“Sorderas culturales” dificultan la gestión de reclamos indígenas
Por Claudia Briones *
Prima una idea del Estado actor y árbitro que siempre encuadra demandas populares, sin reconocer que, para los pueblos indígenas, el Estado ha operado en la historia como actor antagónico.
La conferencia “Subjetivaciones indígenas, peronismo, e interculturalidades posibles desde el horizonte nacional-popular” desarrolló dos argumentos. Primero, que las sedimentaciones de ciertas características interpelatorias del peronismo hacen a sus fortalezas y también a sus debilidades para contener prácticas interculturales e interseccionalidades.
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Las fortalezas resultan de cómo la sedimentación derivada de la promoción de los derechos económico-sociales, sobre todo los laborales, ha generado adhesiones sostenidas, ancladas en la interseccionalidad propia de toda pertenencia, incluidas las indígenas. Las debilidades surgen de cómo maneras históricamente matizadas de articular una voluntad nacional y popular conllevan que la inclusividad promovida desde lo popular quede acotada para los pueblos indígenas por la cerrazón con que se define lo nacional.
El segundo argumento sostiene que, para los indígenas, el peronismo ha promovido políticas pasibles de ser pensadas como propias de una inclusión excluyente que da lugar a subjetivaciones paradojales, abiertas a las interseccionalidades, pero que se sienten encorsetadas y se manifiestan como exceso o desborde cuando lo que se está demandando es una práctica intercultural crítica.
Ambas afirmaciones se fundamentaron en dos pasos. Uno de ellos hacía una breve historización de las políticas indigenistas argentinas en comparación con la de otros países de América Latina y en consonancia con la formación nacional de alteridad del país. El otro paso buscaba la contextualización los estilos de construcción de hegemonía cultural y formas de interpelación de los indígenas característicos de dos momentos del peronismo, el de su etapa fundacional y el propio del siglo XXI. El propósito ha sido destacar continuidades y recentramientos del horizonte nacional-popular y lo nacional-estatal en ambos períodos.
A estos respectos y en la etapa más reciente, lo popular se sigue planteando de modo homogéneo, pero de un modo ampliado, a través de discursos y políticas sociales que ya no se dirigen tanto o solo al pueblo trabajador, sino a sectores más amplios, también conformados medularmente ahora por desocupados, nuevos marginados y excluidos. Esto mantiene los márgenes para el despliegue de cierta interseccionalidad, tal como lo muestran muchas trayectorias indígenas de distintas generaciones que se han ido manifestando como tales, sin renegar de haber tenido o seguir sosteniendo a la par militancias partidarias, sindicales, sociales.
Ahora bien, respecto de lo que de Ipola y Portantiero llamarían lo nacional-estatal y aunque aparezcan más enfatizadas ciertas ideas de pluralidad y diversidad, ha seguido primando una idea del Estado como actor y árbitro que siempre encuadra las demandas populares, sin reconocer que, para los pueblos indígenas, el Estado históricamente ha operado como actor antagónico al momento de garantizar sus derechos. Tampoco se ha renunciado a los conceptos maestros de Patria y Nación como esenciales para la constitución del pueblo como sujeto comunitario.
Ambas cuestiones alientan una doble dinámica de inclusión excluyente. Por un lado, porque nociones homogeneizadoras de nación hacen que la clásica divisoria patria/antipatria o pueblo/oligarquía propia del peronismo histórico empiece a operar también al interior del campo popular frente a demandas de plurinacionalidad que son propias de varias comunidades y organizaciones indígenas en Argentina y en el continente, y que tienden a verse como amenazantes de un campo popular para el cual se promueve un abroquelamiento sin fisuras.
En estos casos, las protestas o reivindicaciones indígenas están lejos de ser escuchadas y entendidas en sus propios términos, y se consideran un “problema”, en vez de poder ser escuchadas como diagnóstico de lo que no funciona de nuestras convivencias. Por otro lado, porque al primar en las certidumbres peronistas (y no solo en ellas) la convicción de que todo desacuerdo es únicamente ideológico, no se logra entender que ciertas conflictividades se anclan también en fricciones ontológicas y epistemológicas.
De este modo, cualquier pedido o ejercicio sustantivo de derechos diferenciados que incomode tiende a ser descalificado o mal encarado, bajo el supuesto de que es ejemplo de la pretensión de anteponerse al proyecto partidario o a la misma voluntad nacional-popular.
Todo esto redunda en no poderle dar a ciertas reivindicaciones indígenas la entidad que tienen y en no poder tramitar los desacuerdos de mejores modos. Redunda, en suma, en sorderas interculturales que deslegitiman la misma idea de diferencias legítimas que, por otro lado, se dice reconocer y valorar.
* Antropóloga, investigadora en la Universidad Nacional de Río Negro (IIDYPCA) y Conicet.
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