Opinión Debates

“Ser progresista es estar contra la inflación”

El destacado sociólogo e historiador Juan Carlos Torre relata en su libro más reciente su experiencia en el ministerio de Economía del gobierno de Alfonsín. El divorcio entre la cultura política y la productividad económica se revela como un crónico problema de nuestra dirigencia.

La inflación astilla a la sociedad – dice el sociólogo e historiador Juan Carlos Torre a RÍO NEGRO. Y acota: “pero en Argentina este convencimiento nos cuesta que se haga carne y así estamos… Y lo más grave es que hay un muy amplio sector del llamado progresismo político que no asume el significado deteriorante, desmoralizante, desorganizador de la vida que conlleva la inflación”

Pregunta: La inflación como cultura para varias generaciones e incluso para quienes alientan ideas de justicia social y mejor distribución de la renta, ¿es una resignación del progresismo?

R: Mire, ¡en Argentina el progresismo nunca hizo de la inflación un problema!

P: ¿Vale la cultura del aumento de precios y sueldos todos los meses, y seguir y seguir hasta llegar al caos de la República de Weimar?

R: Bueno, en Argentina sabemos mucho de ese caos. Pero mire, desde lo académico, que por décadas ha sido mi sitio para reflexionar el país, siempre me llamó la atención el divorcio que existe entre el progresismo y la productividad de la economía. Como lo señalo en mi libro, todo lo concerniente a cómo crecer o cómo ayudar a inyectar racionalidad en el manejo de la economía están distantes, ajenos a esa cultura política. Ese progresismo no cree que el crecimiento económico tenga que ver con el país al que ellos aspiran…

Inflación, déficit fiscal, emisión, dólar, ajuste y acuerdo con el FMI han sido conceptos familiares y cíclicos para la política económica argentina en el siglo XX y XXI.

P: ¿En qué se entretiene el progresismo?

R: No es un entretenimiento. Se trata de una cultura, de una visión y acción centrada -podría decirse casi exclusivamente- en la distribución de la riqueza y la defensa de los recursos nacionales. Pero no hay justa distribución de la riqueza ni defensa de recursos nacionales si no hay una economía racionalmente manejada en función de crecimiento ordenado ¡No la hay!

P: ¿Es pereza mental, demagogia?

R: ¡Una cultura política! Que impide comprender que la democracia, su calidad, su ejercicio, están imbricados con el desarrollo de la economía, su crecimiento, su eficiencia…

Intensa vida académica


Juan Carlos Torre

Juan Carlos Torre es sociólogo egresado hace más de 50 años en la UBA y profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella. Es doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Políticas, en París. Ha recibido la Beca Guggenheim Fellowship y también fue becado para estudios en la Universidad de Princeton. En 1996 recibió el Premio Konex de Platino y en 2010 se le otorgó el Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria Científica. Considerado como el más riguroso estudioso del movimiento sindical peronista -al que ha dedicado media docena de ensayos y libros-, es autor también de “El proceso político de las reformas económicas en América Latina”.

Entre 1993 y el 2018, fue director de la “Desarrollo Económico” que edita trimestralmente el Instituto de Desarrollo Económico fundado por los Di Tella hace más de 40 años. Hace dos meses publicó “Diario de una temporada en el quinto piso. Episodios de política económica en los años de Alfonsín”. Durante ese gobierno, Torre trabajó -en lo que fue su único protagonismo en el plano político a lo largo de su vida centrada en la academia- en la Secretaría de Planeamiento del Ministerio de Economía. Lugar al que fue convocado por varios de los economistas que tallaron durante aquella administración: Juan Sourrouille, José Luis Machinea, Adolfo Canitrot y otros, con los que compartía años de reflexión sobre el país.

En semanas más, se publicará la tercera edición de este libro, dato que refleja la importancia y actualidad con que se proyectan sus 540 páginas.

Democracia y economía


P: Su reciente libro se proyecta como imprescindible para entender la Argentina en democracia. ¿Cómo lo reflexiona usted?

R: Bueno, por estilo, por formación, soy de muy bajo perfil. Mi medio es la academia, que sabe más de reflexión que de búsqueda de protagonismos muy dirigidos a este o aquel plano. Trabajé años en el armado del libro. Durante mi paso por Economía me preocupé siempre en escribir lo que sucedía, grababa, socializaba mis conclusiones…

P: De su lecturas se extrae que en el manejo de la economía argentina hay lo que un colega suyo -desde la economía- Pablo Gerchunoff define como “componentes inerciales”, es decir llega un nuevo gobierno, pero se enfrenta a “dependencias del sendero inicial”, es decir de la historia anterior. ¿Sintió esto estando en Economía?

R: ¡Por supuesto! Y se siente hoy, en otro encuadre si usted quiere, pero… un ejemplo: la relación con el FMI. Siempre con más patología por parte del país que racionalidad. José Luis Machinea define, en el libro, de “comedia” cada misión ante el FMI o la visita de una misión de este organismo al país. La relación con el FMI durante la gestión de (Bernardo) Grinspun en Economía, o sea un largo primer año y medio del gobierno de Alfonsín, fue eso: una “comedia”. Manejada desde un convencimiento que implicaba “este asunto lo manejo yo”, como decía Machinea en alusión a Grinspun. Un insólito creer en el valor de lo personal por sobre la racionalidad.

Saúl Ubaldini conversa con Juan Sourrouille. De fondo, en el centro, Juan Carlos Torre.

P: ¿Qué sombras sentían los radicales, el gobierno, en términos fantasmales, sobre su accionar?

R: Mire, el gobierno estuvo durante mucho tiempo, años, muy sostenido, prestigiado en todo caso por la figura de Alfonsín. La gente creía, con razón, en él. Era un hombre digno, había colocado la defensa de la vida por encima de todos sus objetivos. Estaba el gobierno, sí, con todos sus más y sus menos. Pero sobre todo estaba Alfonsín…

La inercia en la gestión

P: Volvamos a lo inercial…

R: Y, estaba la inflación. Desde el primer día de la administración se careció de una política que hiciera de la inflación “el problema” de los problemas de la economía Argentina. Y la inflación alentaba a velocidad uniformemente acelerada los reclamos salariales. En todo el tiempo que estuve en Economía, el reclamo era una constante aún con el Plan Austral. El radicalismo y el gobierno vivían muy condicionados por el dónde y cómo vendrían los reclamos.

P: En un momento dado, usted habla que en ciertos planos del partido existían, se sentían, tronaban “vientos de fronda”, destinados a condicionar, fundamentalmente sobre la gestión Sourrouille, políticas de ajuste. ¿Cómo recuerda esos vientos?

R: Y… se disimulaban pero se sentían. Oposiciones a medias palabras, enojos no desplegados sino contenidos, pero enojos… y siempre cuando uno buceaba sobre esas situaciones, encontraba radicales con poder enmarañados con dirigentes sindicales peronistas para ayudarlos a lograr éste o aquél objetivo. Pero hubo además, fundamentalmente en ese largo primer año que le nombré, ineficacias muy elocuentes. No se sabía, por caso, qué hacía la secretaría de Hacienda, menos la de Industria, cuál era la tarea específica que debían cumplir.

P: ¿Ineficacia o desdén?

R: Ineficacia, ausencia de saberes, de convencimiento de la hora que se vivía. Mucho de esto cambió con la gestión de Sourrouille, pero…

P: Pero la historia ya corría y había nuevas curvas en la economía…

R: Exacto, la historia ya corría…


“Rajneri tenía razón: la no-relación con Londres nos perjudicaba”


P: En noviembre del ´86, Julio Rajneri, ministro de Educación de la Nación desde julio, le entregó a Alfonsín un documento en el que fundamentaba que mantener las hostilidades con Gran Bretaña tras la Guerra de Malvinas y la negación de Argentina a restablecer relaciones con Londres, dificultaba los vínculos económico-financieros con Europa Occidental en el marco de la Guerra Fría, en un momento muy complejo para la economía…

R: Rajneri tenía razón, mucha razón…

P: Ese documento enfureció al entonces canciller Dante Caputo, me lo comentó a mí en el ‘90. Un tramo lo dio a conocer Joaquín Morales Solá en su columna política de entonces en Clarín y tuvo impacto en la UCR y el gabinete. ¿Conoció ese documento? ¿El tema Malvinas estaba en Economía?

R: Quizá supe… no recuerdo. Pero Rajneri tenía razón en que ese estado de no-vínculos con Londres alimentaba, aun con Argentina en democracia y liderada por un hombre digno, la imagen de un país con rasgos de imprevisibilidad, proclive a las disparadas emocionales. Rajneri era, además, amigo de Alfonsín y muy importante en la idea, el proyecto de traslado de la Capital a Viedma…

P: ¿Qué podía determinar que Alfonsín no computara firmemente reflexiones como estas? ¿Ese cierto nacionalismo que según usted en su libro, solía impregnar al expresidente?

R: No sé el porqué, pero quiero reflexionar sobre ese nacionalismo de Alfonsín. No debe identificarse como nacionalismo identitario, xenófobo, extremo. ¡Nada de eso! Alfonsín fue un demócrata íntegro. No puede dudarse de eso. El nacionalismo que yo le acredito hace a ciertos y constantes enojos que asumía, por ejemplo, con la banca, con…

P: ¿…con Reagan, por la intervención de EE.UU. en América Central?

R: Por ejemplo… era ese “mirá lo que nos hacen”. No pasaba de este tipo de reacciones. Por lo demás, la UCR, en su historia, está fuertemente impregnada de ese tipo de pensamiento.


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