la enfermedad. Porque a fines de siglo XIX el origen de la enfermedad se atribuía a la “miasma”: efluvios que flotaban en el aire, no se tenía claro el origen de cada una. Aún así, los hospitales concilian lo médico y arquitectónico. Los pacientes se distribuyen en pabellones y se separan según patologías para evitar la propagación de enfermedades. Tenés unidades completas, cada una con su propia organización: tuberculosis por un lado, psiquiátricos por otro, etc. Estos conviven con las prestaciones generales.
P: En la década del 40 y 50 este tipo de estructura va a cambiar…
R: Si, porque viene otro modelo sanitario: surgen los monobloques, polibloques, edificios en altura… Hay una separación entre personal médico, pacientes y público. Por ejemplo en los quirófanos, porque ya había conocimiento de cómo ocurren los contagios e infecciones. Surge el concepto de profilaxis, entre otros.
P: ¿Cómo evoluciona este edificio?
R: Empieza prestando servicios básicos: obstetricia, clínica médica, cirugía, y pabellones de administración, limpieza, etc. Pero tiene serias dificultades para mantenerse y evolucionar, porque hay muchos vaivenes políticos. Esta una obra es parte de un proyecto de modernidad de la denominada República Conservadora, de una burguesía que tenía un proyecto de país entre 1880 y 1916. Hay conflictos en la distribución de recursos y testimonios de falta de mejoras, de cosas que estaban planificadas. Porque otra característica de estos hospitales, que no se volvió a dar, era que estaban pensados a largo plazo: para extenderse de 10 hasta 600 hectáreas, algo impensable hoy. Pese a todo va a prestar un auxilio grande , porque recién después de la década del 40 van a crearse en Río Negro hospitales modernos, hasta entonces la práctica médica se hacía en casas y edificios comunes, adaptados. Pensá que Roca recién en la década de 1960 va a tener su hospital.
P: ¿Cuándo deja de considerarse una estructura operativa?
R: Va rendir hasta avanzados los 80 . En los 70 empieza a atenderse la salud mental, se construye el edificio para un neuropsiquiátrico. Y mantiene sus 120 camas de internación casi desde el inicio, tenía una complejidad mayor a 4.
P: ¿Por qué es necesario preservar lo que queda?
R: Porque es un documento histórico. Refleja el modo en que se atendía a las personas, el modo en que se habitaba, el tipo de tratamiento que se daba, la concepción de salud y enfermedad. Estos edificios nos muestran modos de organización social y la visión del mundo de una época. Si dejamos que desaparezcan, perdemos parte del entendimiento de nuestra historia. Es un patrimonio nacional que debe ser protegido.
¿Porqué Allen?
De los pueblos más importantes y poblados de Río Negro y Neuquén en 1912 como Roca, Cipolletti y Neuquén; Allen, de 1.500 habitantes, recientemente fundado (1910) era el menos pensado para albergar una obra de esa envergadura. Cabred seleccionó a Allen tras varias visitas, por varias razones.
Una pudo ser la necesidad de contar con infraestructura hospitalaria en caso de guerra con Chile; otra garantizar el desarrollo económico de la región con servicio sanitario para la mano de obra incipiente y control social agregado. El lugar, que respondía a los requerimientos de equidistancia con los otros pueblos, cercano a las vías del ferrocarril, con agua potable y ofrecidos en carácter de donación al Estado. Y por último el factor de poder económico-político: vivía en esa localidad Patricio Piñeiro Sorondo, terrateniente, miembro del Club Social de Buenos Aires, familiar del presidente Quintana y sobre todo presidente de la Primera Cooperativa de Irrigación del Alto Valle.
La cosa es que Allen fue por muchos años el lugar que proveyó atención institucional en la salud y la enfermedad a una población, con alcance a otras provincias y la cordillera, que hasta ese momento debían resignarse a enfermar y morir si no llegaban a tiempo a los hospitales de las grandes ciudades tan lejanas y la mayoría con recursos económicos escasos, señala Balmaceda.
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