Nayib Bukele y el autoritarismo cool ¿un nuevo modelo?
El presidente millenial de El Salvador combina activismo digital con “mano dura” contra el delito. La relativa paz disparó su popularidad, pero la suspensión de garantías, el sometimiento de la Justicia y el Congreso y su apoyo en militares encienden alarmas sobre el futuro de la democracia en ese país.
Las imágenes recorrieron las redes sociales y los canales de noticias de todo el mundo: un grupo de 2.000 prisioneros, rapados, con sus cuerpos tatuados, manos en la nuca y vestidos sólo con ropa interior blanca, eran llevados al trote, como ganado, de un viejo penal a un patio, alineados prolijamente y puestos de rodillas, para luego comenzar una nueva movilización hacia una hilera interminable de colectivos, que luego se dirigieron a su destino final, “la mayor cárcel de Latinoamérica” donde la carrera corta, el “arreo” bajo la atenta mirada de guardiacárceles y militares y una nueva formación de rodillas se repitió, para luego encarar de la misma forma el ingreso a sus celdas, en pabellones despojados, iluminados y relucientes. Se trató de una cuidadosa puesta en escena, planificada y filmada al mínimo detalle, del gobierno del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que ha hecho de la “mano dura” contra la delincuencia la base de su popularidad y cuyo éxito le está granjeando admiradores en diversos países de Latinoamérica.
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