Sabrina, identidad y memoria “en construcción permanente”
Sabrina Gullino Valenzuela Negro, hija de desaparecidos en la dictadura, visitó la región en el marco de la “Semana de la Memoria” y participó de varias actividades donde reivindicó el rol de la educación pública y de “disputar sentidos” sobre el pasado.
Para Sabrina Gullino Valenzuela Negro, “en la vida las fichas se acomodan y caen cuando deben caer” y una de las más importantes de su vida cayó en diciembre de 2008, cuando recuperó su identidad como hija de desaparecidos. Concluidos sus estudios de Comunicación Social en la Universidad de Rosario, se había independizado y tenía un par de “pendientes”: hacer el pasaporte para recorrer el mundo y pedir un análisis de ADN a las Abuelas de Plaza de Mayo para sacarse la duda sobre su origen biológico, justo la misma semana en que sus padres adoptivos son citados por el juzgado Federal de Paraná en una causa ( “Trimarco ” de 2005) que investigaba, entre otros temas, el destino de niños nacidos en el Hospital Militar de Rosario.
“Yo ya tenía una duda, había nacido en esa época (plena dictadura) y una amiga me insistía en que me hiciera el análisis, pero no era una duda que me atormentara, que no me dejara dormir. Era algo como para descartar. Nunca pensé que me iba a encontrar con dos familias que me estaban buscando, la familia Negro y los Valenzuela, mis abuelos, mis dos tíos sanjuaninos que habían donado sangre para el Banco Nacional de Datos Genéticos”, entre otros.
Sabrina se enteró a sus 30 años que era la nieta recuperada por Abuelas N°96, hija de Edgard Tulio Valenzuela y Raquel Carolina Ángela Negro, militantes de Montoneros, secuestrados el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata y llevados al Centro Clandestino de Detención “Quinta de Funes”, en Santa Fe. Raquel estaba embarazada de mellizos y dio a luz entre el 3 y 4 de marzo de 1978 en el hospital Militar de Paraná. Por complicaciones de salud, Sabrina y su mellizo son derivados al Instituto Privado de Pediatría de Paraná como “López, Soledad” y “López, NN”. Ambos son dados de alta el 27 de marzo de 1978 y Sabrina es abandonada en el Hogar del Huérfano de Rosario. Hasta hoy sus padres están desaparecidos, al igual que su mellizo, a quien aún busca, con la ayuda de Abuelas y la Justicia. Ya ha declarado en varias causas.
Sabrina participó el martes de una entrevista colectiva con estudiantes de Comunicación en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, dentro de la “Semana por la Identidad y la Memoria en el Alto Valle” que desarrolló varias actividades en Roca y Neuquén. Tiene un particular sentido del humor y acompaña el relato de hechos dramáticos con anécdotas y bromas que alivian la tensión.
Sabrina lleva orgullosa sus tres apellidos, ya que al adoptivo Gullino pudo agregar los de sus padres, Valenzuela y Negro, como parte del proceso de reconstrucción de su identidad.
Desde que nací hasta los 24 días fui hermana melliza. Cuando me adoptan, hasta los 30, soy hermana mayor de Carla. Y desde que restituí mi identidad soy hermana del medio, con otros dos”.
Sabrina Guillino Valenzuela Negro, hija de desaparecidos y nieta recuperada
“Yo nunca había dudado demasiado de mi identidad porque mis padres (Raúl Gullino y Susana Scola) me adoptaron legalmente y nunca me ocultaron nada. Yo sabía desde los 3 años que había sido adoptada, y más adelante qué abogado había hecho el trámite y en qué juzgado se había hecho la adopción. En Villa Ramallo no se hablaba demasiado de la dictadura cívico-militar , no había derechos humanos en las escuelas como ahora, no estaba el Día de la Memoria el 24 de marzo” comenta. “Y la imagen que tenía yo de los bebés apropiados estaba muy influida por casos mediáticos como el de los mellizos Reggiardo Tolosa; si eras apropiado tenía que ser alguien de las Fuerzas Armadas, que te hubieran mentido sobre tu origen, ese tipo de cosas. En mi caso había sido todo legal e incluso después mis padres adoptaron a otra hermana, así que siempre lo hablamos, incluso con chistes, sobre que no podíamos ni prestarnos los zapatos porque todas calzamos números diferentes”, dice.
Dijo que este aspecto es muy importante, ya que se ha demostrado “que hay muchos casos de adopciones de hijos de desaparecidos de buena fe, porque uno de los mecanismos de apropiación era dejar a los hijos de los militantes asesinados o desaparecidos abandonados en la calle o en alguna institución, con lo cual después se incorporaban al proceso de adopción legal. En mi caso, mis viejos no me apropiaron, pero sí hubo una práctica sistemática que lo hizo posible”, destacó.
El rol de la universidad
En la charla, comentó que en su proceso tuvo mucho que ver su paso por la Universidad de Rosario y la militancia. “Cuando a los 18 años voy a estudiar Comunicación Social irrumpe en la escena política H.I.J.O.S (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), que realizaban actos, peñas para juntar fondos pero que también eran actividades de difusión… ellos traen algo importante que fue la identidad política de los desaparecidos: que el terrorismo de Estado desapareció personas por su militancia, ese famoso ‘algo habrán hecho’ de la dictadura era organizarse para defender derechos, participación política”, agregó.
Recordó que una de sus compañeras la impulsaba a hacerse los exámenes, dada su fecha de adopción. Sabrina solía bromear con ella: “ ‘Vos porque querés tener una amiga que sea hija de desaparecidos para tener más onda’, porque ser de H.I.J.O.S te daba un perfil más rebelde” agrega entre risas. Sin embargo, la duda quedó sembrada y abrió el proceso que marcó su vida futura.
Por este motivo, destacó la importancia de que la universidad pública mantenga estos espacios de discusión. “Yo en la facultad comencé a conocer los textos de la Memoria, había una cátedra libre que se llamaba Arturo Jauretche y creo que fue fundamental ese clima de debate sobre lo que había pasado en la dictadura, en ese momento también debatíamos la Ley de Educación Superior, un proyecto que venía con aval del Fondo Monetario Internacional”, recuerda.
Encuentro
El momento más emotivo de la entrevista con Sabrina fue sin dudas el relato del reencuentro con su familia biológica. La comunicadora relató que “yo recibo el llamado de la Justicia un sábado a la mañana, para comunicarme el resultado del ADN, yo había pedido ser la primera en saberlo. El lunes vuelvo a Rosario, averiguo el número de mi hermano Seba, desde el juzgado me habían propuesto que un psicólogo me acompañe pero no quise saber nada: a mi hermano lo conozco yo sola, dije”. Sebastián Alvarez, hijo de Raquel Negro, trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe. Sabrina le pidió el teléfono a una amiga que trabajaba allí, pero no pudo ubicarlo. Más tarde, recibe un llamado: “era Seba, me dice ‘hola negrita que estás haciendo’ . Yo estaba baldeando el patio, pero no iba a decirle eso (risas) así que contesté ‘nada’ y cuando le pregunto qué hace él me contesta ‘estoy encerrado en el baño llorando’”, recuerda. Finalmente, acuerdan que vaya a su casa. “Lo recuerdo bañadito, con una camisa nueva y una mochila llena de fotos. Nunca supe qué me dijo cuando nos vimos, sí que estuvimos después charlando hasta las dos de la mañana”, rememora.
Después vino la presentación con abuelos, tíos y otros parientes de las familias Valenzuela y Negro. Incluso otro hermano, producto de una relación de Tulio con una mujer llamada Norma Espinosa, “quien también sabía que podía ser su hijo, pero le dieron más ganas de hacerse el ADN cuando supo que podía tener una hermana”, dijo.
La búsqueda de su mellizo continúa
Con tres apellidos y familias distintas, asegura que hoy tiene una “identidad en construcción”. “Desde que nací hasta los 24 días fui hermana melliza. Desde que me adoptan, hasta los 30, soy hermana mayor de Carla, la otra hija que adoptó mi familia Gullino. Y desde los 30 cuando restituí mi identidad soy hermana del medio, con otros dos”, comenta. Y además, en búsqueda de su mellizo, cuyo destino es una incógnita. “Es un desaparecido con vida al que seguimos buscando. Por eso hablamos de delitos de lesa humanidad, porque la apropiación ilegal se sigue cometiendo, al igual que la desaparición de mis padres. Sabemos que el melli fue dado de alta y no fue a parar a Rosario, como me ocurrió a mí”, contó.
En esta búsqueda, Sabrina ha participado de los juicios Guerrieri I, II y III, por la desaparición de sus padres y es querellante y testificó en la causa del Hospital Militar de Paraná, por la sustracción de su identidad y la de su hermano. En esta búsqueda han sido claves los testimonios de enfermeras del Hospital Militar y del Instituto Privado de Pediatría de Rosario, último destino conocido. El pasado 1 de septiembre, la jueza Noemí Berros ratificó las condenas de prisión contra los médicos Miguel Torrealday y Jorge Rossi, acusados de participar del proceso de apropiación. “La corporación médica mantiene un pacto de silencio hace 45 años. Esos médicos nunca reconocieron que los mellizos pasamos por ahí y nos dieron de alta. Nunca dijeron a quién le dieron el otro mellizo, no así las enfermeras, tanto del hospital como de la clínica. Acá otra vez se ve el rol de las mujeres, clave para desandar este camino de identidad”, concluye.
La “Semana de la Memoria” y su rol en tiempos de negacionismo
La visita de Sabrina Gullino Valenzuela Negro se dio en el marco de la “semana de la memoria”, una serie de actividades organizada por sindicatos, entidades académicas y organismos de derechos humanos. Allí se combinaron charlas , presentaciones de Gullino y actividades artísticas con el inicio del 8vo juicio por delitos de Lesa Humanidad, dónde se juzgan responsables civiles de la última dictadura.
Una de las preguntas recurrentes para la nieta recuperada 96 fue el tema de los discursos que niegan el terrorismo de Estado, hablan de una “guerra” y relativizan el número de desaparecidos.
Al respecto, Sabrina señaló que desde su perspectiva que “no debemos enojarnos con los jóvenes que hoy adhieren a ese tipo de liderazgos y de discursos, sino tratar de dialogar, explicar y convencer. Hay que reconocer que muchos se sienten fuera del sistema y llegan al extremo de identificarse con personas que piensan destruirle sus derechos, explícitamente. Deberíamos preguntarnos porqué resuenan este tipo de discursos: si estaremos cayendo en argumentos repetitivos, si no reflexionamos y criticamos a estas democracia imperfectas que tenemos, por más que hay que fortalecerlas”, dijo.
En otro momento de la charla, la comunicadora señaló que “nosotros hablamos de la memoria, que es precisamenta la construcción de un sentido sobre algo que ocurrió en el pasado, un hecho histórico. Y en la memoria hay disputas de sentido, un grupo de poder intenta imponer su visión de los hechos sobre lo que piensa otro. El pasado siempre se construye en el presente, hay una construcción del sentido de eso que sucedió”. Y señala que allí está el rol del comunicador.
“Las nuevas derechas en el mundo usan las nuevas tecnologías, los Tik Tok , short videos que son como un golpe a la mandíbula de sensaciones, sentimientos de enojo, odio, sin explicación. Nosotros vamos por el encuentro con el otro, el diálogo, la conversación, la crítica. Eso necesita tiempo. El desafío como comunicadores es cómo nos adaptamos y encontramos nuevas formas de comunicar”.
Sabrina es comunicadora sodical y trabaja como docente en la Universidad Nacional de Rosario. Coordina el área de educación y comunicación de Abuelas de Plaza de Mayo Rosario. Integra el Colectivo Editorial Aguará , una editorial que comparte con otros combina la militancia en derechos humanos, la docencia y la comunicación a través de formatos como la historieta para relatar historias sobre la temática de derechos humanos y sociales.
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